Subsidios agrícolas: aumentan presiones sobre la Unión Europea

Primero fue Franz Fischler, comisionado agrícola, que aludió a posibilidades de reducir subsidios. Luego, un grupo de países africanos pidió formalmente a la Unión Europea y a Estados Unidos indemnizaciones por perjuicios algodoneros.

17 junio, 2003

En realidad, el “ministro de Agricultura” de la UE sabía que los africanos iban a plantear un nuevo tipo de exigencia, por ahora en torno del algodón (su manufactura europea es la más cara del mundo). Entonces, sostuvo desde Bruselas que confiaba “en un pronto acuerdo preliminar para acotar el grueso de los subsidios, en el marco de la Organización Mundial de Comercio”. Vale decir, la pálida ronda Dohá. Días atrás, en efecto, los ministros agrícolas de los 15 analizaron un borrador de amplias reformas.

Irónicamente, la iniciativa parte de la UE, cuyos gastos anuales en subsidios (US$ 50.000 millones) representan menos de un tercio de los asignados por EE.UU. (US$ 170.000 millones para el ejercicio 2003, que cierre en septiembre), De hecho, las subvenciones europeas puramente agrícolas suman US$ 35.600 millones durante el corriente año. Hay otro factor sugestivo: ahora, los expertos de la UE admiten que la política de ligar subsidios a producción –resabio de Edgar Faure y su sistema para asegurarse el regresivo voto rural francés- genera excedentes y distorsiona la cadena íntegra de precios en la zona. Especialmente en Francia: aunque la firma londinense que calcula el costo de urbano para turistas la omita, París es la ciudad más cara del planeta.

Por supuesto, los norteamericanos insisten en que los fracasos iniciales de Dohá se deben a la pertinacia de la UE. Además, el conflicto político en torno de Irak hace que Washington cargue las tintas, precisamente, sobre el papel de Francia en un proteccionismo que data de 1958 y se debe a Faure, hombre de Charles de Gaulle (como Jacques Chirac). Naturalmente, EE.UU. prefiere obviar el actual papel proteccionista de Dinamarca y la futura influencia de Polonia, una economía de base rural, también aliada en la reciente guerra.

Otro elemento llamativo es la estadigrafía de la Organización para Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), que se apoya en la relación de la asistencia agrícola interna con el producto bruto interno. Tomando números de 2002, la entidad sostiene que la UE gasta US$ 112.600 millones (1,3% de su PBI), Japón 55.700 millones (1,4%) y EE.UU. apenas 90.300 millones (0,9%). En Bruselas, señalan que se trata de “un juego de cifras imaginarias a medida de Washington”.

En realidad, el “ministro de Agricultura” de la UE sabía que los africanos iban a plantear un nuevo tipo de exigencia, por ahora en torno del algodón (su manufactura europea es la más cara del mundo). Entonces, sostuvo desde Bruselas que confiaba “en un pronto acuerdo preliminar para acotar el grueso de los subsidios, en el marco de la Organización Mundial de Comercio”. Vale decir, la pálida ronda Dohá. Días atrás, en efecto, los ministros agrícolas de los 15 analizaron un borrador de amplias reformas.

Irónicamente, la iniciativa parte de la UE, cuyos gastos anuales en subsidios (US$ 50.000 millones) representan menos de un tercio de los asignados por EE.UU. (US$ 170.000 millones para el ejercicio 2003, que cierre en septiembre), De hecho, las subvenciones europeas puramente agrícolas suman US$ 35.600 millones durante el corriente año. Hay otro factor sugestivo: ahora, los expertos de la UE admiten que la política de ligar subsidios a producción –resabio de Edgar Faure y su sistema para asegurarse el regresivo voto rural francés- genera excedentes y distorsiona la cadena íntegra de precios en la zona. Especialmente en Francia: aunque la firma londinense que calcula el costo de urbano para turistas la omita, París es la ciudad más cara del planeta.

Por supuesto, los norteamericanos insisten en que los fracasos iniciales de Dohá se deben a la pertinacia de la UE. Además, el conflicto político en torno de Irak hace que Washington cargue las tintas, precisamente, sobre el papel de Francia en un proteccionismo que data de 1958 y se debe a Faure, hombre de Charles de Gaulle (como Jacques Chirac). Naturalmente, EE.UU. prefiere obviar el actual papel proteccionista de Dinamarca y la futura influencia de Polonia, una economía de base rural, también aliada en la reciente guerra.

Otro elemento llamativo es la estadigrafía de la Organización para Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), que se apoya en la relación de la asistencia agrícola interna con el producto bruto interno. Tomando números de 2002, la entidad sostiene que la UE gasta US$ 112.600 millones (1,3% de su PBI), Japón 55.700 millones (1,4%) y EE.UU. apenas 90.300 millones (0,9%). En Bruselas, señalan que se trata de “un juego de cifras imaginarias a medida de Washington”.

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