Los pedidos de concursos seguirán durante todo 2003

En Estados Unidos, las bancarrotas seguirán castigando al sector privado. Una encuesta prevé elevados niveles para este año en sectores ya tan expuestos como telecomunicaciones y transporte aerocomercial.

9 marzo, 2003

El estudio PricewaterhouseCoopers, uno de los “cuatro grandes”, deduce de una encuesta propia que unas 180 empresas estadounidenses cotizantes en bolsa se hallan al borde del convocatoria. Vale decir, pueden ampararse en el título XI de la ley federal para concursos y quiebras. Ese número es apenas inferior al de 2002 (189 solicitudes), según el pronóstico de PwC para 2003. El récord de cantidad data de 2001 y asciende a 257 pedidos formales. Las investigaciones de la consultora y auditora señalan que el sector telecomunicaciones continúa agobiado por capacidad excesiva –especialmente en redes inalámbricas y dispositivos de III generación- y que, como les ocurre a las aerolíneas, la demanda tardará bastante en recomponerse.

En ambas industrias, esa situación ha provocado y seguirá provocando desvalorización de materiales o depreciación de activos. Esto es, problemas similares a los que pesaron en los balances de 2001 y 2002. Otras áreas en riesgo son electricidad y gas, metales industriales y proveedores de servicios como software y consultoría informática, perjudicados por recortes de gastos en las empresas usuarias.

“Las perspectivas de este año son apenas mejores que las de 2001 y 2001 y no auguran un cambio de tendencias ni la vuelta a niveles históricos en cuanto a bancarrotas”, sostiene Carter Pate, autor del análisis divulgados por PwC. En activos, 2002 marcó un récord de US$ 382.000 millones a valor de libros, con WorldCom al frente (103.800 millones). Para 2003, el monto estimado oscila en alrededor de US$ 240.000 millones. Pate recuerda que, entre 1987 y 2000, ningúna año pasó de US$ 100.000 millones comprometidos en solicitudes de concurso. Ya en 2001, la suma saltaba a US$ 250.000 millones y la estrella era Enron (poco menos de 100.000 millones).

Uno de los factores subyacentes es la mala calidad financiera de las propias firmas, manifiesta en la creciente dependencia respecto de bonos chatarra a partir de 1995. A su vez, gran parte de estas malas deudas no fue retenida por los bancos y cayó en manos de intermediarios poco escrupulosos que, en lugar de restructurar pasivos, aprovechaban los bonos chatarra para quedarse con las propias firmas a precio ruin.

El estudio PricewaterhouseCoopers, uno de los “cuatro grandes”, deduce de una encuesta propia que unas 180 empresas estadounidenses cotizantes en bolsa se hallan al borde del convocatoria. Vale decir, pueden ampararse en el título XI de la ley federal para concursos y quiebras. Ese número es apenas inferior al de 2002 (189 solicitudes), según el pronóstico de PwC para 2003. El récord de cantidad data de 2001 y asciende a 257 pedidos formales. Las investigaciones de la consultora y auditora señalan que el sector telecomunicaciones continúa agobiado por capacidad excesiva –especialmente en redes inalámbricas y dispositivos de III generación- y que, como les ocurre a las aerolíneas, la demanda tardará bastante en recomponerse.

En ambas industrias, esa situación ha provocado y seguirá provocando desvalorización de materiales o depreciación de activos. Esto es, problemas similares a los que pesaron en los balances de 2001 y 2002. Otras áreas en riesgo son electricidad y gas, metales industriales y proveedores de servicios como software y consultoría informática, perjudicados por recortes de gastos en las empresas usuarias.

“Las perspectivas de este año son apenas mejores que las de 2001 y 2001 y no auguran un cambio de tendencias ni la vuelta a niveles históricos en cuanto a bancarrotas”, sostiene Carter Pate, autor del análisis divulgados por PwC. En activos, 2002 marcó un récord de US$ 382.000 millones a valor de libros, con WorldCom al frente (103.800 millones). Para 2003, el monto estimado oscila en alrededor de US$ 240.000 millones. Pate recuerda que, entre 1987 y 2000, ningúna año pasó de US$ 100.000 millones comprometidos en solicitudes de concurso. Ya en 2001, la suma saltaba a US$ 250.000 millones y la estrella era Enron (poco menos de 100.000 millones).

Uno de los factores subyacentes es la mala calidad financiera de las propias firmas, manifiesta en la creciente dependencia respecto de bonos chatarra a partir de 1995. A su vez, gran parte de estas malas deudas no fue retenida por los bancos y cayó en manos de intermediarios poco escrupulosos que, en lugar de restructurar pasivos, aprovechaban los bonos chatarra para quedarse con las propias firmas a precio ruin.

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