Sigue la ofensiva de EE.UU. y la Unión Europea contra China

En rara coordinación, Washington y Bruselas radicaron quejas formales ante la Organización Mundial de Comercio. Ambas acusan a Beijing de imponer tarifas discriminatorias a proveedores externos de autopartes.

1 abril, 2006

Estas acciones preceden en pocos días negociaciones comerciales de alto nivel entre Estados Unidos y China. De paso, surgen a semanas de una visita a Washington del presidente Hu Jintao, algo que causa escozores en el Reino del Medio.

No por casualidad coincidentes son otro aumento del superávit en el intercambio chino (2005), los reclamos son parte de una amplia campaña para poner en tela de juicio la política cambiaria y comercial del país asiático. “Vemos un escrutinio más estrecho y mayor empeño en cuestionar normas arbitrarias”, señala Jeffrey Schott (Institute for International Economicaa, un “lobby” pro sector privado norteamericano).

En el caso de la queja estadounidense, es apenas la segunda desde que China adhirió a la OMC en 2001. En 2004, se reclamó por el tratamiento tributario discriminatorio a semiconductores importados. Ahora, según declara la Comisión Europea, Beijing requiere que –cuando las partes importadas superen 60% de un vehículo armado en el país-, éste pague los gravámenes correspondientes a uno terminado.

Durante los últimos años, empresas de EE.UU. y la UE ha acudido en masa a China, cuyo mercado automotor es ya uno de los mayores en el mundo y prospera mientras otros se estancan o se achican. Muchos autopartistas grandes ha hecho lo mismo.

No obstante, el sector exporta relativamente poco a China. Según el propio representante comercial de Washington, Robert Portman, esos embarques crecieron apenas 6% en 2005 y sumaban sólo US$ 645 millones. Una mínima parte del mercado total (US$ 19.000 millones) y menor aun en relación con las exportaciones industriales a China (éstas subieron más de 20%, a US$ 32.500 millones). De ahí que los propios empresarios recomienden cautela a las autoridades.

En lo tocante al trámite, toda disputa que llega a la OMC abre sesenta días de consultas. Si no se llega a arreglo entre partes, la cuestión pasa a un panel de arbitraje. Entretanto, éste no será el último reclamo norteamericano. En febrero, Portman indicó que, si Beijing no mejora la protección de derechos y patentes, Washington apelará a instrumentos legales. Cabe acotar que el asunto de los microprocesadores acabó bien: China aceptó eliminar el tratamiento preferencial para fabricantes locales.

Estas acciones preceden en pocos días negociaciones comerciales de alto nivel entre Estados Unidos y China. De paso, surgen a semanas de una visita a Washington del presidente Hu Jintao, algo que causa escozores en el Reino del Medio.

No por casualidad coincidentes son otro aumento del superávit en el intercambio chino (2005), los reclamos son parte de una amplia campaña para poner en tela de juicio la política cambiaria y comercial del país asiático. “Vemos un escrutinio más estrecho y mayor empeño en cuestionar normas arbitrarias”, señala Jeffrey Schott (Institute for International Economicaa, un “lobby” pro sector privado norteamericano).

En el caso de la queja estadounidense, es apenas la segunda desde que China adhirió a la OMC en 2001. En 2004, se reclamó por el tratamiento tributario discriminatorio a semiconductores importados. Ahora, según declara la Comisión Europea, Beijing requiere que –cuando las partes importadas superen 60% de un vehículo armado en el país-, éste pague los gravámenes correspondientes a uno terminado.

Durante los últimos años, empresas de EE.UU. y la UE ha acudido en masa a China, cuyo mercado automotor es ya uno de los mayores en el mundo y prospera mientras otros se estancan o se achican. Muchos autopartistas grandes ha hecho lo mismo.

No obstante, el sector exporta relativamente poco a China. Según el propio representante comercial de Washington, Robert Portman, esos embarques crecieron apenas 6% en 2005 y sumaban sólo US$ 645 millones. Una mínima parte del mercado total (US$ 19.000 millones) y menor aun en relación con las exportaciones industriales a China (éstas subieron más de 20%, a US$ 32.500 millones). De ahí que los propios empresarios recomienden cautela a las autoridades.

En lo tocante al trámite, toda disputa que llega a la OMC abre sesenta días de consultas. Si no se llega a arreglo entre partes, la cuestión pasa a un panel de arbitraje. Entretanto, éste no será el último reclamo norteamericano. En febrero, Portman indicó que, si Beijing no mejora la protección de derechos y patentes, Washington apelará a instrumentos legales. Cabe acotar que el asunto de los microprocesadores acabó bien: China aceptó eliminar el tratamiento preferencial para fabricantes locales.

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