Transgénicos: más roces entre EE.UU. y la Unión Europea

Este fin de semana, la reunión del Grupo de los Ocho –los siete más Rusia- en Evian será escenario de otro choque en torno de los alimentos transgénicos. George W. Bush y Jacques Chirac aprovecharán el tema para seguir con su pelea personal.

26 mayo, 2003

Sobran temas aptos para la pugna entre el presidente imperial y el heredero de la “grandeur” que encarnaba Charles de Gaulle: Irak, Medio Oriente en general, traumático auge del euro, neumonía atípica, farmoquímicas poco escrupulosas, deflación, etc. Pero también están los transgénicos, u “organismos genéticamente modificados”(OGM) en la terminología de la Comisión Europea. Se trata de una controvertida revolución en materia agrícola que, en esta fase, crea un problema político. Estados Unidos, Canadá, Egipto, China, Gran Bretaña y otros siete países pedirán a la UE levantar la veda -moratoria- sobre alimentos biogenéticamente modificados. De lo contrario, apelarán en bloque a la Organización Mundial de Comercio (OMC). Algunos observadores creen que la disputa está mal encarada por ambas partes.

El poco transparente Robert Zoellick, agente comercial viajero de Washington, acaba de sostener -en el “Wall Street Journal”- que “el bloqueo de la UE a los OGM condena a medio millón de niños africanos a la ceguera por falta de vitamina A”. Sin aclarar cómo comprarán transgénicos poblaciones que viven en la indigencia, el funcionario destaca un éxito: “China reducirá hasta 80% el uso de pesticidas empleando OGM”. Además, da en el clavo al señalar que “fuentes técnicas europeas admiten las bondades de rudimentarios OGM que los campesinos vienen aplicando desde hace generaciones”.

En rigor, científicos británicos y franceses creen que ciertos alimentos biogenéticos pueden adaptarse al consumo humano y resultar ambientalmente beneficiosos. Por otra parte, en 2000 una alta comisionada de la CE, Margot Wallström, calificaba de “ilegal e injustificada” la veda hoy en cuestión. Pero hay factores políticos, sociales y psicológicos que actúan contra los OGM. Empezando por el escaso crédito de Zoellick -responsable parcial de que la rueda Dohá y, con ella, la OMC orillen el fracaso- como adalid de pueblos pobres.

En particular porque, como ocurre en Brasil, Argentina o Polonia, quienes promueven o venden OGM buscan negocios rápidos. Tampoco es coherente la defensa de los OGM por parte de EE.UU., un país que malgasta US$ 170.000 millones anuales en subsidiar su ineficiente sector rural, en vez de permitir que las economías subdesarrolladas (África, Latinoamérica) exporten sus alimentos primarios o semiprimarios y obtengan ingresos genuinos para mejorar la situación de sus habitantes.

Los europeos no están libres de pecado. La veda a OGM pasa por alto o desestimula la investigación y el desarrollo, en nombre del mismo electoralismo fácil que Edgar Faure -en pos del retrógrado voto rural- impuso en la Francia de los 60 y, luego, se contagió a Alemania, Dinamarca, etc. Por supuesto, en EE.UU. terratenientes, chacareros y sus legisladores cumplen el mismo papel. Curiosamente, en el Río de la Plata, los promotores de OGM o pesticidas riesgosos los ofrecen como meros vehículos para aumentar ganancias (igual que el “feed lot”, encierre de ganado, en un país donde sobran pasturas naturales).

Sobran temas aptos para la pugna entre el presidente imperial y el heredero de la “grandeur” que encarnaba Charles de Gaulle: Irak, Medio Oriente en general, traumático auge del euro, neumonía atípica, farmoquímicas poco escrupulosas, deflación, etc. Pero también están los transgénicos, u “organismos genéticamente modificados”(OGM) en la terminología de la Comisión Europea. Se trata de una controvertida revolución en materia agrícola que, en esta fase, crea un problema político. Estados Unidos, Canadá, Egipto, China, Gran Bretaña y otros siete países pedirán a la UE levantar la veda -moratoria- sobre alimentos biogenéticamente modificados. De lo contrario, apelarán en bloque a la Organización Mundial de Comercio (OMC). Algunos observadores creen que la disputa está mal encarada por ambas partes.

El poco transparente Robert Zoellick, agente comercial viajero de Washington, acaba de sostener -en el “Wall Street Journal”- que “el bloqueo de la UE a los OGM condena a medio millón de niños africanos a la ceguera por falta de vitamina A”. Sin aclarar cómo comprarán transgénicos poblaciones que viven en la indigencia, el funcionario destaca un éxito: “China reducirá hasta 80% el uso de pesticidas empleando OGM”. Además, da en el clavo al señalar que “fuentes técnicas europeas admiten las bondades de rudimentarios OGM que los campesinos vienen aplicando desde hace generaciones”.

En rigor, científicos británicos y franceses creen que ciertos alimentos biogenéticos pueden adaptarse al consumo humano y resultar ambientalmente beneficiosos. Por otra parte, en 2000 una alta comisionada de la CE, Margot Wallström, calificaba de “ilegal e injustificada” la veda hoy en cuestión. Pero hay factores políticos, sociales y psicológicos que actúan contra los OGM. Empezando por el escaso crédito de Zoellick -responsable parcial de que la rueda Dohá y, con ella, la OMC orillen el fracaso- como adalid de pueblos pobres.

En particular porque, como ocurre en Brasil, Argentina o Polonia, quienes promueven o venden OGM buscan negocios rápidos. Tampoco es coherente la defensa de los OGM por parte de EE.UU., un país que malgasta US$ 170.000 millones anuales en subsidiar su ineficiente sector rural, en vez de permitir que las economías subdesarrolladas (África, Latinoamérica) exporten sus alimentos primarios o semiprimarios y obtengan ingresos genuinos para mejorar la situación de sus habitantes.

Los europeos no están libres de pecado. La veda a OGM pasa por alto o desestimula la investigación y el desarrollo, en nombre del mismo electoralismo fácil que Edgar Faure -en pos del retrógrado voto rural- impuso en la Francia de los 60 y, luego, se contagió a Alemania, Dinamarca, etc. Por supuesto, en EE.UU. terratenientes, chacareros y sus legisladores cumplen el mismo papel. Curiosamente, en el Río de la Plata, los promotores de OGM o pesticidas riesgosos los ofrecen como meros vehículos para aumentar ganancias (igual que el “feed lot”, encierre de ganado, en un país donde sobran pasturas naturales).

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