Más temores sobre doble crisis en Estados Unidos y la Eurozona

La organización de cooperación y desarrollo (OCDE, una usina monetarista) y varios bancos centrales temen nuevos avances de las crisis hipotecaria y de iliquidez financiera. Las bolsas, castigadas.

6 septiembre, 2007

La novedad es que la OCDE, generalmente un reducto de “confianza conservadora” poco afecto a las economías en desarrollo, se sume tardíamente a las advertencias sobre ambos fenómenos. No obstante, su actitud contribuyó a pinchar otra “miniburbuja” bursátil.

Al margen de esa volatilidad, la crisis hipotecaria desvela a los emisores, en tanto la creciente iliquidez amenaza a un negocio especulativo –nunca intentó crear valor agregado, sino achicarlo- que gozó un violento auge entre mediados de 2005 y junio último: las compras apalancadas. Vale decir, fondos de capital extrabursátil que tomaban activos sin arriesgar dinero propio.

El frenesí en ese segmento ha dejado en al aire operaciones de relieve. Por ejemplo, la puja por ABN Amro Bank (se inició en abril) entre Barclay’s y un grupo que encabeza Royal bank of Scotland. Se juegan ahí ofertas por US$ 91.000 y 96.500 millones. También están en la picota Río Tinto-Alcan (37.500 millones), BCE/tres fondos especulativos (32.600 millones) TXU/KKR-TPG-Goldman Sachs (31.800 millones) o Endesa/Enel-Acciona (31.200 millones).

Pero el mayor efecto psicológico podría quedar a cargo de Cerberus Capital, si no logra juntar US$ 10.500 millones para completar la toma de 81% de Chrysler. Pocos analistas se animan a citar el caso, porque –si la compra apalancada capota- tampoco cristalizará la liquidación de DaimlerChrysler (el peor matrimonio de su tipo en la historia) ni la separación de Daimler –o sea, Mercedes Benz- , que ya cotiza en Fráncfort.

Según la consultoría Dealogic, en agosto se concretaron “apenas” US$ 222.000 millones en compras apalancadas. Aparte de ser la menor cifra desde julio de 2005, queda muy lejos de los 695.000 millones de abril último. La explicación es simple: hay sequía de capitales, originada en la crisis hipotecaria norteamericana, y hoy se extiende a Alemania, España, Francia e Italia. Los fondos especulativos necesitan colocar deuda nueva a expensas de los activos adquiridos, pero la iliquidez global les traba la colocación de títulos derivados de esas deudas. Sucede que muchos capitales han sido “quemados” en bonos emitidos con respaldo de malas hipotecas.

Este miércoles, la sequía se tradujo en un síntoma que alarma a los bancos centrales: la London interbank offered rate (Libor, tipo pasivo clave) alcanzó máximas de 5,8% anual a tres meses y 5,7% a seis. Son máximos desde 2000. El problema es que la impresionante inyección de fondos hecha por los grandes emisores del 9 a 14 de agosto (US$ 500.000 millones) y el adelanto en la rebaja del redescuento (de 6,25 a 5,75% anual), resuelta el 25 del mes pasado por la Reserva Federal, han dejado un solo instrumento monetario a mano: anticipar una disminución de la tasa básica norteamericana, que debiera analizarse recién el 18 de este mes, cuando se reúna el comité específico de la RF.

Justamente, los alcances reales de esta doble crisis pusieron en evidencia la extrema vulnerabilidad de los entes emisores. El asunto se tocó en la reunión anual de expertos oficiales en Jackson Hole, donde quedó evidente la impotencia que se ha infringido a sí misma la Reserva Federal. Lo peor sería que, como sostienen analistas independientes, el desinfle del mercado monetario global ya hubiese desbordado las facultades o las herramientas de los bancos centrales.

La novedad es que la OCDE, generalmente un reducto de “confianza conservadora” poco afecto a las economías en desarrollo, se sume tardíamente a las advertencias sobre ambos fenómenos. No obstante, su actitud contribuyó a pinchar otra “miniburbuja” bursátil.

Al margen de esa volatilidad, la crisis hipotecaria desvela a los emisores, en tanto la creciente iliquidez amenaza a un negocio especulativo –nunca intentó crear valor agregado, sino achicarlo- que gozó un violento auge entre mediados de 2005 y junio último: las compras apalancadas. Vale decir, fondos de capital extrabursátil que tomaban activos sin arriesgar dinero propio.

El frenesí en ese segmento ha dejado en al aire operaciones de relieve. Por ejemplo, la puja por ABN Amro Bank (se inició en abril) entre Barclay’s y un grupo que encabeza Royal bank of Scotland. Se juegan ahí ofertas por US$ 91.000 y 96.500 millones. También están en la picota Río Tinto-Alcan (37.500 millones), BCE/tres fondos especulativos (32.600 millones) TXU/KKR-TPG-Goldman Sachs (31.800 millones) o Endesa/Enel-Acciona (31.200 millones).

Pero el mayor efecto psicológico podría quedar a cargo de Cerberus Capital, si no logra juntar US$ 10.500 millones para completar la toma de 81% de Chrysler. Pocos analistas se animan a citar el caso, porque –si la compra apalancada capota- tampoco cristalizará la liquidación de DaimlerChrysler (el peor matrimonio de su tipo en la historia) ni la separación de Daimler –o sea, Mercedes Benz- , que ya cotiza en Fráncfort.

Según la consultoría Dealogic, en agosto se concretaron “apenas” US$ 222.000 millones en compras apalancadas. Aparte de ser la menor cifra desde julio de 2005, queda muy lejos de los 695.000 millones de abril último. La explicación es simple: hay sequía de capitales, originada en la crisis hipotecaria norteamericana, y hoy se extiende a Alemania, España, Francia e Italia. Los fondos especulativos necesitan colocar deuda nueva a expensas de los activos adquiridos, pero la iliquidez global les traba la colocación de títulos derivados de esas deudas. Sucede que muchos capitales han sido “quemados” en bonos emitidos con respaldo de malas hipotecas.

Este miércoles, la sequía se tradujo en un síntoma que alarma a los bancos centrales: la London interbank offered rate (Libor, tipo pasivo clave) alcanzó máximas de 5,8% anual a tres meses y 5,7% a seis. Son máximos desde 2000. El problema es que la impresionante inyección de fondos hecha por los grandes emisores del 9 a 14 de agosto (US$ 500.000 millones) y el adelanto en la rebaja del redescuento (de 6,25 a 5,75% anual), resuelta el 25 del mes pasado por la Reserva Federal, han dejado un solo instrumento monetario a mano: anticipar una disminución de la tasa básica norteamericana, que debiera analizarse recién el 18 de este mes, cuando se reúna el comité específico de la RF.

Justamente, los alcances reales de esta doble crisis pusieron en evidencia la extrema vulnerabilidad de los entes emisores. El asunto se tocó en la reunión anual de expertos oficiales en Jackson Hole, donde quedó evidente la impotencia que se ha infringido a sí misma la Reserva Federal. Lo peor sería que, como sostienen analistas independientes, el desinfle del mercado monetario global ya hubiese desbordado las facultades o las herramientas de los bancos centrales.

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