Petróleo: le cuesta mucho mantenerse a menos de US$ 70

Desde mediados de mayo, por cierto, los crudos tejanos intermedios (o “dulces”) bajan al rozar picos de US$ 73/74. En cada oportunidad, empero, rebotan el rozar mínimos de 68,50/69,50.

9 junio, 2006

Mientras tanto, la volatilidad de los hidrocarburos alimenta una polémica mundial entre los optimistas –por lo común ligados a jeques o grandes compañías- y los pesimistas, en general independientes y distantes del “cabildeo tejano”. Desde hace un tiempo, no obstante, el fiel de la balanza se queda a medio camino. También influyen los vaivenes geopolíticos en Levante.

Cabe preguntarse si, en verdad, el planeta va quedándose sin crudos y gas natural o si, dejado atrás el pico de extracción, se produce un desastre como –por ejemplo- el temido por el Fondo Monetario Internacional. En el plano técnico, ambos asertos son discutibles. No obstante, la industria petrolera mundial afronta la necesidad de reconvertirse, pasando del riego minero puro a un negocio apoyado en innovaciones tecnológicas (opción tabú para los gigantes hasta no hace mucho, todavía resistida por sus subsidiarias en la periferia).

A criterio de Royal Dutch/Shell, una grande de accidentada trayectoria esta década –inclusive reservas infladas para maquillar balances-, cabe la posibilidad de una innovación cosmética: combustibles fósiles más ecológicos. Una variante consiste el mezclar nafta y gasoil, aunque no para no afectar el ambiente sino, sencillamente, para alargar la duración de reservas convencionales.

Por supuesto, persiste el interrogante clave: ¿se agotan los hidrocarburos?. Colin Campbell, un geólogo erso, afirma desde hace algunos años que ese desenlace se aproxima. Por el contrario, Cambridge Energy Research (CER, un “lobby” de grandes compañías) sólo admite un alza de precios –perspectiva de suyo alarmante-, pero estima que, en el quinquenio 2006-10, la extracción puede elevarse en 15 millones de barriles diarios (bd). Amén de representar 18% del nivel actual y el mayor margen histórico en ese lapso, parece un exceso de optimismo que los mercados no comparten.

Quienes vislumbran que se acerca el máximo no toman en serio esas presunciones. Así, la consultora Herold subraya que “los costos de exploración y explotación sigue en aumento. El planeta está consumiendo tres barriles diarios de crudos por cada uno de reservas cubicadas”. Igual cree PFC Energy, a cuyo juicio “el pico de hallazgos ya pasó y estamos viviendo de reservas confirmadas hace treinta años”.

Sin duda, las empresas mayores y los principales países exportadores (dentro o fuera de la OPEP, salvo Rusia) afrontan crecientes obstáculos para recomponer reservas disponibles. En varios casos, simplemente no tienen acceso a fuentes de crudos baratos y fáciles de extraer. En realidad, esos depósitos se hallan en estados cuyas políticas no favorecen el negocio privado (Rusia, China, Irán, Venezuela, Méjico, Brasil, la propia Saudiarabia, etc.).

Al ir agotándose las reservas en el mar del Norte, Alaska o Libia, el famoso pico llegará antes (2010/15) a países extra OPEP que a los miembros de la entidad (2020/25). No obstante, otra fuente ligada al negocio, la oficina estadounidense de estudios geológicos (OEEG), llegó a una oportuna conclusión hace pocos meses: el mundo contiene unos tres billones de barriles en hidrocaburos convencionales recobrables. De ese monto se ha extraído apenas un tercio. A partir de este presupuesto, la OEEG posterga a 2025el máximo global (no parece tranquilizador, si las estimaciones del ente son correctas).

En lo atinente a los pesimistas (o realistas), hay un argumento básico: las reservas comprobadas y potenciales del golfo Pérsico están sobrevaluadas. Matthew Simmons, de una banca de inversión norteamericana experta en energía y combustibles –que no son sinónimos-, sostiene que los yacimientos de Saudiarabia, Kuweit y la Uniòn de Emiratos Árabes se hallan ya en dificultades. Mayores, sin embargo, en materia de crudos que de gas natural.

Ahora bien ¿más allá del pico extractivo se vendrá una crisis económica general? Expertos y analistas afines al sector no niegan esa perspectiva en un futuro previsible, pero sostienen que, luego, la declinación será paulatina y prolongada. Alí Mainí, ministro saudí del ramo, apunta a “una vasta zona inexplorada, sobre las fronteras con Irak, Jordania y Kuweit, tamaño California. Su apertura añadiría unos 200.000 millones de barriles a las reservas cubicadas”. Pero el jeque omite un dato: la guerra civil iraquí -efecto de la ocupación norteamericana- y el tiempo que tarde en resolverse.

En cuanto al aumento de combustibles, o sea el lado socioeconómico de la crisis petrolera, algunos “ortodoxos” ingresan al delirio. Por un lado, el instituto Cato recomienda “no repetir los controles de precios y otros errores cometidos en los años 70”. Rodrigo Rato, director gerente del FMI va más allá: afirma que el alza de hidrocarburos debe ser afrontada por los consumidores. Vale decir, la postura de jeques y compañías petroleras (cuando se globalizan, los españoles son temibles).

Otro tema preocupante es que los combustibles alternativos, en particular los no fósiles y menos agresivos al ambiente, no podrán desarrollarse, probarse ni producirse a tiempo. Sea cual fuere el plazo que les resta al petróleo y afines, las opciones se reducen a escasa participación en mercados no centrales. Por ejemplo, el etanol en Brasil, país hoy de pronto ilusionado con el autoabastecimiento de hidrocaburos. Obviamente, si el piso petrolero llegase recién luego de 20025/30, como imaginan los optimistas, habría tiempo para la transición entre los combustibles fósiles y los alternativos. Ésa es la postura de las automotrices norteamericanas y algunas europeas.

Las fórmulas nafta+gasoil y gasoil+nafta superlimpia marchan al frente, quizá porque les conviene a las petroleras. La segunda, conocida cono GTL (siglas en inglés), está siendo experimentada en Qatar y podrìa estarlo en Nigeria, de no ser por la guerra civil local y los riesgos de balcanización (como en 1975). También hay esperanzas en el biogasoil o biodiésel –de fuentes no fósiles- y en un carburante originado en arenas bituminosas canadienses.

Finalmente, aparecen los crudos pesados, muy contaminantes. Existen reservas verificadas en California, China, Canadá y Venezuela. En todos lo casos, superiores a las comprobadas en Saudiarabia. Más allá, claro, está el combustibles más sucio y contaminante, pero fácil de extraer aun a cielo abierto: el carbón.

Mientras tanto, la volatilidad de los hidrocarburos alimenta una polémica mundial entre los optimistas –por lo común ligados a jeques o grandes compañías- y los pesimistas, en general independientes y distantes del “cabildeo tejano”. Desde hace un tiempo, no obstante, el fiel de la balanza se queda a medio camino. También influyen los vaivenes geopolíticos en Levante.

Cabe preguntarse si, en verdad, el planeta va quedándose sin crudos y gas natural o si, dejado atrás el pico de extracción, se produce un desastre como –por ejemplo- el temido por el Fondo Monetario Internacional. En el plano técnico, ambos asertos son discutibles. No obstante, la industria petrolera mundial afronta la necesidad de reconvertirse, pasando del riego minero puro a un negocio apoyado en innovaciones tecnológicas (opción tabú para los gigantes hasta no hace mucho, todavía resistida por sus subsidiarias en la periferia).

A criterio de Royal Dutch/Shell, una grande de accidentada trayectoria esta década –inclusive reservas infladas para maquillar balances-, cabe la posibilidad de una innovación cosmética: combustibles fósiles más ecológicos. Una variante consiste el mezclar nafta y gasoil, aunque no para no afectar el ambiente sino, sencillamente, para alargar la duración de reservas convencionales.

Por supuesto, persiste el interrogante clave: ¿se agotan los hidrocarburos?. Colin Campbell, un geólogo erso, afirma desde hace algunos años que ese desenlace se aproxima. Por el contrario, Cambridge Energy Research (CER, un “lobby” de grandes compañías) sólo admite un alza de precios –perspectiva de suyo alarmante-, pero estima que, en el quinquenio 2006-10, la extracción puede elevarse en 15 millones de barriles diarios (bd). Amén de representar 18% del nivel actual y el mayor margen histórico en ese lapso, parece un exceso de optimismo que los mercados no comparten.

