Rusia: su endeudamiento torna a ser un problema

Estos días, los bonos federales y empresarios rusos no se limitan a acompañar el retroceso internacional. A seis años del derrumbe, inversores y especuladores han sobrecomprado deuda privada moscovita. Hoy tienen miedo.

15 mayo, 2004

Aunque el Fondo Monetario, la Comisión Europea, otras entidades, la banca y los analistas empleen el eufemismo “emergente” –que no significa nada-, la economía rusa continúa “en desarrollo”. Su solvencia es tan dudosa como la diafanidad de los oligarcas que, vuelta a vuelta, desafían el poder casi monárquico de Vladyímir Putin.

Ahora, con los tipos de interés acercándose rápidamente a 5% anual en Estados Unidos, el mercado global de deuda parece haber caído nuevamente en la trampa de 1997/8. Pero, mientras entonces el detonante fue una cadena de ceses de pagos soberanos, hoy el mayor riesgo reside en la deuda privada. No sólo en Rusia sino, también, en Byelarús y Ucrania.

Irónicamente, la economía moscovita es más sólida que la solvencia estatal y privada: el precio de los títulos de renta mínima fija (bonos, letras) venían cediendo peligrosamente y sólo un puñado de emisores elude el cimbronazo. “Hace casi dos semanas que se opera lo menos posible en valores privados, porque muchos ya son chatarra”, admitía el viernes la división bonos de NIKoil Bank (Moscú).

Entretanto, los precios del petróleo –crudos tejanos a más de US$ 42 el barril-, tasa T-10 en 4,7% anual, déficit comercial y fiscal prenuncian un repunte inflacionario en EE.UU. Esto castiga sus bonos y acelera el deterioro de sus equivalentes en Brasil, Turquía, Argentina, Ucrania, Nigeria, etc. Si, por ejemplo, una crisis sistémica generalizada llevase a los tres primeros a incumplir con el FMI, éste se quedaría sin caja para operar normalmente.

Señales sobran. Una es el índice de JP Morgan Chase sobre títulos “emergentes”, que caía más de 6,3% a fin de la semana. Es el peor momento desde 2002. ¿Por qué? Porque el descenso y la iliquidez de bonos rusos privados amenazan a los fondos de cubertura (es decir, los que viven de derivativos, cuya licuación tal vez sanease las finanzas mundiales).

Esto golpea a la propia banca internacional que, como contrapartida, presiona despiadadamente a deudores privados y soberanos en la periferia. El “efecto“hormiguero pateado” (definición de Paul Krugman y Jeffrey Sachs) explica inclusive campañas que pueden desestabilizar a gobiernos menos autoritarios que el ruso, el turco o el ucraniano.

En 1998, el extremo apalancamiento –sobrecuberturas vía derivados- de deuda soberana moscovita provocó una loca ola de cuberturas suplementarias –todavía más volátiles, no ya sólo en Rusia-, que generó varias quiebras. Un caso ya clásico fue el fondo especulativo Long Term Capital Management, manejado por dos “genios” matemáticos que ganaron el Nobel económico 1997 por “perfeccionar” derivativos. Cuando la Reserva Federal lo salvó de la liquidación, por motivos obscuros, LTCM había creado 50 dólares de aire por cada dólar de sustento.

“Público y bancas tienen muy flaca memoria”, teme Christian Stracke (analista en CreditSights). “Si bien la economía rusa ha avanzado desde 1998, muchas emisiones de deuda privadas son pura chatarra. Pero, a diferencia del gobierno –objeto de una exagerada ayuda del Fondo-, las empresas ni siquiera no contarán con auxilio siquiera para pagar intereses”. ¿Y las calificadoras de riesgo? Bien, gracias (como en 1997).

Aunque el Fondo Monetario, la Comisión Europea, otras entidades, la banca y los analistas empleen el eufemismo “emergente” –que no significa nada-, la economía rusa continúa “en desarrollo”. Su solvencia es tan dudosa como la diafanidad de los oligarcas que, vuelta a vuelta, desafían el poder casi monárquico de Vladyímir Putin.

Ahora, con los tipos de interés acercándose rápidamente a 5% anual en Estados Unidos, el mercado global de deuda parece haber caído nuevamente en la trampa de 1997/8. Pero, mientras entonces el detonante fue una cadena de ceses de pagos soberanos, hoy el mayor riesgo reside en la deuda privada. No sólo en Rusia sino, también, en Byelarús y Ucrania.

Irónicamente, la economía moscovita es más sólida que la solvencia estatal y privada: el precio de los títulos de renta mínima fija (bonos, letras) venían cediendo peligrosamente y sólo un puñado de emisores elude el cimbronazo. “Hace casi dos semanas que se opera lo menos posible en valores privados, porque muchos ya son chatarra”, admitía el viernes la división bonos de NIKoil Bank (Moscú).

Entretanto, los precios del petróleo –crudos tejanos a más de US$ 42 el barril-, tasa T-10 en 4,7% anual, déficit comercial y fiscal prenuncian un repunte inflacionario en EE.UU. Esto castiga sus bonos y acelera el deterioro de sus equivalentes en Brasil, Turquía, Argentina, Ucrania, Nigeria, etc. Si, por ejemplo, una crisis sistémica generalizada llevase a los tres primeros a incumplir con el FMI, éste se quedaría sin caja para operar normalmente.

Señales sobran. Una es el índice de JP Morgan Chase sobre títulos “emergentes”, que caía más de 6,3% a fin de la semana. Es el peor momento desde 2002. ¿Por qué? Porque el descenso y la iliquidez de bonos rusos privados amenazan a los fondos de cubertura (es decir, los que viven de derivativos, cuya licuación tal vez sanease las finanzas mundiales).

Esto golpea a la propia banca internacional que, como contrapartida, presiona despiadadamente a deudores privados y soberanos en la periferia. El “efecto“hormiguero pateado” (definición de Paul Krugman y Jeffrey Sachs) explica inclusive campañas que pueden desestabilizar a gobiernos menos autoritarios que el ruso, el turco o el ucraniano.

En 1998, el extremo apalancamiento –sobrecuberturas vía derivados- de deuda soberana moscovita provocó una loca ola de cuberturas suplementarias –todavía más volátiles, no ya sólo en Rusia-, que generó varias quiebras. Un caso ya clásico fue el fondo especulativo Long Term Capital Management, manejado por dos “genios” matemáticos que ganaron el Nobel económico 1997 por “perfeccionar” derivativos. Cuando la Reserva Federal lo salvó de la liquidación, por motivos obscuros, LTCM había creado 50 dólares de aire por cada dólar de sustento.

“Público y bancas tienen muy flaca memoria”, teme Christian Stracke (analista en CreditSights). “Si bien la economía rusa ha avanzado desde 1998, muchas emisiones de deuda privadas son pura chatarra. Pero, a diferencia del gobierno –objeto de una exagerada ayuda del Fondo-, las empresas ni siquiera no contarán con auxilio siquiera para pagar intereses”. ¿Y las calificadoras de riesgo? Bien, gracias (como en 1997).

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