Ronda Dohá: entre peleas, desilusiones y estancamiento

Dentro de dos meses, habrá otro intento de desempantanar las negociaciones en el marco de la ronda Dohá. Pero no hay señales claras de optimismo al respecto, dentro o fuera de la Organización Mundial de Comercio.

20 julio, 2003

A partir del mes próximo y hasta vísperas de la reunión programada para mediados de septiembre, habrá una serie de encuentros preliminares para limar asperezas. Técnicamente, la agenda indica “análisis de nuevas pautas para racionalizar trámites de importación y procedimientos de inversión”. En realidad, será otra forma de dirimir desacuerdos entre las economías centrales (Estados Unidos, Unión Europea, Japón) y casi todo el resto del planeta.

En general, expertos y funcionarios de la OMC admiten que las divergencias, en particular las atinentes a proteccionismo y dumping agrícolas, ponen en tela de juicio la razón de ser de la ronda Dohá. Esto es, que las negociaciones múltiples –no las bilaterales- pueden reducir barreras comerciales.

Existen en todo eso componentes de hipocresía. Así, la UE pregona reformas en sus cuantiosos subsidio agrícolas (planteo clave de los países periféricos), pero su nivel siguen alto y pone contra la pared a economías dependientes de productos primarios rurales, que son las más pobres del mundo. De paso, restan argumentos a los “fundamentalistas de la agroindustria” en Argentina o Brasil, pues su gama de actividades no podría prosperar en un contexto tan proteccionista como el actual. Curiosamente, ese grupo no suele mencionar este aspecto de la cuestión, como tampoco lo hacen los promotores de transgénicos (salvo en China).

Por su parte, EE.UU. se escuda en “la duplicidad europea” (definición de Robert Zoellick, agente comercial viajero de Washington) y Japón, como sucede con el exterminio de ballenas y escualos, mira para otro lado (el arroz) y se sienta a esperar que los demás bajen sus propias barreras. Tangencialmente, la brecha política entre EE.UU. y el eje clave de Eurolandia (Francia-Alemania) por la guerra iraquí, la belicosidad de George W.Bush ante Norcorea y las presiones sobre Irán –dos problemas que inquietan a Tokio- puede hacer peligrar la reunión de septiembre en la OMC.

Los precedentes no son favorables. En las negociaciones generales de junio, los quince ministros de la UE se autoelogiaron porque su bloque había llegado a un acuerdo para reducir subsidios que llevan más de cuarenta años en el tapete. Pro, hasta ahora, la UE no ha tocado los US$ 49.000 millones anuales que gasta por ese concepto, pese a los crecientes déficit fiscales en algunos de los socios. Naturalmente, esgrimen una excusa: EE.UU. está derrochando US$ 170.000 millones en su propio esquema proteccionista (agro, siderurgia), mientras su rojo fiscal alcanza ya US$ 455.000 millones.

A partir del mes próximo y hasta vísperas de la reunión programada para mediados de septiembre, habrá una serie de encuentros preliminares para limar asperezas. Técnicamente, la agenda indica “análisis de nuevas pautas para racionalizar trámites de importación y procedimientos de inversión”. En realidad, será otra forma de dirimir desacuerdos entre las economías centrales (Estados Unidos, Unión Europea, Japón) y casi todo el resto del planeta.

En general, expertos y funcionarios de la OMC admiten que las divergencias, en particular las atinentes a proteccionismo y dumping agrícolas, ponen en tela de juicio la razón de ser de la ronda Dohá. Esto es, que las negociaciones múltiples –no las bilaterales- pueden reducir barreras comerciales.

Existen en todo eso componentes de hipocresía. Así, la UE pregona reformas en sus cuantiosos subsidio agrícolas (planteo clave de los países periféricos), pero su nivel siguen alto y pone contra la pared a economías dependientes de productos primarios rurales, que son las más pobres del mundo. De paso, restan argumentos a los “fundamentalistas de la agroindustria” en Argentina o Brasil, pues su gama de actividades no podría prosperar en un contexto tan proteccionista como el actual. Curiosamente, ese grupo no suele mencionar este aspecto de la cuestión, como tampoco lo hacen los promotores de transgénicos (salvo en China).

Por su parte, EE.UU. se escuda en “la duplicidad europea” (definición de Robert Zoellick, agente comercial viajero de Washington) y Japón, como sucede con el exterminio de ballenas y escualos, mira para otro lado (el arroz) y se sienta a esperar que los demás bajen sus propias barreras. Tangencialmente, la brecha política entre EE.UU. y el eje clave de Eurolandia (Francia-Alemania) por la guerra iraquí, la belicosidad de George W.Bush ante Norcorea y las presiones sobre Irán –dos problemas que inquietan a Tokio- puede hacer peligrar la reunión de septiembre en la OMC.

Los precedentes no son favorables. En las negociaciones generales de junio, los quince ministros de la UE se autoelogiaron porque su bloque había llegado a un acuerdo para reducir subsidios que llevan más de cuarenta años en el tapete. Pro, hasta ahora, la UE no ha tocado los US$ 49.000 millones anuales que gasta por ese concepto, pese a los crecientes déficit fiscales en algunos de los socios. Naturalmente, esgrimen una excusa: EE.UU. está derrochando US$ 170.000 millones en su propio esquema proteccionista (agro, siderurgia), mientras su rojo fiscal alcanza ya US$ 455.000 millones.

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