Seis factores que la autoridad monetaria debiera tener presentes

“Para decirlo sin ambages, el llamado nuevo sistema financiero –pese a sus brillantes agentes y sus cuantiosas ganancias- ha fracasado en los mercados”. Así sostuvo Paul Volcker, el 8 de abril, ante el Economic club, Nueva York.

9 mayo, 2008

Volcker es un “banquero de banqueros centrales” (algo que Alan Greenspan nunca será), que terminó con la inflación en su tenida al frente de la Reserva Federal (1979/87). Cuando habla, se lo escucha y, esta vez, sus dichos eran devastadores porque tiene razón. Pero aclaro que la actual doble crisis –hipotecas, crédito- no es única.

 

Al revés, “culmina no menos de cinco quiebres sistémicos en veinticinco años. Por ende, algo falla en las bases”. Los bancos centrales que no presten atención a esta advertencia, apunta el analista británico Martin Wolf, “arriesgan turbulencias aún peores”.

¿Qué puede hacerse? “Personalmente –señala el ortodoxo experto, recomendaría olvidar regulaciones, casi siempre inútiles. Aparte de leyes sobre fraudes, debiera dejarse al sistema vivir o morir por sus propias normas de competencia. Si un negocio fracasa, que cierre, deje en la intemperie a accionistas, acreedores, clientes, ejecutivos y empleados”. Es una forma de capitalismo salvaje que el propio Wolf no cree políticamente factible.

Aferrado a lo draconiano, el analista cree que ese tipo de actitudes llevaría a mejores sistemas financieros, al menos en economías centrales. Pero “no existe gobierno que se atreva, como demuestran salvatajes tan onerosos como los de Northern Rock en Gran Bretaña o Bear Stearns en Estados Unidos. Público y dirigencias deben ser protegidos de los banqueros y a ellos de sí mismos. Las finanzas –ironiza- son algo demasiado relevantes para dejarse al mercado”.

Ya que es inevitable, la regulación debiera replanterase. A menos que, como subraya Volcker, “podamos coexistir con una crisis substancial cada cinco años, más o menos”. Por, por fuerte que sea, la banca no tiene licencia para causar estrategos. En cuanto al actual sistema, “es difícil sostener que hata deparado grande ventajas a la economía real”. En ese contexto, Wolf –no Volcker- propone seis principios. Cobertura. Al respecto, son obvios los peligros regulatorios. Cuando se imponen requisitos de capital mínimo o encaje, los banqueros pasan a actividades excluidas del balance. Si las restricciones son de jurisdicción, los negocios se marchan a plazas extraterritoriales. Por ende, la cobertura regulatoria debe ser completa, sin fisuras.

Colchones. El capital accionario es el mayor colchón amortiguador. Si Bear Stearns hubiese tenido suficiente liquidez, su escandaloso rescate no habría sido necesario. Las exigencias al respecto han de ser iguales en todo el sistema y abarcar todo tipo de riesgos, en particular los de solvencia.

Solvencia. El modelo de distribución tiene, claramente, un gran inconveniente: quienes originan operaciones no se ocupan bastante por la calidad de los préstamos ni la solvencia de sus recipientes. Por ende, debiera exigírseles retener porciones de liquidez relativas a créditos titulizados.

Ciclos. Las normas actuales son procíclicas y el capital se evapora cuando se vienen malos tiempos, vía depreciaciones o liquidaciones. Esto contraer el crédito, acentúa el enfriamiento económico y deteriora activos. Una solución sería discriminar entre un mínimo y varios niveles para asignar capitales. Transparencia. Falta de información, asimetría e incertidumbres son inherentes al negocio financiero, vulnerable a vaivenes. Por tanto, debiera buscarse la mayor transparencia asequible. A eso no han contribuido las agencias calificadora ni los conflictos de intereses que las caracerizan.

Complejidad. Su exceso es especialmente perjudicial, pues los mercados de paquete titulizados a veces obligan a los bancos centrales a operar como prestamistas de última instancia”. Entre otras soluciones, una sería insistir en que derivados se negocien en bolsa.

John Maynard Keynes sostenía que, “cuando el desarrollo de capitales en un país depende de un casino, es que la autoridad actúa mal”. En verdad, rasgos de casino subsistirán siempre en un sistema financiero proclive, por ende incapaz de cumplir dos funciones: custodiar los ahorros del público y orientarlos hacia donde produzcan mejores resultados. Eso no ocurre con el sistema que criticaba Volcker.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades