Off shore: crecientes presiones de la CE y la OCDE

Con Caimán al frente, los puertos francos financieros y tributarios corren peligro. Se ha lanzado un proyecto multinacional para que las ganancias de esas colocaciones paguen impuestos en sus países de origen.

3 diciembre, 2003

En otras palabras, el ahorro desviado a las plazas extraterritoriales dejaría
de serlo a efectos fiscales. Pero en la fuente, no en el destino de las inversiones.

La Comisión Europea (Bruselas) y la Organización de Cooperación
y Desarrollo Económico (OCDE, París, donde Estados Unidos es miembro)
tienen un programa. No obstante, antes de ponerlo en marcha presionarán
a los paraísos fiscales para que colaboren “por las buenas”.

El caso Caimán es piloto porque, a raíz de “aprietes”
norteamericanos, ya no se permite abrir nuevas cuentas en bancos o agencias
locales. Al menos, así sostienen las propias entidades, con una salvedad:
las restricciones operan sólo si se sabe o se sospecha que el dinero
proviene de lavado o lo iniciará.

La clave del mecanismo es igual que en Suiza, Luxemburgo, Liechtenstein o Andorra:
el secreto financiero, que se aprovecha para evadir obligaciones fiscales. Así,
Washington estima que los “off shore” lo privan de US$ 70.000 millones
anuales en impuestos.

Por un lado, EE.UU, y el resto del hemisferio son víctimas de las “islas
extraterritoriales” caribeñas, Panamá o Montevideo (ahora
en decadencia). Por el otro, Australia y Nueva Zelanda sufren el “pillaje”
de varios atolones en el Pacífico, donde a veces hay más operadores
financieros que gente.

Después del 11 de septiembre de 2001 y con mayor intensidad ahora, varios
países centrales asocian esos movimientos de plata gris o negra con el
financiamiento de terrorismo “mayorista” o profesional en escala global.
Ahí entran también Suiza, Liechtenstein, Austria, Beirut, Bahréin
y la Unión de Emiratos Árabes.

No hay servicio de inteligencia ni banco central que lo ignore: la antigua
red que financia tráficos ilícitos -armas, drogas, psicofármacos-
se ha reciclado parcialmente para atender a grupos terroristas. No sólo
los musulmanes, claro.

Caimán no está sola, pero sus peculiaridades estructurales son
por demás llamativas. Para empezar, casi un tercio del producto bruto
interno proviene del negocio financiero. A mediados de este año, la banca
tenía obligaciones por un billón de dólares en moneda extrajera.
Son datos del Banco de Ajustes Internacionales (BAI, Basilea).

En este momento, Caimán Grande -la principal isla del archipiélago-
registra más de 4.000 fondos de inversión. De ese total, 20% administra
dinero de inversiones europeos. Ademán, Caimán es plaza favorita
para quienes manejan países como Cuba o Haití. También
es preferida por caciques provinciales del cono sur, ejércitos irregulares
de Colombia y, naturalmente, todo tipo de gente interesada en eludir impuesto
o empresas que desean mantener reserva sobre sus controlantes reales.

En este punto, aparece un problema espinoso, pues también banqueros
y empresarios de economías centrales abusan de los “off shore”.
Así pasó con Enron: Andrew Fastow, su cerebro financiero, había
creado centenares de firmas fantasmas. Pero no sólo en las Antillas sino,
también, en “paraísos” que funcionan en Delaware, Nueva
York o Florida. Tiempo antes, el ex Citibank hacía lo mismo en México.

En otras palabras, el ahorro desviado a las plazas extraterritoriales dejaría
de serlo a efectos fiscales. Pero en la fuente, no en el destino de las inversiones.

La Comisión Europea (Bruselas) y la Organización de Cooperación
y Desarrollo Económico (OCDE, París, donde Estados Unidos es miembro)
tienen un programa. No obstante, antes de ponerlo en marcha presionarán
a los paraísos fiscales para que colaboren “por las buenas”.

El caso Caimán es piloto porque, a raíz de “aprietes”
norteamericanos, ya no se permite abrir nuevas cuentas en bancos o agencias
locales. Al menos, así sostienen las propias entidades, con una salvedad:
las restricciones operan sólo si se sabe o se sospecha que el dinero
proviene de lavado o lo iniciará.

La clave del mecanismo es igual que en Suiza, Luxemburgo, Liechtenstein o Andorra:
el secreto financiero, que se aprovecha para evadir obligaciones fiscales. Así,
Washington estima que los “off shore” lo privan de US$ 70.000 millones
anuales en impuestos.

Por un lado, EE.UU, y el resto del hemisferio son víctimas de las “islas
extraterritoriales” caribeñas, Panamá o Montevideo (ahora
en decadencia). Por el otro, Australia y Nueva Zelanda sufren el “pillaje”
de varios atolones en el Pacífico, donde a veces hay más operadores
financieros que gente.

Después del 11 de septiembre de 2001 y con mayor intensidad ahora, varios
países centrales asocian esos movimientos de plata gris o negra con el
financiamiento de terrorismo “mayorista” o profesional en escala global.
Ahí entran también Suiza, Liechtenstein, Austria, Beirut, Bahréin
y la Unión de Emiratos Árabes.

No hay servicio de inteligencia ni banco central que lo ignore: la antigua
red que financia tráficos ilícitos -armas, drogas, psicofármacos-
se ha reciclado parcialmente para atender a grupos terroristas. No sólo
los musulmanes, claro.

Caimán no está sola, pero sus peculiaridades estructurales son
por demás llamativas. Para empezar, casi un tercio del producto bruto
interno proviene del negocio financiero. A mediados de este año, la banca
tenía obligaciones por un billón de dólares en moneda extrajera.
Son datos del Banco de Ajustes Internacionales (BAI, Basilea).

En este momento, Caimán Grande -la principal isla del archipiélago-
registra más de 4.000 fondos de inversión. De ese total, 20% administra
dinero de inversiones europeos. Ademán, Caimán es plaza favorita
para quienes manejan países como Cuba o Haití. También
es preferida por caciques provinciales del cono sur, ejércitos irregulares
de Colombia y, naturalmente, todo tipo de gente interesada en eludir impuesto
o empresas que desean mantener reserva sobre sus controlantes reales.

En este punto, aparece un problema espinoso, pues también banqueros
y empresarios de economías centrales abusan de los “off shore”.
Así pasó con Enron: Andrew Fastow, su cerebro financiero, había
creado centenares de firmas fantasmas. Pero no sólo en las Antillas sino,
también, en “paraísos” que funcionan en Delaware, Nueva
York o Florida. Tiempo antes, el ex Citibank hacía lo mismo en México.

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