Nobel económico, otra vez para el mercado

Como ocurriera en 1990, 1995 y 1997, el premio Nobel de economía privilegió a estadígrafos expertos en mercados de riesgo. Esta vez, les tocó a los econometristas Robert Engle y Clive Granger.

9 octubre, 2003

Los dos matemáticos se repartirán alrededor de US$ 1.300.000. Sus
méritos, según describe el comunicado oficial, no son académicos
sino prácticos: “métodos e instrumentos estadísticos
para predecir variables en los mercados financieros, cambiarios y bursátiles,
a partir de datos históricos”.

En otras palabras, el mismo tipo de magia vinculado a las expectativas racionales
(Gary Becker 1992, Robert Lucas, 1995) o a herramientas especulativas puras.
Por ejemplo, derivativos (Henry Markowitz, Merton Miller y William Sharpe en
1990 o Robert Merton y Myron Scholes en 1997). Curiosamente, el Nobel 2002 le
cupo a Daniel Kahneman, neoconductista opuesto a Becker, Lucas y los matemáticos
financieros.

La proclividad sueca a los econometristas no es nueva. Ya se notó en
1975 (Tjalling Koopmans), 1980 (Lawrence Klein) y 2000 (Tryggve Haavelmö,
Daniel McFadden). La distinción fue creada recién en 1969, no
por la academia sino por el banco central sueco. Aun así, hasta 1975
iba a economistas propiamente dichos. Es decir, doctrinarios de escuelas a menudo
encontradas, pero cuyos aportes al pensamiento eran sustanciales. Esto lo han
notado, entre otros, Gunnar Myrdal, Friedrich von Hayek (ambos de 1974), Milton
Friedman (1976), James Tobin (1981) y el recinén fallecido Franco Modigliani
(1985).

Engle dicta cátedra en la universidad de Nueva York y su mérito
se llama “mecanismo de heteroeslaticidad autorregresiva condicional”.
El galimatías quiere decir método para predecir la volatilidad
de los mercados en el tiempo. Algo que John Maynard Keynes declaró imposible
ya antes del colapso en Wall Street (1929).

El inglés Granger (universidad de California, San Diego) ha investigado
series de tendencias comunes “cointegradas”. Es decir, variables macroeconómicas
no estacionales que muestran nexos causales entre sí. Sus métodos
suelen aplicares a paridades cambiarias, tipos de interés e índices
de precios a corto o largo plazos.

Cabe recordar que quienes compartieron el Nobel 1997 (Scholes, Merton), también
manejadores de cifras y pronósticos, llevaron a la bancarrota a Long-Term
Capital Management, el mayor fondo de riesgo, dos años después
de ser premiados. En la actualidad, Scholes está procesado por maniobras
para eludir impuestos, usando sus propias herramientas matemáticas.

Los dos matemáticos se repartirán alrededor de US$ 1.300.000. Sus
méritos, según describe el comunicado oficial, no son académicos
sino prácticos: “métodos e instrumentos estadísticos
para predecir variables en los mercados financieros, cambiarios y bursátiles,
a partir de datos históricos”.

En otras palabras, el mismo tipo de magia vinculado a las expectativas racionales
(Gary Becker 1992, Robert Lucas, 1995) o a herramientas especulativas puras.
Por ejemplo, derivativos (Henry Markowitz, Merton Miller y William Sharpe en
1990 o Robert Merton y Myron Scholes en 1997). Curiosamente, el Nobel 2002 le
cupo a Daniel Kahneman, neoconductista opuesto a Becker, Lucas y los matemáticos
financieros.

La proclividad sueca a los econometristas no es nueva. Ya se notó en
1975 (Tjalling Koopmans), 1980 (Lawrence Klein) y 2000 (Tryggve Haavelmö,
Daniel McFadden). La distinción fue creada recién en 1969, no
por la academia sino por el banco central sueco. Aun así, hasta 1975
iba a economistas propiamente dichos. Es decir, doctrinarios de escuelas a menudo
encontradas, pero cuyos aportes al pensamiento eran sustanciales. Esto lo han
notado, entre otros, Gunnar Myrdal, Friedrich von Hayek (ambos de 1974), Milton
Friedman (1976), James Tobin (1981) y el recinén fallecido Franco Modigliani
(1985).

Engle dicta cátedra en la universidad de Nueva York y su mérito
se llama “mecanismo de heteroeslaticidad autorregresiva condicional”.
El galimatías quiere decir método para predecir la volatilidad
de los mercados en el tiempo. Algo que John Maynard Keynes declaró imposible
ya antes del colapso en Wall Street (1929).

El inglés Granger (universidad de California, San Diego) ha investigado
series de tendencias comunes “cointegradas”. Es decir, variables macroeconómicas
no estacionales que muestran nexos causales entre sí. Sus métodos
suelen aplicares a paridades cambiarias, tipos de interés e índices
de precios a corto o largo plazos.

Cabe recordar que quienes compartieron el Nobel 1997 (Scholes, Merton), también
manejadores de cifras y pronósticos, llevaron a la bancarrota a Long-Term
Capital Management, el mayor fondo de riesgo, dos años después
de ser premiados. En la actualidad, Scholes está procesado por maniobras
para eludir impuestos, usando sus propias herramientas matemáticas.

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