Mercado laboral: un problema persistente

Las dificultades de Argentina para crear empleo formal no son nuevas. Entre 1980 y 2021, el empleo asalariado formal creció a un ritmo de 1,1% anual. El registro de informalidad asalariada es el peor de los últimos 15 años, y no parece que haya políticas que nos pongan en el camino indicado.

10 noviembre, 2022

Por Nuria Susme (*)

 

Tras un año olvidable como el de la pandemia, la economía fue recuperándose. En el año 2021, el PBI creció más de un 10%, mientras que se estima que este año acumulará un 4% adicional. Sin embargo, los últimos datos disponibles dan cuenta de una desaceleración del crecimiento.

El contexto político y económico del año próximo -tasas de inflación por encima del 6.5% mensual, ausencia de dólares para hacer frente a las importaciones, infinitos tipos de cambio, y ningún plan para revertir esta situación- ubican la estimación del crecimiento en 1%, lo que lleva a que las perspectivas de expansión del empleo también sean pobres.

Pero, además de crecer menos, se espera que se mantenga la tendencia instaurada desde hace varios años, que es que la expansión del empleo se produce en el sector de menor productividad, fenómeno que, además, en el último año se ha profundizado.

El último relevamiento mostró que la tasa de informalidad asalariada se ubicó en 37%, el registro más alto en 15 años, lo que tiene que ver con que un clima de incertidumbre desalienta la planificación de más largo plazo y lleva a tomar decisiones que permitan ajustar con menores costos, y eso en materia laboral se traduce en empleo informal.

Las dificultades de la Argentina para crear empleo formal no son nuevas. Una serie larga de empleo revela que entre el año 1980 hasta 2003/2004, el empleo asalariado privado formal se mantiene alrededor del mismo número. Todo el crecimiento del empleo en ese período se dio en el sector informal. Entre 2004 y 2011, sí hay un importante proceso de formalización, explicado en parte por un período de alto crecimiento económico.

Pero al final de ese período, el empleo asalariado formal privado, si bien había crecido alrededor de un 50%, solo había incorporado al sistema 2 millones de trabajadores o 10% del total. Pero a partir de 2011, el crecimiento económico se estanca y con él se estanca el crecimiento del empleo asalariado formal.

De acuerdo con los datos del Ministerio de Trabajo, los asalariados privados registrados eran 6.2 millones en 2015 y son 6.2 millones en el segundo trimestre del 2022. La informalidad se sostiene en varios puntos, básicamente costos laborales que no están en línea con la productividad laboral.

Impuestos al trabajo elevados requieren que la productividad de la mano de obra sea elevada para que permita generar ingresos para cubrir los mismos. Si la productividad es menor, las empresas quedan excluidas del sector formal y, o bien no operan -y la mano de obra queda desempleada-, o bien evaden los costos para poder existir (todos o una parte), y contrata empleo informal.

La productividad laboral en la Argentina viene cayendo desde el año 2011. En los últimos 10 años, se redujo un 16%, y actualmente la productividad media resulta aún más baja que la correspondiente a 1993. En el mismo período, los costos laborales subieron. Hoy son 18% más altos que en 2011, y se ubican 10% por encima de 1993.

Encarar el problema de la productividad es uno de los desafíos que tiene la Argentina por delante, lo cual requiere, en primer lugar, estabilizar la economía y generar un clima de confianza.

Aumentar la productividad requiere mejorar la calidad de la educación en el largo plazo. Pero, además, se requieren reformas macro y microeconómicas, que impulsen la competencia y la transparencia de los mercados. Uno de los desafíos es reducir la presión tributaria, lo que requiere un debate sobre la reducción del gasto público- lo que significa reducir los costos de desempeñarse en el sector formal.

Otros desafíos indican avanzar en la desregulación de servicios públicos, apertura comercial y reforma laboral. En este último caso, un paso es la revisión de los convenios colectivos de trabajo y estatutos profesionales, la mayoría diseñados hace casi más de 50 años para un mundo que la globalización y la tecnología han hecho desaparecer. Y un tema más de fondo y prioritario. Aumentar la productividad requiere mejorar la calidad de la educación, que en los últimos tiempos ha venido cayendo

(*) Economista de FIEL.

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