Peligroso récord: la soja abarca ya la mitad de la superficie sembrada

Por otra parte, esta oleaginosa es el mayor rubro exportado. El año 2007 se cerró con casi diecisiete millones de hectáreas, vale decir 4,6% sobre los 16,25 millones de 2006. El área actual es 33 veces la capital federal.

20 febrero, 2008

Estos números generan inquietud, entre expertos ajenos al negocio cortoplacista, ante riesgos de convertir la soja en monocultivo. A raíz de precios internacionales en continua alza –la semana cerró en $ 1.040 la tonelada-, desde 2002 esta oleaginosa va desplazando otros rubros.

A esos niveles récord se agrega la firme demanda mundial, la menor inversión relativa para producir soja (respecto de cereales) y la poca incidencia en los precios internos. Esto refleja un hecho: 95% de la producción se exporta.

Pero es un cultivo que agota los nutrientes naturales. De ahí que preocupe la escasa rotación en vastas áreas ni el manejo adecuado de suelos que, junto con la siembra directa, puede afectar la calidad de las tierras. La intervención gubernamental no es ajena al fenómeno: al trabar el comercio de carnes rojas y lácteos, un grupo de tamberos y ganaderos se pasa a la soja.

Sea como fuere, esta oleaginosa es clave en la exportación. Este año, el fisco percibirá más de US$ 5.000 millone en retenciones, cuyas alicuotas alcanzan 35%. A diferencia del maíz –también insumo para fabricar etanol-, la soja no tiene otras aplicaciones y depende de los vaivenes en la plaza internacional de productos primarios.

Pero el proceso de “soyización” implica otros riesgos. Uno afecta al contexto social, pues ese proceso crea desempleo, excluye pequeños chacareros, cereales y tambos. Un negocio del momento -atractivo: el martes, el poroto de soya marcaba récords en Chicago- podrìa deteriorar las bases mismas de la agricultura argentina.

Estos números generan inquietud, entre expertos ajenos al negocio cortoplacista, ante riesgos de convertir la soja en monocultivo. A raíz de precios internacionales en continua alza –la semana cerró en $ 1.040 la tonelada-, desde 2002 esta oleaginosa va desplazando otros rubros.

A esos niveles récord se agrega la firme demanda mundial, la menor inversión relativa para producir soja (respecto de cereales) y la poca incidencia en los precios internos. Esto refleja un hecho: 95% de la producción se exporta.

Pero es un cultivo que agota los nutrientes naturales. De ahí que preocupe la escasa rotación en vastas áreas ni el manejo adecuado de suelos que, junto con la siembra directa, puede afectar la calidad de las tierras. La intervención gubernamental no es ajena al fenómeno: al trabar el comercio de carnes rojas y lácteos, un grupo de tamberos y ganaderos se pasa a la soja.

Sea como fuere, esta oleaginosa es clave en la exportación. Este año, el fisco percibirá más de US$ 5.000 millone en retenciones, cuyas alicuotas alcanzan 35%. A diferencia del maíz –también insumo para fabricar etanol-, la soja no tiene otras aplicaciones y depende de los vaivenes en la plaza internacional de productos primarios.

Pero el proceso de “soyización” implica otros riesgos. Uno afecta al contexto social, pues ese proceso crea desempleo, excluye pequeños chacareros, cereales y tambos. Un negocio del momento -atractivo: el martes, el poroto de soya marcaba récords en Chicago- podrìa deteriorar las bases mismas de la agricultura argentina.

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