Tarde o temprano, la actual crisis debía arrinconar al mercado

Lo que algunos corifeos del negocio todavía llaman “mágico ámbito de las finanzas modernas” tomó años para armarse. Ahora, dos crisis iniciadas en agosto ponen contra las cuerdas a la Reserva Federal, otros emisores y la banca privada.

26 marzo, 2008

El apresurado y accidentado salvamento de Bear Stearns obligó a la RF a cambiar sus propias reglas dos veces en menos de una semana. Además, fue preciso rebajar a 2,25% anual la tasa básica, con lo cual –desde enero- se operaba la flexibilización de intereses más pronunciada a partir de 1958.

Por supuesto, era necesario moverse rápido para que Wall Street (y Londres) no se partiese en dos: un grupo de entidades en colapso y un grupo de sobrevivientes. Más allá de burbujitas bursátiles, queda por verse si el mundo especulativo encuentra nuevas formas de gestionar los riesgos de la borrascosa etapa que empieza. “No será gente como Alan Greenspan, Benjamin Bernanke ni Jean-Claude Trichet que logre hacerlo”, apuntaban Paul Krugman y Jeffrey Sachs.

El rescate de BS parece un exceso de tolerancia a una firma tan insensata. Durante decenios, en efecto, el mercado multiplicó activos de escaso sostén. Especialmente los creados por instrumentos derivativos. Pero la claves es una teoría financiera, alejada de la economía física, acuñada en los años 80, apoyada en tasas bajas, tecnología informática y complejos sistemas de ecuaciones armadas por supercomputadores. Sus actores no prestaron atención a advertencias de Paul Samuelson, Joel Kurtzman o el difunto Milton Friedman.

El primer campanazo corrió a cargo de la burbuja puntocom (2000/1) y sus especulares empresas que cotizaban en Wall Street sin tener siquiera libros. Pero nadie notó que aquellos mismos derivados estaban generando otra burbuja, basada en especulaciones hipotecarias y abuso de derivados. Ésta aguantó hasta 2006. En 2007, todavía los servicios financieros representaban 40% de las utilidades en el sector privado norteamericano (decirle “corporativo” es un dislate). Pero apenas 5% de la mano de obra empleada.

El sistema financiera iba apartándose de su cometido real, administrar y negociar futuros flujos monetarios en el resto de la economía. En cambio, fue mutando en un juego de tasas, precios y especulación pura, cuyo objeto era burlar a los principales entes reguladores. Verbigracia, miles de millones de dólares se refugiaban en vehículos de inversión estructurada (VIE) e instrumentos similares. Entretanto, las agencias calificadoras acompañaban regalando notas AAA a aseguradoras de riesgo sobre bonos que sólo eran aire caliente.

El apresurado y accidentado salvamento de Bear Stearns obligó a la RF a cambiar sus propias reglas dos veces en menos de una semana. Además, fue preciso rebajar a 2,25% anual la tasa básica, con lo cual –desde enero- se operaba la flexibilización de intereses más pronunciada a partir de 1958.

Por supuesto, era necesario moverse rápido para que Wall Street (y Londres) no se partiese en dos: un grupo de entidades en colapso y un grupo de sobrevivientes. Más allá de burbujitas bursátiles, queda por verse si el mundo especulativo encuentra nuevas formas de gestionar los riesgos de la borrascosa etapa que empieza. “No será gente como Alan Greenspan, Benjamin Bernanke ni Jean-Claude Trichet que logre hacerlo”, apuntaban Paul Krugman y Jeffrey Sachs.

El rescate de BS parece un exceso de tolerancia a una firma tan insensata. Durante decenios, en efecto, el mercado multiplicó activos de escaso sostén. Especialmente los creados por instrumentos derivativos. Pero la claves es una teoría financiera, alejada de la economía física, acuñada en los años 80, apoyada en tasas bajas, tecnología informática y complejos sistemas de ecuaciones armadas por supercomputadores. Sus actores no prestaron atención a advertencias de Paul Samuelson, Joel Kurtzman o el difunto Milton Friedman.

El primer campanazo corrió a cargo de la burbuja puntocom (2000/1) y sus especulares empresas que cotizaban en Wall Street sin tener siquiera libros. Pero nadie notó que aquellos mismos derivados estaban generando otra burbuja, basada en especulaciones hipotecarias y abuso de derivados. Ésta aguantó hasta 2006. En 2007, todavía los servicios financieros representaban 40% de las utilidades en el sector privado norteamericano (decirle “corporativo” es un dislate). Pero apenas 5% de la mano de obra empleada.

El sistema financiera iba apartándose de su cometido real, administrar y negociar futuros flujos monetarios en el resto de la economía. En cambio, fue mutando en un juego de tasas, precios y especulación pura, cuyo objeto era burlar a los principales entes reguladores. Verbigracia, miles de millones de dólares se refugiaban en vehículos de inversión estructurada (VIE) e instrumentos similares. Entretanto, las agencias calificadoras acompañaban regalando notas AAA a aseguradoras de riesgo sobre bonos que sólo eran aire caliente.

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