Un favor de Bush a las empresas bajó el WTI a US$ 67,90

La disparidad entre precios londinenses y neoyorquinos refleja una maniobra política de Washington. También influían cierta distensión y un informe de la Comisión Trilateral. Pero Tel Aviv emitió una señal inquietante (26-IV).

26 abril, 2006

Vencido el plazo del Consejo de Seguridad a Irán, comenzó a cirunalr una versión en varias capitales europeas: Washington desistiría de represalias contra Tehrán, a cambio de concesiones. El acuerdo Tehrán-Moscú y el documento de la CT parecen dos signos en ese sentido. Pero el aumento del euro (a US$ 1,244, reflejando debilidad del dólar) y nuevos récords en tasas largas (la T-10 en 5,07%, la T-30 en 5,16% anual) reflejan un persistente grado de volatilidad especulativa.

Curiosamente, mientras Irán convenía con Rusia la tercerización de tareas nucleares, el Pentágono diseminaba versiones sobre apoyo turco e israelí en un eventual ataque a Irán. Pero, este lunes, se hablaba de una posible contrapropuesta norteamericana: a cambio de concesiones en el proyecto atómico persa, Estados Unidos no buscará derribar ese gobierno y gestionará la suspensión de investigaciones nucleares israelíes (algo que también deseaba Saudiarabia).

Los últimos acontecimientos dan mucha tela para cortar. Horas después de conocerse el acuerdo rusoiraní, el presidente Majmud Ahmadinedyad modificó su encendida oratoria. Definió al programa como irreversible, pero confirmó que una parte se tercerizará con Rusia, Más tarde, se manifestó escéptico sobre las intenciones bélicas norteamericanas, presumiendo –con buenas razones- que el Consejo de Seguridad no impondrá sanciones directas a su país.

En esta oportunidad, el belicoso dirigente tenía motivos adicionales, si se quiere psicológicos. Durante el fin de semana, en efecto, medios europeos difundieron una especie originada –sostienen en Alemania e Italia- cerca de Donald Rumsfeld, todavía secretario de Defensa. Según la versión, en caso de ataque estadounidense sobre objetivos nucleares iraníes, participarían Israel, Turquía y Saudiarabia. Sea activamente (Tel Aviv, que ahora tiene un satélite espiando las instalaciones nucleares iraníes), sea permitiendo uso de bases en sus territorios (Angora, Riyadh).

Todo empezó, claro, cuando George W.Bush reveló que Washington no había descartado el empleo de la fuerza para acabar con el enriquecimiento de uranio en Irán. A partir de entonces –hace quince días-, la gran prensa occidental ha publicado datos sobre planes militares más bien extremos. Naturalmente, Rusia, China, India y parte de la Unión Europea salieron a censurar ese tipo de proyectos.

Durante su visita a Estados Unidos, el presidente Hu Jintao advirtió sobre “riesgos geopolíticos”. Luego, el convenio entre Moscú y Tehrán puso en posición desairada a Naciones Unidas (apuntaban medios franceses). La actitud del Consejo de Seguridad, plegándose a la Agencia Internacional de Energía Atómica –vista como complaciente ante el Pentágono-, podía tomarse como una luz verde para atacar Irán bajo el paraguas de la ONU.

Entretanto, Turquía y Saudiarabia no desean involucrarse en planes militares donde, además, podría participar Israel. Sin embarco, esta eventualidad es descartada por expertos de varios países, pues el territorio judío está demasiado expuesto a todo tipo de represalias.

Tampoco existe un sólido frente interno en EE.UU. El lunes, Peter Hoesktra (preside el comité de inteligencia, cámara baja) reconoció que Washington no cuenta con datos fehacientes sobre si Irán puede desarrollar armas de destrucción masiva en corto o mediano plazo. En otro plano, los enormes déficit fiscal y de pagos externos dificultarán extraordinariamente la tarea de financiar una tercer guerra en el golfo Pérsico, en tanto siguen la segunda y la de Afganistán.

Pero ahora surge el otro motivo para el cambio de tono en Tehrán: el renacimiento de la Comisión Trilateral, durante una reunión ordinaria en Tokio, en la cual la gran prensa no reparaba. Según un informe de un miembro, Hervé Carmoy, existen posibilidades de que EE.UU. “premie” a Irán –si morigera su plan nuclear- desistiendo de derribar ese gobierno y persuadiendo a Tel Aviv de suspender sus propias investigaciones atómicas.

Al cabo de larga hibernación, pues, reaparece un instrumento inventado por Hermann Kahn (instituto Hudson, ambos difuntos) para David Rockefeller y Henry Kissinger. A ellos se incorporó después otro secretario de estado, Zbigniew Brzezinski. En su auge, la CT incluía casi 300 dirigentes de todos los sectores, provenientes de Europa occidental, América anglosajona y Japón. En 1989, la CT fue eclipsada por un cabildeo de mucha menor estatura –su gurú era Rüdiger Dornbusch-, el consenso de Washington, orientado a imponer la economía de mercado en Latinoamérica, con resultados tan desastrosos –sobre todo en Argentina- que se licuó a principios de este siglo. Ahora, la CT busca emerger de las cenizas.

En lo tocante a la última maniobra norteamericana, estuvo a cargo del propio Bush. El martes anunció un “plan” para revertir el alza de hidrocarburos. Pero lo único substancial es que se da mayor plazo a las empresas de energía y combustibles para devolver crudos prestados tras el huracán Katrina. Eso hizo ceder 3,4% el petróleo tejano promedio, pero no impidió que el Brent nórdico recobrara terreno.

