Tokio: pésima resonancia tuvo la nacionalización de Resona

Las acciones bancarias se derrumbaron en Tokio tras una sorpresiva decisión del gobierno: nacionalizar el grupo Resona para salvarlo del colapso. Esto revela nuevas vulnerabilidades en el endeble sistema financiero japonés.

20 mayo, 2003

Los papeles de Resona cayeron 16% al difundirse un programa para inyectar US$
17.000 millones de fondos estatales en esa banca. Esto representa 10% del capital
social, muy por encima del techo reglamentario (4%), y significa que el estado
pasa a controlar la entidad. El doble ministro Heizo Takenaka -Economía
y Servicios Financieros- explicó que se había actuado para “evitar
una crisis sistémica” y señaló que este rescate no se
extendería a otros bancos. Pero no aclaró por qué, si (como
revelaron en Hongkong y Singapur) la decisión estaba tomada de antemano,
se esperó el cierre de la reunión del G-7 para llevarla a cabo.

La superintendencia de bancos indicó que Resona, cuyas cuentas habían
sido cuestionadas por los auditores, atenderá en forma normal y los depósitos
serán garantidos por el gobierno. A su vez, el primer ministro Junichiro
Koizumi se manifestó dispuesto a “no permitir ninguna crisis del sistema
ni generar inquietud entre inversores y empresarios”. Sus palabras sonaron
algo hueco y fue preciso que Mizuho -el mayor banco del mundo en activos- y SMFG,
el segundo del Japón, salieran a calmar la plaza aclarando que “el
problema es sólo de Resona y no adoptaremos medidas extraordinarias al
respecto”.

No obstante, como los operadores consideran a Mizuho y otro grande, UFJ, en situación
de riesgo, sus acciones bajaron 8 y 6,5%, contra el 4,9% de SMFG o el 2,3% de
MTFG. “Temo que el salvataje sea demasiado poco y haya llegado tarde. Ahora,
el estado debiera hacer una inyección más fuerte para que el sector
recobre la confianza del mercado”, afirmó anoche Yujio Edano, del
opositor Partido Demócrata.

Resona acudió de urgencia al gobierno precisamente por los resultados de
una auditoria externa. Según su informe, su liquidez había caído
a 2%, no el 6% que declaraba. Por tanto, las pérdidas del ejercicio 2002
-abril de ese año a marzo pasado- suben de US$ 2.480 a 7.160 millones (+188,7%).
El silencio oficial durante el fin de semana es poco explicable, pues los cinco
máximos directivos del banco renunciaron el sábado y se retiran
sin siquiera una pensión. El domingo, la entidad anunció que lanzaría
un plan de recuperación, entre cuyas medidas figura 30% de rebaja a todas
las remuneraciones ejecutivas. Ayer, se supo que el estado buscar alguien ajenos
a Resona para encabezar la entidad.

Shin Nihon, jefe de la auditoría, había objetado asentar en libros
los impuestos diferidos. En el régimen japonés, son créditos
tributarios contra futuras utilidades y 70% del capital de Resona se componía
de esos activos “hipotéticos”, contra el 40% normal en la banca
privada del país. Esta crisis hace sospechar a accionistas e inversores
situaciones similares en otras instituciones.

Los papeles de Resona cayeron 16% al difundirse un programa para inyectar US$
17.000 millones de fondos estatales en esa banca. Esto representa 10% del capital
social, muy por encima del techo reglamentario (4%), y significa que el estado
pasa a controlar la entidad. El doble ministro Heizo Takenaka -Economía
y Servicios Financieros- explicó que se había actuado para “evitar
una crisis sistémica” y señaló que este rescate no se
extendería a otros bancos. Pero no aclaró por qué, si (como
revelaron en Hongkong y Singapur) la decisión estaba tomada de antemano,
se esperó el cierre de la reunión del G-7 para llevarla a cabo.

La superintendencia de bancos indicó que Resona, cuyas cuentas habían
sido cuestionadas por los auditores, atenderá en forma normal y los depósitos
serán garantidos por el gobierno. A su vez, el primer ministro Junichiro
Koizumi se manifestó dispuesto a “no permitir ninguna crisis del sistema
ni generar inquietud entre inversores y empresarios”. Sus palabras sonaron
algo hueco y fue preciso que Mizuho -el mayor banco del mundo en activos- y SMFG,
el segundo del Japón, salieran a calmar la plaza aclarando que “el
problema es sólo de Resona y no adoptaremos medidas extraordinarias al
respecto”.

No obstante, como los operadores consideran a Mizuho y otro grande, UFJ, en situación
de riesgo, sus acciones bajaron 8 y 6,5%, contra el 4,9% de SMFG o el 2,3% de
MTFG. “Temo que el salvataje sea demasiado poco y haya llegado tarde. Ahora,
el estado debiera hacer una inyección más fuerte para que el sector
recobre la confianza del mercado”, afirmó anoche Yujio Edano, del
opositor Partido Demócrata.

Resona acudió de urgencia al gobierno precisamente por los resultados de
una auditoria externa. Según su informe, su liquidez había caído
a 2%, no el 6% que declaraba. Por tanto, las pérdidas del ejercicio 2002
-abril de ese año a marzo pasado- suben de US$ 2.480 a 7.160 millones (+188,7%).
El silencio oficial durante el fin de semana es poco explicable, pues los cinco
máximos directivos del banco renunciaron el sábado y se retiran
sin siquiera una pensión. El domingo, la entidad anunció que lanzaría
un plan de recuperación, entre cuyas medidas figura 30% de rebaja a todas
las remuneraciones ejecutivas. Ayer, se supo que el estado buscar alguien ajenos
a Resona para encabezar la entidad.

Shin Nihon, jefe de la auditoría, había objetado asentar en libros
los impuestos diferidos. En el régimen japonés, son créditos
tributarios contra futuras utilidades y 70% del capital de Resona se componía
de esos activos “hipotéticos”, contra el 40% normal en la banca
privada del país. Esta crisis hace sospechar a accionistas e inversores
situaciones similares en otras instituciones.

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