Occidente, inquieto por el auge de fondos soberanos y feudales

Al principio, se preocupaba Alemania. Luego se sumó la Eurozona. Ahora, Estados Unidos ve con temor el auge de fondos inversores estatales (China, Rusia), mixtos (Singapur, Hongkong) o controlados por clanes árabes (Kuweit, Abú Dhabí).

31 octubre, 2007

Por ejemplo, el fondo de reserva general (Kuweit) y un subsidiario manejaban a fin de septiembre alrededor de US$ 400.000 millones. La alianza Singapur-Temasek reúne unos 300.000 millones, en tanto China debe aún asignar fondos por US$ 200.000 millones–no se incluyen inversiones en África, de Sudán al sur- y Rusia maneja US$ 130.000 millones. Noruega, el único reducto occidental, tiene colocados cerca de US$ 310.000 millones.

Muy por encima, Abú Dhabí Investments, que representa la Unión de Emiratos árabes, maneja una caja de US$ 875.000 millones. En cuanto a Saudiabia, controla US$ 300.000 millones. Como se ve, ya no se trata sólo de exportadores petroleros ni de economías centrales. Además, el flujo de dinero a veces algo turbio (Rusia) o directamente feudal (los países árabes) pone en ridículo las medidas “minimalistas” habituales en Estados Unidos, Gran Bretaña o la Eurozona.

Otro aspecto de esta “globalización inversa” surge de actividades ilícitas. Desde tráfico de armas, drogas o personas a organizaciones mafiosas. Verbigracia, la ‘ndranghetta calabresa es activa operadora en la bolsa de Fráncfort, donde compra o vende activos vía testaferros. Igual ocurre con las bolsas suizas. Por lo demás, nunca se sabe cuántos grupos tipo al-Qa’eda actúan bajo la máscara de financistas o bancos musulmanes.

Dejando de lado esos extremos, varios especialistas en el tema creen llegado el momento de incluir esos fondos en una negociación colectiva entre países inversores y economías receptoras de flujos. Por cierto, la cuestión de los capitales soberanos fue tocada, pero no mucho, durante la reciente reunión de Grupo de los 7 (EE.UU., Japón, Alemania, Francia, Canadá, Gran Bretaña e Italia).

Pero no se pasó de meras declaraciones. En buena medida, porque el organismo normalmente a cargo de esos temas, el Fondo Monetario Internacional, estaba cambiando de director gerente en medio de una crisis que podría descabezar a varios ejecutivos estables. Existe otra arista: algunos de los fondos estatales mayores pertenecen a países en lo cuales los inversores no confían. Entre ellos, los siete estados de la península arábiga o Rusia.

Según Deutsche Bank y Morgan Stanley, la masa de esos fondos se acerca a cuatro billones de dólares y, hacia 2016 (diez años), puede alcanza a doce billones. Otra fuente, el analista Kenneth Rogoff, calcula diez billones para igual fecha. En forma concomitante, el avance árabe sobre mercados de valores occidentales. Christopher Cox, presidente de la Securities & Exchange commission (comisión de valores) va más lejos: “esos fondos soberanos podrían aprovechar un enorme volumen de datos reservados, recogido por sus propias unidades de espionaje financiero o empresario. Ello los convertiría en una formibable máquina de cometer abusos”. Por cierto, la cultura árabe, rusa o china no le hacen ascos al “insider trading”.

Por ejemplo, el fondo de reserva general (Kuweit) y un subsidiario manejaban a fin de septiembre alrededor de US$ 400.000 millones. La alianza Singapur-Temasek reúne unos 300.000 millones, en tanto China debe aún asignar fondos por US$ 200.000 millones–no se incluyen inversiones en África, de Sudán al sur- y Rusia maneja US$ 130.000 millones. Noruega, el único reducto occidental, tiene colocados cerca de US$ 310.000 millones.

Muy por encima, Abú Dhabí Investments, que representa la Unión de Emiratos árabes, maneja una caja de US$ 875.000 millones. En cuanto a Saudiabia, controla US$ 300.000 millones. Como se ve, ya no se trata sólo de exportadores petroleros ni de economías centrales. Además, el flujo de dinero a veces algo turbio (Rusia) o directamente feudal (los países árabes) pone en ridículo las medidas “minimalistas” habituales en Estados Unidos, Gran Bretaña o la Eurozona.

Otro aspecto de esta “globalización inversa” surge de actividades ilícitas. Desde tráfico de armas, drogas o personas a organizaciones mafiosas. Verbigracia, la ‘ndranghetta calabresa es activa operadora en la bolsa de Fráncfort, donde compra o vende activos vía testaferros. Igual ocurre con las bolsas suizas. Por lo demás, nunca se sabe cuántos grupos tipo al-Qa’eda actúan bajo la máscara de financistas o bancos musulmanes.

Dejando de lado esos extremos, varios especialistas en el tema creen llegado el momento de incluir esos fondos en una negociación colectiva entre países inversores y economías receptoras de flujos. Por cierto, la cuestión de los capitales soberanos fue tocada, pero no mucho, durante la reciente reunión de Grupo de los 7 (EE.UU., Japón, Alemania, Francia, Canadá, Gran Bretaña e Italia).

Pero no se pasó de meras declaraciones. En buena medida, porque el organismo normalmente a cargo de esos temas, el Fondo Monetario Internacional, estaba cambiando de director gerente en medio de una crisis que podría descabezar a varios ejecutivos estables. Existe otra arista: algunos de los fondos estatales mayores pertenecen a países en lo cuales los inversores no confían. Entre ellos, los siete estados de la península arábiga o Rusia.

Según Deutsche Bank y Morgan Stanley, la masa de esos fondos se acerca a cuatro billones de dólares y, hacia 2016 (diez años), puede alcanza a doce billones. Otra fuente, el analista Kenneth Rogoff, calcula diez billones para igual fecha. En forma concomitante, el avance árabe sobre mercados de valores occidentales. Christopher Cox, presidente de la Securities & Exchange commission (comisión de valores) va más lejos: “esos fondos soberanos podrían aprovechar un enorme volumen de datos reservados, recogido por sus propias unidades de espionaje financiero o empresario. Ello los convertiría en una formibable máquina de cometer abusos”. Por cierto, la cultura árabe, rusa o china no le hacen ascos al “insider trading”.

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