Wall Street, entre la euforia y las incertidumbres

Proclive a “números psicológicos”, la bolsa neoyorquina busca recobrar –burbujas mediante- los 10.000 puntos en el Dow Jones industrial. Y, si fuera posible, volver a los 11.723 registrados en marzo de 2000. Pero no es fácil.

29 octubre, 2003

En realidad, antes y después de ese máximo, el Dow Jones ha tenido problemas no en lograr la cifra mágica, sino en mantenerla. Sobre todo cuando, en marzo de 2002, una burbuja similar a la actual (salvo su lado político: operadores comprometidos con la reelección de George W. Bush) llevó el panel a cerca de 10.500.

El DJ 30 llegó por vez primera a los diez mil en 1999, cuando se montaba la prodigiosa euforia asociada a un mito –la “nueva economía”- y a una vanguardia tecnológica que prometía iniciar el siglo (enero de 2001) con ese indicador en 15.000 y el Nasdaq compuestos en 5.000. Nada de eso ocurrió.

“Se trata sólo de un guarismo y no es lógico, racional ni prudente aferrarse a él”, sostiene un análisis de Neuberger Berman, una administradora de inversiones. “Este mercado sigue moviéndose en gran medida por factores psicológicos, tendencia poco saludable que se acentúa en tiempo preelectorales”, señala David L. Babson, firma similar. Ambas fuentes coinciden en otro detalle: “Wall Street es demasiado susceptible a las especulaciones con papeles de Internet, biotecnología y sectores afines”.

Esos análisis y dos provenientes de Londres apuntan: “Una vez en 10.000 el DJ 30, el mercado posiblemente tema haber ido demasiado lejos. Nada de ello tendrá que ver con elementos técnicamente sustentados. Por ejemplo, valor en libros, balances futuros y perspectivas de cada cotizante”.

Durante la última semana de octubre, la cercanía de los diez mil en el DJ 30 o de los dos mil en el Nasdaq compuesto se combinaba con otro estímulo: una ola de fusiones, adquisiciones (F&A) y alianzas. Encabezada por la banca, negocio que obtuvo altas ganancias en el III trimestre, merced al creciente endeudamiento de los consumidores.

En apenas un día, hubo F&A por casi US$ 70.000 millones. Eso no sucedía desde mediados de 2001, aunque en esa oportunidad la onda fue más loca: US$ 100.000 millones. Pero ahora hay una diferencia: varias F&A de 1999/2001 –AOL Time Warner, Vivendi Universal, Global Crossing, WorldCom, etc.- terminaron en rotundos fracasos y los respectivos paquetes sufrieron amplias descapitalizaciones bursátiles.

Por supuesto, para accionistas e inversores (que no son sinónimos), en general las F&A aumentan la cotización de paquetes, especialmente los comprados. Pero hay un efecto opuesto, salvo en F&A del sector financiero: analistas y ejecutivos de las bancas de inversión –a menudo, también firmas de valores- ganan millones promoviendo transacciones que suelen terminar mal.

Varias investigaciones académicas, a ambos lados del Atlántico, sugieren que dos tercios de F&A fracasaron de 1998 a mediados de 2003. ¿Por qué? Porque, como explicaba hace poco Paul Samuelson (Nobel económico 1970), “muchas operaciones bursátiles se basan en dudosos cálculos sobre facturación, rentabilidad o viabilidad”.

En suma, las “sinergias” que se esgrimen para promover F&A carecen de bases sólidas. En lo tocante a los propios inversores, Paul Krugman ha subrayado: “La exuberancia irracional de 1998/2000 hizo creer a muchos que las grandes diferencias especulativas eran naturales. Todavía lo creen, por eso es tan fácil generar burbujas casi cada semana. Pero hay demasiado aire”.

Las burbujas no son exclusivas de Wall Street. Algunas bolsas europeas también las viven. Con cierto asidero en la economía real (Londres) o sin fundamentos consistentes (Fráncfort). En la periferia, basta que un mercado relevante (San Pablo, por ejemplo) quiebre récords para que sus plazas satélites armen burbujas psicológicas.