Quienes vislumbran que se acerca el máximo no toman en serio esas presunciones. Así, la consultora Herold subraya que “los costos de exploración y explotación sigue en aumento. El planeta está consumiendo tres barriles diarios de crudos por cada uno de reservas cubicadas”. Igual cree PFC Energy, a cuyo juicio “el pico de hallazgos ya pasó y estamos viviendo de reservas confirmadas hace treinta años”.

Sin duda, las empresas mayores y los principales países exportadores (dentro o fuera de la OPEP, salvo Rusia) afrontan crecientes obstáculos para recomponer reservas disponibles. En varios casos, simplemente no tienen acceso a fuentes de crudos baratos y fáciles de extraer. En realidad, esos depósitos se hallan en estados cuyas políticas no favorecen el negocio privado (Rusia, China, Irán, Venezuela, Méjico, Brasil, la propia Saudiarabia, etc.).

Al ir agotándose las reservas en el mar del Norte, Alaska o Libia, el famoso pico llegará antes (2010/15) a países extra OPEP que a los miembros de la entidad (2020/25). No obstante, otra fuente ligada al negocio, la oficina estadounidense de estudios geológicos (OEEG), llegó a una oportuna conclusión hace pocos meses: el mundo contiene unos tres billones de barriles en hidrocaburos convencionales recobrables. De ese monto se ha extraído apenas un tercio. A partir de este presupuesto, la OEEG posterga a 2025el máximo global (no parece tranquilizador, si las estimaciones del ente son correctas).

En lo atinente a los pesimistas (o realistas), hay un argumento básico: las reservas comprobadas y potenciales del golfo Pérsico están sobrevaluadas. Matthew Simmons, de una banca de inversión norteamericana experta en energía y combustibles –que no son sinónimos-, sostiene que los yacimientos de Saudiarabia, Kuweit y la Uniòn de Emiratos Árabes se hallan ya en dificultades. Mayores, sin embargo, en materia de crudos que de gas natural.

Ahora bien ¿más allá del pico extractivo se vendrá una crisis económica general? Expertos y analistas afines al sector no niegan esa perspectiva en un futuro previsible, pero sostienen que, luego, la declinación será paulatina y prolongada. Alí Mainí, ministro saudí del ramo, apunta a “una vasta zona inexplorada, sobre las fronteras con Irak, Jordania y Kuweit, tamaño California. Su apertura añadiría unos 200.000 millones de barriles a las reservas cubicadas”. Pero el jeque omite un dato: la guerra civil iraquí -efecto de la ocupación norteamericana- y el tiempo que tarde en resolverse.

En cuanto al aumento de combustibles, o sea el lado socioeconómico de la crisis petrolera, algunos “ortodoxos” ingresan al delirio. Por un lado, el instituto Cato recomienda “no repetir los controles de precios y otros errores cometidos en los años 70”. Rodrigo Rato, director gerente del FMI va más allá: afirma que el alza de hidrocarburos debe ser afrontada por los consumidores. Vale decir, la postura de jeques y compañías petroleras (cuando se globalizan, los españoles son temibles).

Otro tema preocupante es que los combustibles alternativos, en particular los no fósiles y menos agresivos al ambiente, no podrán desarrollarse, probarse ni producirse a tiempo. Sea cual fuere el plazo que les resta al petróleo y afines, las opciones se reducen a escasa participación en mercados no centrales. Por ejemplo, el etanol en Brasil, país hoy de pronto ilusionado con el autoabastecimiento de hidrocaburos. Obviamente, si el piso petrolero llegase recién luego de 20025/30, como imaginan los optimistas, habría tiempo para la transición entre los combustibles fósiles y los alternativos. Ésa es la postura de las automotrices norteamericanas y algunas europeas.

Las fórmulas nafta+gasoil y gasoil+nafta superlimpia marchan al frente, quizá porque les conviene a las petroleras. La segunda, conocida cono GTL (siglas en inglés), está siendo experimentada en Qatar y podrìa estarlo en Nigeria, de no ser por la guerra civil local y los riesgos de balcanización (como en 1975). También hay esperanzas en el biogasoil o biodiésel –de fuentes no fósiles- y en un carburante originado en arenas bituminosas canadienses.

Finalmente, aparecen los crudos pesados, muy contaminantes. Existen reservas verificadas en California, China, Canadá y Venezuela. En todos lo casos, superiores a las comprobadas en Saudiarabia. Más allá, claro, está el combustibles más sucio y contaminante, pero fácil de extraer aun a cielo abierto: el carbón.

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