Mal momento para sueldos altos y beneficios a ejecutivos

Dos gestos del Poder Ejecutivo contrarían esta semana a la opinión pública y al clima político. Se trata de los altísimos sueldos en la junta de supervisión contable y rebajas tributarias a directores y gerentes del sector tecnológico.

15 enero, 2003

Antes de asumir, los vocales de la junta de supervisión contable al sector privado (creada por la ley Sarbanes-Oxley) se han asignado sueldo anuales de US$ 451.800 (37.650 mensuales, suma que pasa a 525.600 (43.800 por mes) para el eventual presidente. George W. Bush, que aprobó los montos, gana US$ 400.200, o sea 33.350 mensuales y, sin la menor duda, trabaja mucho más.

Sucede que al aprobar la ley específica que ha creado la junta, en Congreso cayó en una doble trampa, armada por contadores. Primero, determinó que esos salarios adoptasen pautas del sector privado (cuyos estados contables revisará). Después, permitió a los propios miembros del cuerpo fijarse el sueldo, lo cual genera el mismo tipo de conflictos de intereses que la junta (y la Securities & Exchange Commission) deben prevenir o impedir en empresas, firmas bursátiles y bancas de inversión. Ahora, legisladores republicanos y demócratas buscan modos de anular esa decisión o, de lo contrario, imponer descuentos a sus beneficiarios.

Pero, en ese punto, surge otro inconveniente: como se ha ocupado de subrayar agriamente en público Paul O’Neill (ex secretario de Hacienda, despedido sin miramientos en diciembre), el paquete de ventajas tributarias a sectores de altos ingresos incluye rebajas sobre bonificaciones percibidas por directores y gerentes.

En lo formal, su objeto es “proteger” a los ejecutivos de la vanguardia tecnológica –los mismos que están depreciando activos comprados a precios de oro en 2000/1-, en cuanto a ingresos y bonificaciones relacionadas con utilidades de las empresas. Esto incluye CEO como William Gates que, al percibir remuneración de su propia firma, quizá pague este año casi US$ 50 millones menos en impuestos. Aunque controle un paquete accionario de US$ 30.000 millones. Más “pobre”, Michael Dell –Dell Computers, claro- dejaría de abonar seis millones anuales.

La clave de esto es uno de los aspectos más criticados del paquete, aun entre monetaristas: incluir dividendos entre los “ingresos personales” que tributarán menos a partir del ejercicio 2003 (de octubre pasado a septiembre próximo). Inclusive varios expertos tributarios temen que estas concesiones surtan efectos contrarios a los buscados.

Hasta ahora, las empresas tenían la opción de capitalizar dividendos total o completamente, en vez de distribuirlos. Esto favorece a los accionistas porque, al vender sus papeles, pueden deducir el “rédito retenido” al presentar la declaración de impuestos. La propuesta Bush eliminará ese incentivo. “Esto parece pensado para firmas tecnológicas, cuya rentabilidad dificulta el pago de dividendos. Pero nada impide que el beneficio se extienda más de la cuenta”, opina un análisis de Lehman Brothers.

Tantas ventajas a millonarios y multimillonarios, más los embates de O’Neill contra su ex jefe y amigo personal (George W.Bush), suministran munición gruesa a los demócratas, que insistirán en bloquear un paquete que representará US$ 670.000 millones menos en ingresos fiscales genuinos durante la década 2003-12.

Antes de asumir, los vocales de la junta de supervisión contable al sector privado (creada por la ley Sarbanes-Oxley) se han asignado sueldo anuales de US$ 451.800 (37.650 mensuales, suma que pasa a 525.600 (43.800 por mes) para el eventual presidente. George W. Bush, que aprobó los montos, gana US$ 400.200, o sea 33.350 mensuales y, sin la menor duda, trabaja mucho más.

Sucede que al aprobar la ley específica que ha creado la junta, en Congreso cayó en una doble trampa, armada por contadores. Primero, determinó que esos salarios adoptasen pautas del sector privado (cuyos estados contables revisará). Después, permitió a los propios miembros del cuerpo fijarse el sueldo, lo cual genera el mismo tipo de conflictos de intereses que la junta (y la Securities & Exchange Commission) deben prevenir o impedir en empresas, firmas bursátiles y bancas de inversión. Ahora, legisladores republicanos y demócratas buscan modos de anular esa decisión o, de lo contrario, imponer descuentos a sus beneficiarios.

Pero, en ese punto, surge otro inconveniente: como se ha ocupado de subrayar agriamente en público Paul O’Neill (ex secretario de Hacienda, despedido sin miramientos en diciembre), el paquete de ventajas tributarias a sectores de altos ingresos incluye rebajas sobre bonificaciones percibidas por directores y gerentes.

En lo formal, su objeto es “proteger” a los ejecutivos de la vanguardia tecnológica –los mismos que están depreciando activos comprados a precios de oro en 2000/1-, en cuanto a ingresos y bonificaciones relacionadas con utilidades de las empresas. Esto incluye CEO como William Gates que, al percibir remuneración de su propia firma, quizá pague este año casi US$ 50 millones menos en impuestos. Aunque controle un paquete accionario de US$ 30.000 millones. Más “pobre”, Michael Dell –Dell Computers, claro- dejaría de abonar seis millones anuales.

La clave de esto es uno de los aspectos más criticados del paquete, aun entre monetaristas: incluir dividendos entre los “ingresos personales” que tributarán menos a partir del ejercicio 2003 (de octubre pasado a septiembre próximo). Inclusive varios expertos tributarios temen que estas concesiones surtan efectos contrarios a los buscados.

Hasta ahora, las empresas tenían la opción de capitalizar dividendos total o completamente, en vez de distribuirlos. Esto favorece a los accionistas porque, al vender sus papeles, pueden deducir el “rédito retenido” al presentar la declaración de impuestos. La propuesta Bush eliminará ese incentivo. “Esto parece pensado para firmas tecnológicas, cuya rentabilidad dificulta el pago de dividendos. Pero nada impide que el beneficio se extienda más de la cuenta”, opina un análisis de Lehman Brothers.

Tantas ventajas a millonarios y multimillonarios, más los embates de O’Neill contra su ex jefe y amigo personal (George W.Bush), suministran munición gruesa a los demócratas, que insistirán en bloquear un paquete que representará US$ 670.000 millones menos en ingresos fiscales genuinos durante la década 2003-12.

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