Wall Street, asediado por demandas de pequeños inversores

Un grupo de ahorristas en Ohio es la pesadilla de Merrill Lynch. Tras demandar a la firma en 2001 por US$ 172.000 en aportes jubilatorios licuados, días atrás la justicia les otorgó 310.000 en resarcimientos. Esto quizá sea la punta del témpano.

11 febrero, 2003

Lo ocurrido a estos damnificados es especialmente perverso e involucra una cartera
de inversión por Internet que el propio comisionista de valores compró
en pleno auge especulativo y que sirvió para enriquecer a familiares suyos
y de un supervisor. Como cientos de miles de pequeños ahorristas, los aportantes
se quedaron en esos fondos hasta que fue demasiado tarde y sus activos se habían
desinflado varias veces.

Este sector de inversores, en realidad, se creyó el discurso de la “nueva
economía” durante años y los intermediarios se ocuparon de
no advertirles a tiempo, cuando la burbuja empezaba a pincharse. Desde hace
varios meses, muchas víctimas optan por demandar a las firmas de valores
y los árbitros judiciales tienden a darles la razón. Merrill Lynch
y sus colegas de Wall Street no esperaban esto.

Si toma cuerpo, la tendencia significará que aún no han terminado
los dolores de cabeza ni los fallos adversos para los intermediarios de valores.
En diciembre, éstos creían haber cerrado el libro al convenir
un arreglo colectivo con la fiscalía neoyorquina y la Securities &
Exchange Commission. Esto incluye un “paquete de compensaciones” por
algo más de US$ 1.000 millones, en el caso de las once firmas principales.
Pero, como se ve hoy, las recidiva legal no se ha agotado.

“El dictamen en Ohio le envía un claro mensaje a Wall Street y
sus comisionistas: siguen siendo responsables por el colapso de aportes jubilatorios
de millones. Estos clientes, directos o indirectos, ignoraban los altos riesgos
que corrían invirtiendo o permitiendo que los administradores o supervisores
de fondos invirtieran en acciones de empresas puntocom o tecnológicas
que carecían de valor en libros”. Así afirma Jacob Zamansky,
socio gerente de un estudio jurídico especializado en este tipo de litigios.

Por supuesto, es imposible saber cuánto acabarán pagando las
firmas de valores a clientes pequeños que hayan iniciado o estén
por radicar demandas. El problema quizá tome años, entre decisiones
preliminares, arbitrajes y apelaciones. Pero la cuestión de fondo ya
ha sido puesta en evidencia vía muchos casos: mezclar intermediación,
colocación y asesoría de valores con banca de inversión,
fusiones y adquisiciones había corrompido el propio sistema. Muchos intermediarios
eludían informar al pequeño inversor sobre ciertos riesgos y,
entretanto, calificaban papeles según sus relaciones con la empresa que
los emitía y los negocios que podía aportarles.

Sea como fuere, los arbitrajes seguirán beneficiando a los litigantes,
ahorristas e inversores sin conocimientos ni información suficientes
-contra la hoy desprestigiada teoría de Robert
Lucas
sobre expectativas racionales- para incursionar en franjas volátiles
y especulativas. “Comisionistas y agentes bursátiles se han aprovechado
de gente bisoña y este abuso está inclinando a la justicia en
favor de los damnificados”, opina Lewis Löwenfels, experto en títulos
neoyorquinos. “Desde hace mucho, la SEC y otras instancias recomiendan
tener en cuenta la inexperiencia de los recienvenidos al mercado y no aprovecharse
de ellos”.

Según el New York Stock Exchange (NYSE, autoridad de Wall Street), las
demandas de ahorristas e inversores engañados o mal asesorados, elevadas
a arbitraje, sumaron 2.644 en 2002. Es decir, 73% más que en 2001. Además,
muchas son colectivas. La misma fuente indica que también crecen los
fallos favorables al perjudicado: 55% -por US$ 139 millones- durante el año
pasado y 70% sólo en enero de 2003. Los registros del NYSE no incluyen
casos ante tribunales federales ni estaduales, más difíciles de
detectar.