Vencido el plazo del Consejo de Seguridad a Irán, comenzó a cirunalr una versión en varias capitales europeas: Washington desistiría de represalias contra Tehrán, a cambio de concesiones. El acuerdo Tehrán-Moscú y el documento de la CT parecen dos signos en ese sentido. Pero el aumento del euro (a US$ 1,244, reflejando debilidad del dólar) y nuevos récords en tasas largas (la T-10 en 5,07%, la T-30 en 5,16% anual) reflejan un persistente grado de volatilidad especulativa.

Curiosamente, mientras Irán convenía con Rusia la tercerización de tareas nucleares, el Pentágono diseminaba versiones sobre apoyo turco e israelí en un eventual ataque a Irán. Pero, este lunes, se hablaba de una posible contrapropuesta norteamericana: a cambio de concesiones en el proyecto atómico persa, Estados Unidos no buscará derribar ese gobierno y gestionará la suspensión de investigaciones nucleares israelíes (algo que también deseaba Saudiarabia).

Los últimos acontecimientos dan mucha tela para cortar. Horas después de conocerse el acuerdo rusoiraní, el presidente Majmud Ahmadinedyad modificó su encendida oratoria. Definió al programa como irreversible, pero confirmó que una parte se tercerizará con Rusia, Más tarde, se manifestó escéptico sobre las intenciones bélicas norteamericanas, presumiendo –con buenas razones- que el Consejo de Seguridad no impondrá sanciones directas a su país.

En esta oportunidad, el belicoso dirigente tenía motivos adicionales, si se quiere psicológicos. Durante el fin de semana, en efecto, medios europeos difundieron una especie originada –sostienen en Alemania e Italia- cerca de Donald Rumsfeld, todavía secretario de Defensa. Según la versión, en caso de ataque estadounidense sobre objetivos nucleares iraníes, participarían Israel, Turquía y Saudiarabia. Sea activamente (Tel Aviv, que ahora tiene un satélite espiando las instalaciones nucleares iraníes), sea permitiendo uso de bases en sus territorios (Angora, Riyadh).

Todo empezó, claro, cuando George W.Bush reveló que Washington no había descartado el empleo de la fuerza para acabar con el enriquecimiento de uranio en Irán. A partir de entonces –hace quince días-, la gran prensa occidental ha publicado datos sobre planes militares más bien extremos. Naturalmente, Rusia, China, India y parte de la Unión Europea salieron a censurar ese tipo de proyectos.

Durante su visita a Estados Unidos, el presidente Hu Jintao advirtió sobre “riesgos geopolíticos”. Luego, el convenio entre Moscú y Tehrán puso en posición desairada a Naciones Unidas (apuntaban medios franceses). La actitud del Consejo de Seguridad, plegándose a la Agencia Internacional de Energía Atómica –vista como complaciente ante el Pentágono-, podía tomarse como una luz verde para atacar Irán bajo el paraguas de la ONU.

Entretanto, Turquía y Saudiarabia no desean involucrarse en planes militares donde, además, podría participar Israel. Sin embarco, esta eventualidad es descartada por expertos de varios países, pues el territorio judío está demasiado expuesto a todo tipo de represalias.

Tampoco existe un sólido frente interno en EE.UU. El lunes, Peter Hoesktra (preside el comité de inteligencia, cámara baja) reconoció que Washington no cuenta con datos fehacientes sobre si Irán puede desarrollar armas de destrucción masiva en corto o mediano plazo. En otro plano, los enormes déficit fiscal y de pagos externos dificultarán extraordinariamente la tarea de financiar una tercer guerra en el golfo Pérsico, en tanto siguen la segunda y la de Afganistán.

Pero ahora surge el otro motivo para el cambio de tono en Tehrán: el renacimiento de la Comisión Trilateral, durante una reunión ordinaria en Tokio, en la cual la gran prensa no reparaba. Según un informe de un miembro, Hervé Carmoy, existen posibilidades de que EE.UU. “premie” a Irán –si morigera su plan nuclear- desistiendo de derribar ese gobierno y persuadiendo a Tel Aviv de suspender sus propias investigaciones atómicas.

Al cabo de larga hibernación, pues, reaparece un instrumento inventado por Hermann Kahn (instituto Hudson, ambos difuntos) para David Rockefeller y Henry Kissinger. A ellos se incorporó después otro secretario de estado, Zbigniew Brzezinski. En su auge, la CT incluía casi 300 dirigentes de todos los sectores, provenientes de Europa occidental, América anglosajona y Japón. En 1989, la CT fue eclipsada por un cabildeo de mucha menor estatura –su gurú era Rüdiger Dornbusch-, el consenso de Washington, orientado a imponer la economía de mercado en Latinoamérica, con resultados tan desastrosos –sobre todo en Argentina- que se licuó a principios de este siglo. Ahora, la CT busca emerger de las cenizas.

En lo tocante a la última maniobra norteamericana, estuvo a cargo del propio Bush. El martes anunció un “plan” para revertir el alza de hidrocarburos. Pero lo único substancial es que se da mayor plazo a las empresas de energía y combustibles para devolver crudos prestados tras el huracán Katrina. Eso hizo ceder 3,4% el petróleo tejano promedio, pero no impidió que el Brent nórdico recobrara terreno.

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