Oro: cuatro años buenos y, ahora, un salto algo desmedido

Finalmente, esta semana el oro arranca a m+as de US$ 503 la onza troy (31,104 gramos, ley 99,44%). Ese valor no se había vuelto a alcanzar en casi veinte años. Argentina, Rusia, Sudáfrica y los operadores a futuro están comprando.

5 diciembre, 2005

No obstante, mientras otras corridas hacia el metal áureo solían anunciar o provocar brotes inflacionarios en las principales economías, no parece ocurrir hoy lo mismo. Por tres razones: (a) el mercado es mucho más chico que hace una generación, (b) los grandes bancos centrales atesoran escasos lingotes -lo cual diluye el efecto de sus vaivenes en las reservas- y (c), a diferencia de auges pasados, éste ni se acerca al máximo precio nominal de la historia: US$ 850 la onza, 20 de enero de 1980.

Los futuros del oro, por cierto, rozaron US$ 505 el viernes 2 en Nueva York, En esos niveles, los valores doblan los prevalentes a fines de 2001. En teoría, los inversores compraban el metal amarillo cuando veían o temían aumentos de precios en el resto de los activos (divisas, en particular). Esto no sucede en esta coiyuntura.

Naturalmente, quienes viven del negocio, empezando por analistas e intermediarios, encuentran motivos para el repunte: tasas de interés relativamente bajas (pero la básica británica roza 5% anual y su equivalente norteamericana puede alcanzarla este mes), hidrocarburos caros –pero se tarifan en dólares, una moneda floja- y enormes déficit en Estados Unidos (comercio, pagos externos, presupuesto).

Medios especializados de Londres y Nueva York, empero, creen que el auge tiene límites y los precios petroleros no volverán –por ahora- a los máximos registrados este mismo año. Tampoco las tasas largas permiten vislumbrar una onda inflacionaria, ni siquiera en economías periféricas. Lo que sí, el dólar no termina de consolidarse.

Algunos expertos menos convencionales creen advertir otro tipo de motivos para la firmeza del oro, sin vínculos inflacionarios. Por ejemplo, algunos bancos centrales –inclusive los de Argentina, Sudáfrica o Rusia- han estado comprando oro para diversificar reservas. Varios exportadores petroleros de primera línea han hecho lo mismo, pero porque estan sobrelíquidos y, en verdad, compran también bonos norteamericanos (lo cual infla el metal, pero deprime los rindes de esos papeles).

Sin embargo, hay otro factor: el culto oriental al lujo y la ostentación. Como señalan algunas carteras con tenencias áureas, China, India y otros países del área, en auge económico o comercial, están inflando la demanda de la joyería y otras aplicaciones del oro, la plata y el platino. Sin mencionar los diamantes y otras piedras preciosas (en especial, rubíes y esmeraldas).

No obstante, mientras otras corridas hacia el metal áureo solían anunciar o provocar brotes inflacionarios en las principales economías, no parece ocurrir hoy lo mismo. Por tres razones: (a) el mercado es mucho más chico que hace una generación, (b) los grandes bancos centrales atesoran escasos lingotes -lo cual diluye el efecto de sus vaivenes en las reservas- y (c), a diferencia de auges pasados, éste ni se acerca al máximo precio nominal de la historia: US$ 850 la onza, 20 de enero de 1980.

Los futuros del oro, por cierto, rozaron US$ 505 el viernes 2 en Nueva York, En esos niveles, los valores doblan los prevalentes a fines de 2001. En teoría, los inversores compraban el metal amarillo cuando veían o temían aumentos de precios en el resto de los activos (divisas, en particular). Esto no sucede en esta coiyuntura.

Naturalmente, quienes viven del negocio, empezando por analistas e intermediarios, encuentran motivos para el repunte: tasas de interés relativamente bajas (pero la básica británica roza 5% anual y su equivalente norteamericana puede alcanzarla este mes), hidrocarburos caros –pero se tarifan en dólares, una moneda floja- y enormes déficit en Estados Unidos (comercio, pagos externos, presupuesto).

Medios especializados de Londres y Nueva York, empero, creen que el auge tiene límites y los precios petroleros no volverán –por ahora- a los máximos registrados este mismo año. Tampoco las tasas largas permiten vislumbrar una onda inflacionaria, ni siquiera en economías periféricas. Lo que sí, el dólar no termina de consolidarse.

Algunos expertos menos convencionales creen advertir otro tipo de motivos para la firmeza del oro, sin vínculos inflacionarios. Por ejemplo, algunos bancos centrales –inclusive los de Argentina, Sudáfrica o Rusia- han estado comprando oro para diversificar reservas. Varios exportadores petroleros de primera línea han hecho lo mismo, pero porque estan sobrelíquidos y, en verdad, compran también bonos norteamericanos (lo cual infla el metal, pero deprime los rindes de esos papeles).

Sin embargo, hay otro factor: el culto oriental al lujo y la ostentación. Como señalan algunas carteras con tenencias áureas, China, India y otros países del área, en auge económico o comercial, están inflando la demanda de la joyería y otras aplicaciones del oro, la plata y el platino. Sin mencionar los diamantes y otras piedras preciosas (en especial, rubíes y esmeraldas).

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