Mercados emergentes, en una burbuja de optimismo falaz

“La nueva ola de alzas en mercados emergentes de deuda tiene componentes falaces. Como siempre, la cotización de sus bonos queda expuesta a los vaivenes cíclicos que caracterizan a la liquidez financiera global”.

27 mayo, 2003

Así opina el veterano Desmond Lachman -Salomon Brothers, American Entreprise
Institute-, a cuyo criterio “hay mucho optimismo en falso”. Durante
los últimos seis meses, en efecto, los papeles de deudores emergentes y
periféricos -con algunas excepciones- han figurado entre las mejores colocaciones.
Desde un piso de 7,3 puntos porcentuales sobre el rinde de letras de Tesorería
estadounidense (antes de las elecciones brasileñas), esos bonos fueron
mejorando hasta 4,3 puntos, a mediados de mayo.

Por supuesto, a mayor precio de un papel menor diferencia de rendimiento (tasa)
respecto de aquellas letras. En rigor, señala Lachman, “una brecha
tan exigua no se veía desde la crisis sistémica internacional de
1997/8, en vísperas del derrumbe ruso”. Coincidiendo con él,
la consultora de inversiones Morningstar informa que, durante el lapso mayo 2002-abril
2003, “la cartera promedio de deuda emergente les ha representado a los inversores
21% de retorno”.

Este fenómeno, empero, “se ha dado pese a que los mercados y las economías
en cuestión se muestran tan endebles como siempre. Por ejemplo -señala
el experto-, Brasil sigue con un perfil insostenible de deuda externa e interna”,
aunque con algunos síntomas de repunte en la economía real (área
que no le interesa a Lachman). “Venezuela está en situación
crítica y otras economías andinas continúan inestables. La
economía alemana, a las puertas de la recesión, pesa sobre los países
al este y sudeste de la Unión Europea”.

Paradójicamente, este empeoramiento del contexto global está inflando
los precios de la deuda emergente y periférica, amén de hacer rebotar
capitales no financieros hacía Latinoamérica.

¿Por qué? Porque “el repliegue de intereses en Estados Unidos
y la UE o las tasas casi cero de Japón centrifugan capitales. Naturalmente,
los gerentes financieros se fijan en papeles de alto rinde y ahí aparecen
los bonos de países endeudados”. Al cabo de cierto tiempo, “el
efecto manada se manifiesta y la fuga hacia esas colocaciones se realimenta a
sí misma”.

A largo plazo, lógicamente, “el agravamiento de condiciones económicas
y financieras en los principales mercados acabará perjudicando a sus periferias.
¿Cómo? A través de menores precios para productos básicos;
hidrocarburos en particular”. Este proceso terminará deteriorando
a economías tan dependientes de esos rubros como Venezuela, Ecuador, Méjico
y la Comunidad de Estados Independientes (ex URSS, Rusia inclusive).

El enfriamiento de las economías centrales presupone “menos importaciones
procedentes del resto. Así, el estancamiento germano es ruinoso para checos,
eslovacos, húngaros y polacos, cuyos países colocan 11% de cada
PBI en Alemania. A su vez, Méjico coloca en EE.UU. casi un cuarto de su
PBI. Tarde o temprano, pues, las economías dependientes tendrán
menor liquidez y más problemas, emitirá bonos y desinflarán
sus precios en mercado”. Lachman admite que no es nada fácil prever
cuándo sobrevendrá el ajuste descendente de valores, pues ello entraña
determinar en qué punto se dará vuelta el ciclo de la liquidez global.

Así opina el veterano Desmond Lachman -Salomon Brothers, American Entreprise
Institute-, a cuyo criterio “hay mucho optimismo en falso”. Durante
los últimos seis meses, en efecto, los papeles de deudores emergentes y
periféricos -con algunas excepciones- han figurado entre las mejores colocaciones.
Desde un piso de 7,3 puntos porcentuales sobre el rinde de letras de Tesorería
estadounidense (antes de las elecciones brasileñas), esos bonos fueron
mejorando hasta 4,3 puntos, a mediados de mayo.

Por supuesto, a mayor precio de un papel menor diferencia de rendimiento (tasa)
respecto de aquellas letras. En rigor, señala Lachman, “una brecha
tan exigua no se veía desde la crisis sistémica internacional de
1997/8, en vísperas del derrumbe ruso”. Coincidiendo con él,
la consultora de inversiones Morningstar informa que, durante el lapso mayo 2002-abril
2003, “la cartera promedio de deuda emergente les ha representado a los inversores
21% de retorno”.

Este fenómeno, empero, “se ha dado pese a que los mercados y las economías
en cuestión se muestran tan endebles como siempre. Por ejemplo -señala
el experto-, Brasil sigue con un perfil insostenible de deuda externa e interna”,
aunque con algunos síntomas de repunte en la economía real (área
que no le interesa a Lachman). “Venezuela está en situación
crítica y otras economías andinas continúan inestables. La
economía alemana, a las puertas de la recesión, pesa sobre los países
al este y sudeste de la Unión Europea”.

Paradójicamente, este empeoramiento del contexto global está inflando
los precios de la deuda emergente y periférica, amén de hacer rebotar
capitales no financieros hacía Latinoamérica.

¿Por qué? Porque “el repliegue de intereses en Estados Unidos
y la UE o las tasas casi cero de Japón centrifugan capitales. Naturalmente,
los gerentes financieros se fijan en papeles de alto rinde y ahí aparecen
los bonos de países endeudados”. Al cabo de cierto tiempo, “el
efecto manada se manifiesta y la fuga hacia esas colocaciones se realimenta a
sí misma”.

A largo plazo, lógicamente, “el agravamiento de condiciones económicas
y financieras en los principales mercados acabará perjudicando a sus periferias.
¿Cómo? A través de menores precios para productos básicos;
hidrocarburos en particular”. Este proceso terminará deteriorando
a economías tan dependientes de esos rubros como Venezuela, Ecuador, Méjico
y la Comunidad de Estados Independientes (ex URSS, Rusia inclusive).

El enfriamiento de las economías centrales presupone “menos importaciones
procedentes del resto. Así, el estancamiento germano es ruinoso para checos,
eslovacos, húngaros y polacos, cuyos países colocan 11% de cada
PBI en Alemania. A su vez, Méjico coloca en EE.UU. casi un cuarto de su
PBI. Tarde o temprano, pues, las economías dependientes tendrán
menor liquidez y más problemas, emitirá bonos y desinflarán
sus precios en mercado”. Lachman admite que no es nada fácil prever
cuándo sobrevendrá el ajuste descendente de valores, pues ello entraña
determinar en qué punto se dará vuelta el ciclo de la liquidez global.

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