Lo ocurrido a estos damnificados es especialmente perverso e involucra una cartera
de inversión por Internet que el propio comisionista de valores compró
en pleno auge especulativo y que sirvió para enriquecer a familiares suyos
y de un supervisor. Como cientos de miles de pequeños ahorristas, los aportantes
se quedaron en esos fondos hasta que fue demasiado tarde y sus activos se habían
desinflado varias veces.

Este sector de inversores, en realidad, se creyó el discurso de la “nueva
economía” durante años y los intermediarios se ocuparon de
no advertirles a tiempo, cuando la burbuja empezaba a pincharse. Desde hace
varios meses, muchas víctimas optan por demandar a las firmas de valores
y los árbitros judiciales tienden a darles la razón. Merrill Lynch
y sus colegas de Wall Street no esperaban esto.

Si toma cuerpo, la tendencia significará que aún no han terminado
los dolores de cabeza ni los fallos adversos para los intermediarios de valores.
En diciembre, éstos creían haber cerrado el libro al convenir
un arreglo colectivo con la fiscalía neoyorquina y la Securities &
Exchange Commission. Esto incluye un “paquete de compensaciones” por
algo más de US$ 1.000 millones, en el caso de las once firmas principales.
Pero, como se ve hoy, las recidiva legal no se ha agotado.

“El dictamen en Ohio le envía un claro mensaje a Wall Street y
sus comisionistas: siguen siendo responsables por el colapso de aportes jubilatorios
de millones. Estos clientes, directos o indirectos, ignoraban los altos riesgos
que corrían invirtiendo o permitiendo que los administradores o supervisores
de fondos invirtieran en acciones de empresas puntocom o tecnológicas
que carecían de valor en libros”. Así afirma Jacob Zamansky,
socio gerente de un estudio jurídico especializado en este tipo de litigios.

Por supuesto, es imposible saber cuánto acabarán pagando las
firmas de valores a clientes pequeños que hayan iniciado o estén
por radicar demandas. El problema quizá tome años, entre decisiones
preliminares, arbitrajes y apelaciones. Pero la cuestión de fondo ya
ha sido puesta en evidencia vía muchos casos: mezclar intermediación,
colocación y asesoría de valores con banca de inversión,
fusiones y adquisiciones había corrompido el propio sistema. Muchos intermediarios
eludían informar al pequeño inversor sobre ciertos riesgos y,
entretanto, calificaban papeles según sus relaciones con la empresa que
los emitía y los negocios que podía aportarles.

Sea como fuere, los arbitrajes seguirán beneficiando a los litigantes,
ahorristas e inversores sin conocimientos ni información suficientes
-contra la hoy desprestigiada teoría de Robert
Lucas
sobre expectativas racionales- para incursionar en franjas volátiles
y especulativas. “Comisionistas y agentes bursátiles se han aprovechado
de gente bisoña y este abuso está inclinando a la justicia en
favor de los damnificados”, opina Lewis Löwenfels, experto en títulos
neoyorquinos. “Desde hace mucho, la SEC y otras instancias recomiendan
tener en cuenta la inexperiencia de los recienvenidos al mercado y no aprovecharse
de ellos”.

Según el New York Stock Exchange (NYSE, autoridad de Wall Street), las
demandas de ahorristas e inversores engañados o mal asesorados, elevadas
a arbitraje, sumaron 2.644 en 2002. Es decir, 73% más que en 2001. Además,
muchas son colectivas. La misma fuente indica que también crecen los
fallos favorables al perjudicado: 55% -por US$ 139 millones- durante el año
pasado y 70% sólo en enero de 2003. Los registros del NYSE no incluyen
casos ante tribunales federales ni estaduales, más difíciles de
detectar.

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