Tras varios años, Japón vuelve a las tasas positivas

A criterio de analistas financieros occidentales, este cambio en política monetaria va en vías de influir en el movimiento internacional del dinero. Por ahora, claro, son presunciones tentativas o expresiones de deseos.

24 abril, 2006

Técnicamente, los rindes positivos de bonos (o sea, el alza de tipos a largo plazo) todavía son minúsculos. Pero los mercados anticipan que continuarán recobrándose. La semana pasada cerró con tasa a diez años en 1,99% anual, nivel que hace dos meses era 1,5%. Pero el punto es que el primer guarismo supera las cotas registradas en septiembre de 2000. Vale decir, cinco años y medio atrás.

Como sucede desde marzo, operadores y expertos esperan que el Banco del Japón (central) abandone el perfil adoptado en los años 90 y eleve sus propios tipos referenciales dos o tres veces en cuanto resta de 2006. Por supuesto, se supone que serán ajustes de un cuarto de punto entre ese momento y mediados de 2007. Cabe acotar que, todavía, el “call” tiene costo cero.

Otro factor en juego es el mutante contexto económico. La reactivación y las expectativas inflacionarias, luego de años de estancamiento, presionan sobre tasas de largo plazo, pues los tenedores de bonos (deuda pública y privada) demandan mayor rendimiento, debido a esas mismas expectativas y al marco internacional. Pero, además, los cambios en Japón pueden modificar los flujos globales de fondos, que se alejarán de activos estadounidenses y similares. Esta tendencia les creará problemas a deudores habituados a financiarse vía dinero japonés barato.

En diferente plano, desde 1991 los inversores nipones –al no poder sacar renta colocándose en títulos o bancas locales- fueron lanzándose sobre todo tipo de papel extranjero. Desde letras de la Tesorería norteamericana (imitando a los propios gobiernos orientales) hasta acciones en cualquier parte, productos primarios, etcétera. En rigor, esa corriente de ahorro japonés, canalizada por aseguradoras, fondos de cubertura (riesgo puro, derivativos) y bancas contribuyó a mantener bajas las tasas en Estados Unidos y, en cierto modo, prolongar su módica expansión.

Mientras, esos fondos especulativos aprovechaban las tasas casi cero en para tomar prestado en Tokio e invertir en las plazas de mayores retornos. Su objeto era hacer diferencia mediante estrategias tan volátiles como el “carry trade” –tomar a corto plazo, recolocar a largo-, una forma perversa de arbitraje.

Ahora, el lento rebote de tasas en Japón comienza a revertir una parte aun pequeña de esos flujos. No obstante, esto molesta al mercado monetario y cambiario, dado que va elevando los intereses norteamericanos y londinenses (Libor sobre 5,2 anual, T-10en 5,05 y T-30 en 5,12%). Sólo en marzo, los inversores japoneses vendieron US$ 20,000 millones en bonos y acciones de otros países, contra 7.000 millones un año antes. Importa subrayar que el gobierno y los particulares nipones son los máximos tenedores de letras federales: casi US$ 668.000 millones en febrero. Medios británicos muy ortodoxos, asustados por esa actitud, llegan al dislate de comparar Japón con minieconomías (Islandia está en moda).

Técnicamente, los rindes positivos de bonos (o sea, el alza de tipos a largo plazo) todavía son minúsculos. Pero los mercados anticipan que continuarán recobrándose. La semana pasada cerró con tasa a diez años en 1,99% anual, nivel que hace dos meses era 1,5%. Pero el punto es que el primer guarismo supera las cotas registradas en septiembre de 2000. Vale decir, cinco años y medio atrás.

Como sucede desde marzo, operadores y expertos esperan que el Banco del Japón (central) abandone el perfil adoptado en los años 90 y eleve sus propios tipos referenciales dos o tres veces en cuanto resta de 2006. Por supuesto, se supone que serán ajustes de un cuarto de punto entre ese momento y mediados de 2007. Cabe acotar que, todavía, el “call” tiene costo cero.

Otro factor en juego es el mutante contexto económico. La reactivación y las expectativas inflacionarias, luego de años de estancamiento, presionan sobre tasas de largo plazo, pues los tenedores de bonos (deuda pública y privada) demandan mayor rendimiento, debido a esas mismas expectativas y al marco internacional. Pero, además, los cambios en Japón pueden modificar los flujos globales de fondos, que se alejarán de activos estadounidenses y similares. Esta tendencia les creará problemas a deudores habituados a financiarse vía dinero japonés barato.

En diferente plano, desde 1991 los inversores nipones –al no poder sacar renta colocándose en títulos o bancas locales- fueron lanzándose sobre todo tipo de papel extranjero. Desde letras de la Tesorería norteamericana (imitando a los propios gobiernos orientales) hasta acciones en cualquier parte, productos primarios, etcétera. En rigor, esa corriente de ahorro japonés, canalizada por aseguradoras, fondos de cubertura (riesgo puro, derivativos) y bancas contribuyó a mantener bajas las tasas en Estados Unidos y, en cierto modo, prolongar su módica expansión.

Mientras, esos fondos especulativos aprovechaban las tasas casi cero en para tomar prestado en Tokio e invertir en las plazas de mayores retornos. Su objeto era hacer diferencia mediante estrategias tan volátiles como el “carry trade” –tomar a corto plazo, recolocar a largo-, una forma perversa de arbitraje.

Ahora, el lento rebote de tasas en Japón comienza a revertir una parte aun pequeña de esos flujos. No obstante, esto molesta al mercado monetario y cambiario, dado que va elevando los intereses norteamericanos y londinenses (Libor sobre 5,2 anual, T-10en 5,05 y T-30 en 5,12%). Sólo en marzo, los inversores japoneses vendieron US$ 20,000 millones en bonos y acciones de otros países, contra 7.000 millones un año antes. Importa subrayar que el gobierno y los particulares nipones son los máximos tenedores de letras federales: casi US$ 668.000 millones en febrero. Medios británicos muy ortodoxos, asustados por esa actitud, llegan al dislate de comparar Japón con minieconomías (Islandia está en moda).

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