En el caso porteño, las explicaciones son a veces tan increíbles como la que asocia la euforia accionaria el precio de las oleaginosas. Tratándose de un mercado tan pequeño (el Merval, índice líder, abarca apenas doce empresas), pocos operadores bastan para mantener una burbuja como la presente.

En realidad, antes y después de ese máximo, el Dow Jones ha tenido problemas no en lograr la cifra mágica, sino en mantenerla. Sobre todo cuando, en marzo de 2002, una burbuja similar a la actual (salvo su lado político: operadores comprometidos con la reelección de George W. Bush) llevó el panel a cerca de 10.500.

El DJ 30 llegó por vez primera a los diez mil en 1999, cuando se montaba la prodigiosa euforia asociada a un mito –la “nueva economía”- y a una vanguardia tecnológica que prometía iniciar el siglo (enero de 2001) con ese indicador en 15.000 y el Nasdaq compuestos en 5.000. Nada de eso ocurrió.

“Se trata sólo de un guarismo y no es lógico, racional ni prudente aferrarse a él”, sostiene un análisis de Neuberger Berman, una administradora de inversiones. “Este mercado sigue moviéndose en gran medida por factores psicológicos, tendencia poco saludable que se acentúa en tiempo preelectorales”, señala David L. Babson, firma similar. Ambas fuentes coinciden en otro detalle: “Wall Street es demasiado susceptible a las especulaciones con papeles de Internet, biotecnología y sectores afines”.

Esos análisis y dos provenientes de Londres apuntan: “Una vez en 10.000 el DJ 30, el mercado posiblemente tema haber ido demasiado lejos. Nada de ello tendrá que ver con elementos técnicamente sustentados. Por ejemplo, valor en libros, balances futuros y perspectivas de cada cotizante”.

Durante la última semana de octubre, la cercanía de los diez mil en el DJ 30 o de los dos mil en el Nasdaq compuesto se combinaba con otro estímulo: una ola de fusiones, adquisiciones (F&A) y alianzas. Encabezada por la banca, negocio que obtuvo altas ganancias en el III trimestre, merced al creciente endeudamiento de los consumidores.

En apenas un día, hubo F&A por casi US$ 70.000 millones. Eso no sucedía desde mediados de 2001, aunque en esa oportunidad la onda fue más loca: US$ 100.000 millones. Pero ahora hay una diferencia: varias F&A de 1999/2001 –AOL Time Warner, Vivendi Universal, Global Crossing, WorldCom, etc.- terminaron en rotundos fracasos y los respectivos paquetes sufrieron amplias descapitalizaciones bursátiles.

Por supuesto, para accionistas e inversores (que no son sinónimos), en general las F&A aumentan la cotización de paquetes, especialmente los comprados. Pero hay un efecto opuesto, salvo en F&A del sector financiero: analistas y ejecutivos de las bancas de inversión –a menudo, también firmas de valores- ganan millones promoviendo transacciones que suelen terminar mal.

Varias investigaciones académicas, a ambos lados del Atlántico, sugieren que dos tercios de F&A fracasaron de 1998 a mediados de 2003. ¿Por qué? Porque, como explicaba hace poco Paul Samuelson (Nobel económico 1970), “muchas operaciones bursátiles se basan en dudosos cálculos sobre facturación, rentabilidad o viabilidad”.

En suma, las “sinergias” que se esgrimen para promover F&A carecen de bases sólidas. En lo tocante a los propios inversores, Paul Krugman ha subrayado: “La exuberancia irracional de 1998/2000 hizo creer a muchos que las grandes diferencias especulativas eran naturales. Todavía lo creen, por eso es tan fácil generar burbujas casi cada semana. Pero hay demasiado aire”.

Las burbujas no son exclusivas de Wall Street. Algunas bolsas europeas también las viven. Con cierto asidero en la economía real (Londres) o sin fundamentos consistentes (Fráncfort). En la periferia, basta que un mercado relevante (San Pablo, por ejemplo) quiebre récords para que sus plazas satélites armen burbujas psicológicas.

En el caso porteño, las explicaciones son a veces tan increíbles como la que asocia la euforia accionaria el precio de las oleaginosas. Tratándose de un mercado tan pequeño (el Merval, índice líder, abarca apenas doce empresas), pocos operadores bastan para mantener una burbuja como la presente.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades