Se desplomó la ronda Dohá, algo que no sorprendió a nadie

Otrora saludada como “oportunidad en una generación para promover intercambio y crecimiento”, se han caído las negociaciones globales iniciadas en 2001. Cabe ahora preguntarse cuál será el destino de la Organización Mundial de Comercio.

24 julio, 2006

Casi cinco años de peleas, frustraciones, suspensiones y reanudaciones han acabado con algo que –creían los líricos y los burócratas internacionales de siempre- iba a constituir un instrumento clave en la eterna, perdidosa lucha contra la pobreza. Plantear una nueva ronda llevaría años y quizá la OMC no aguante tanto.

La suspensión final, dictada en Ginebra, se debió a que las principales potencias económicas (Unión Europea, Estados Unidos, Japón) fracasaron en un esfuerzo de última hora. Como estaba previsto –“Mercado” viene anticipándolo desde 2004-, el empecinamiento en mantener cuantiosos , anacrónicos subsidios agrícolas a ambos lados del Atlántico norte fue la tumba de las ilusiones.

“La negociaciones en la OMC y dentro de la ronda Dohá han sido interrumpidas sin fecha de reanudación”, informó a la prensa Kamal Nath, ministro indio de industria y comercio. Alguien le preguntó cuándo se abrirán. “En meses, si no en años”, replicó.

La ronda, lanzada (2001) en la capital de Qatar, emirato del golfo Pérsico. Quedó trabada de movida porque EE.UU. y la UE se negaron a aceptar como objetivo el desmantelamiento paulatino de sus enormes subsidios a la actividad rural. Pero, en cambio, las potencias centrales pretendían que los países en desarollo (representados por el Grupo de los 20. donde figurasn China, India, Brasil, Argentina y otros) abriesen sus mercados a la importación de bienes con alto valor agregado.

En el agónico intento final, catorce horas de conversaciones en un grupo de seis interlocutores selectos (UE, EE.UU., Japón, India, Brasil, Australia) no llevaron a nada. Un día antes, Pascal Lamy, presidente de la OMC y viejo campeón de los subsidios europeos, había advertido lo que luego ocurrió.

Por una vez juntos, la UE e India le echaron la culpa de EE.UU., al menos en la colapso final. Ocurre que Washington pedía demasiado para rebajar los US$ 20.000 millones anuales que regala a sus productores rurales. Peter Mandelson, comisario de comercio europeo, censuró agriamente “la extrema reticencia del país más rico y poderoso del mundo, cuyos altos niveles de vida pueden permitirle ser menos obcecado”. A partir de ahora, claro, vendrán los balances, las acusaciones, las disculpas y las palinodias.

La sesión final no excluyó denuestos. Pese a esto, una llamativa cantidad de medios -algunos en el Río de la Plata- tratab de dismular el dolapso. Llegaron a adecir que la suspensión es sólo hasta fin de año.

Casi cinco años de peleas, frustraciones, suspensiones y reanudaciones han acabado con algo que –creían los líricos y los burócratas internacionales de siempre- iba a constituir un instrumento clave en la eterna, perdidosa lucha contra la pobreza. Plantear una nueva ronda llevaría años y quizá la OMC no aguante tanto.

La suspensión final, dictada en Ginebra, se debió a que las principales potencias económicas (Unión Europea, Estados Unidos, Japón) fracasaron en un esfuerzo de última hora. Como estaba previsto –“Mercado” viene anticipándolo desde 2004-, el empecinamiento en mantener cuantiosos , anacrónicos subsidios agrícolas a ambos lados del Atlántico norte fue la tumba de las ilusiones.

“La negociaciones en la OMC y dentro de la ronda Dohá han sido interrumpidas sin fecha de reanudación”, informó a la prensa Kamal Nath, ministro indio de industria y comercio. Alguien le preguntó cuándo se abrirán. “En meses, si no en años”, replicó.

La ronda, lanzada (2001) en la capital de Qatar, emirato del golfo Pérsico. Quedó trabada de movida porque EE.UU. y la UE se negaron a aceptar como objetivo el desmantelamiento paulatino de sus enormes subsidios a la actividad rural. Pero, en cambio, las potencias centrales pretendían que los países en desarollo (representados por el Grupo de los 20. donde figurasn China, India, Brasil, Argentina y otros) abriesen sus mercados a la importación de bienes con alto valor agregado.

En el agónico intento final, catorce horas de conversaciones en un grupo de seis interlocutores selectos (UE, EE.UU., Japón, India, Brasil, Australia) no llevaron a nada. Un día antes, Pascal Lamy, presidente de la OMC y viejo campeón de los subsidios europeos, había advertido lo que luego ocurrió.

Por una vez juntos, la UE e India le echaron la culpa de EE.UU., al menos en la colapso final. Ocurre que Washington pedía demasiado para rebajar los US$ 20.000 millones anuales que regala a sus productores rurales. Peter Mandelson, comisario de comercio europeo, censuró agriamente “la extrema reticencia del país más rico y poderoso del mundo, cuyos altos niveles de vida pueden permitirle ser menos obcecado”. A partir de ahora, claro, vendrán los balances, las acusaciones, las disculpas y las palinodias.

La sesión final no excluyó denuestos. Pese a esto, una llamativa cantidad de medios -algunos en el Río de la Plata- tratab de dismular el dolapso. Llegaron a adecir que la suspensión es sólo hasta fin de año.

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