Wall Street: ¿sobreoferta o sobredemanda de acciones?

Más allá de recientes altibajos y augurios optimistas, los analistas no las tienen todas consigo. Unos temen exceso de ofertas públicas iniciales; o sea, fusiones y adquisiciones sin sinergias reales. Otros vislumbran déficit de oferta.

24 noviembre, 2003

En esta burbuja, las F&A son uno de los ingredientes. El otro es la emisión de acciones por cotizantes ya en panel, cuyo auge “genera resquemores” (señala un informe de la consultora Thomson Financial). A juicio del experto Philip Roth –Miller Tabak, agentes bursátiles-, “tras un lapso de altas demanda, entre junio y septiembre, ahora ésta ya no es simétrica a la oferta de acciones”.

Según recuerda Investment Company Institute (ICI), una amplia y sostenida demanda de papeles estaba tras la megaburbuja de 1998/2000. “Su desinfle fue engañosamente posterior al retiro de compradores. Ilusionados con la nueva economía y la vanguardia tecnológica, muchos operadores, intermediarios y analistas no advirtieron el desfasaje hasta que fue tarde”.

En esta coyuntura, las burbujas que se suceden parecen de corto aliento, aunque volátiles. La causa técnica reside en la propia estructura de la demanda: fondos mutuales y jubilatorios –o sus administradores rentados, centro de un megaescándalo-, fondos de inversión, especuladores, público, etc. Este año, por ejemplo, el canal dominante pasa por las carteras inversoras.

Ahí puede crearse un problema. Como sector los fondos de inversión sumaban, a mediados de año, US$ 19.000 millones disponibles. Apenas un trimestre después, en septiembre, habían cedido a US$ 16.000 millones (15,8 % de descenso). Tanto ICI como MT consideran esto como signo de que la demanda de acciones y otros valores irá cediendo. Pero antes lo hará la oferta.

“Existen indicios técnicos de que el auge accionario iniciado en julio comienza a perder ritmo”, coincide un experto de Salomon Smith Barney (SSB, división bursátil de Citigroup). Ahora bien ¿qué perfil muestra la oferta?…

Durante el pico de la euforia 1998/2000, las emisiones –inclusive por F&A- alcanzaron US$ 29.000 millones en febrero de 2000. Para entonces, algunos economistas serios –no simples estadígrafos del mercado- ya se mostraban preocupados ante el auge especulativo. Tres años más tarde (abril de 2003), ese monto no pasaba de US$ 3.620 millones.

Bastaron 39 meses para que la masa de OPI en Wall Street se achicara 87,5% y resultase casi ocho veces inferior a la del momento más eufórico. Los señales de paulatina reactivación en la economía real norteamericana y la inyección de dinero que los dos paquetes de rebajas impositivas lanzados por George W.Bush (2001-11, 2003-12: su “cuota combinada” suma unos US$ 60.000 millones este año) llevaron a US$ 12.800 millones la masa de OPI en septiembre.

Octubre va en vía de repetir esa cifra, pero ya las OPI no mantienen el impulso registrado en el III trimestre. No parece casual, pues, que las principales indicadores bursátiles empiecen a ceder respecto de récords obtenidos hace pocas semanas.

En esta burbuja, las F&A son uno de los ingredientes. El otro es la emisión de acciones por cotizantes ya en panel, cuyo auge “genera resquemores” (señala un informe de la consultora Thomson Financial). A juicio del experto Philip Roth –Miller Tabak, agentes bursátiles-, “tras un lapso de altas demanda, entre junio y septiembre, ahora ésta ya no es simétrica a la oferta de acciones”.

Según recuerda Investment Company Institute (ICI), una amplia y sostenida demanda de papeles estaba tras la megaburbuja de 1998/2000. “Su desinfle fue engañosamente posterior al retiro de compradores. Ilusionados con la nueva economía y la vanguardia tecnológica, muchos operadores, intermediarios y analistas no advirtieron el desfasaje hasta que fue tarde”.

En esta coyuntura, las burbujas que se suceden parecen de corto aliento, aunque volátiles. La causa técnica reside en la propia estructura de la demanda: fondos mutuales y jubilatorios –o sus administradores rentados, centro de un megaescándalo-, fondos de inversión, especuladores, público, etc. Este año, por ejemplo, el canal dominante pasa por las carteras inversoras.

Ahí puede crearse un problema. Como sector los fondos de inversión sumaban, a mediados de año, US$ 19.000 millones disponibles. Apenas un trimestre después, en septiembre, habían cedido a US$ 16.000 millones (15,8 % de descenso). Tanto ICI como MT consideran esto como signo de que la demanda de acciones y otros valores irá cediendo. Pero antes lo hará la oferta.

“Existen indicios técnicos de que el auge accionario iniciado en julio comienza a perder ritmo”, coincide un experto de Salomon Smith Barney (SSB, división bursátil de Citigroup). Ahora bien ¿qué perfil muestra la oferta?…

Durante el pico de la euforia 1998/2000, las emisiones –inclusive por F&A- alcanzaron US$ 29.000 millones en febrero de 2000. Para entonces, algunos economistas serios –no simples estadígrafos del mercado- ya se mostraban preocupados ante el auge especulativo. Tres años más tarde (abril de 2003), ese monto no pasaba de US$ 3.620 millones.

Bastaron 39 meses para que la masa de OPI en Wall Street se achicara 87,5% y resultase casi ocho veces inferior a la del momento más eufórico. Los señales de paulatina reactivación en la economía real norteamericana y la inyección de dinero que los dos paquetes de rebajas impositivas lanzados por George W.Bush (2001-11, 2003-12: su “cuota combinada” suma unos US$ 60.000 millones este año) llevaron a US$ 12.800 millones la masa de OPI en septiembre.

Octubre va en vía de repetir esa cifra, pero ya las OPI no mantienen el impulso registrado en el III trimestre. No parece casual, pues, que las principales indicadores bursátiles empiecen a ceder respecto de récords obtenidos hace pocas semanas.

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