Lehman Brothers y ciertos rincones obscuros del negocio

Desde las rumbosos oficinas de Lehman Brothers, bajo Manhattan. Consuelo Márquez lavó y blanqueó docenas de millones de fondos originados en narcotráfico mejicano. Así han descubierto el FBI y otras reparticiones federales.

18 noviembre, 2002

Aprovechando la aceitada red de la firma, la experta creó un complejo mecanismo de cuentas y sociedades fantasmas en Méjico, Estados Unidos, Suiza, Liechtenstein, Bahamas y otra plazas extraterritoriales (offshore). Todo al servicio de funcionarios aztecas notorios por su corrupción. Pero el esquema de Márquez (nacida en EE.UU. hace 42 años) comenzó a mostrar grietas en 1999, cuando la operadora de banca privada –el sector tradicionalmente más apto para estas maniobras- desencadenó un huracán de cheques y transferencias electrónicas cuyo objeto era liquidar millones en fondos negros. Tuvo que hacerlo porque su cliente clave, un ex gobernador llamado Mario Villanueva Madrid, había pasado a la clandestinidad, tras ser acusado por narcotráfico, latrocinio y fraude organizado. Lehman recién despidió a Márquez a mediados de 2000 y la justicia la procesa desde julio último.

En ese momento, funcionarios judiciales y agentes federales no se ponían de acuerdo sobre si demandar también a Lehman Brothers, o no. Al final, se le permitió explicar su papel y el fiscal determinó que la firma era culpable de negligencia, no de complicidad. En verdad, desde fines del siglo XIX, el lavado de dinero y otros activos emplea la banca privada como bisagra entre lo lícito y lo ilícito.

Zona gris

Esa zona gris y secreta del negocio financiero internacional viene desvelando a legisladores y fiscales. No sólo porque canaliza ganancias originadas en el tráfico de drogas y fármacos, sino también fondos asociados al tráfico ilegal de armas y tecnología. Por esa ruta, beneficia al terrorismo organizado. El problema reside en que los bancos occidentales –por accidente o negligencia voluntaria- son vehículos para todo tipo de delitos. Esto incluye corrupción de gobiernos enteros (normal en Nigeria, Angola, Congo, etc.).
En 2001, el Congreso estadounidense aprobó una legislación más estricta, como parte de la campaña posterior a los ataques terroristas de septiembre. Ahora, por ejemplo, se exige a las entidades financieras filtrar mejor los clientes, para evitar casos como el de Lehman o, años antes, el de Citicorp. Pero el FBI y otras agencias dudan de que los grupos financieros se resignen a limitar un negocio tan lucrativo como la banca privada.
A criterio de Edward M. Guillén, a cargo de investigaciones financieras en la Drug Enforcement Agency (DEA), “la única manera de obtener resultados es perseguir y procesar no sólo a bandas o individuos, sino a las estructuras que ponen a disposición del delito sus servicios y redes”. Márquez, por ejemplo, era una agente de inversiones con antecedentes brillantes. Antes de llegar a Lehman Brothers, había operado en bancas de EE.UU., Gran Bretaña y, finalmente, Méjico.

Precisamente, sus vínculos con Villanueva se inician en 1995, vía Serfín Securities (dato que Lehman no parece haber advertido, así como tampoco la notoriedad del cliente).

Sobornos para el gobernador

El “Chueco”Villanueva no era un desconocido. De 1993 a 1999, fue gobernador de Quintana Roo (Yucatán), donde está Cancún. Durante su tenida, se relacionó con el Cartel del Golfo, que llegó a pagarle US$ 30 millones anuales por cooperar e impedir que la policía molestase.

Las aventuras del Chueco tuvieron amplio eco en la prensa de Méjico DF, Tejas, Florida y Nueva York. No obstante, según puntualizan en la DEA y el FBI, “ni el cedazo más fino alcanza para pescar a tiempo a un blanqueador hábil, creativo y resuelto”. Por otra parte, antes de las reformas introducidas a fines de 2001, los bancos ya no podían transferir fondos externos de origen dudoso (narcotráfico, armas, evasión tributaria), pero nada se decía en cuanto a fraudes contables, coimas, corrupción o dinero substraído a un gobierno.
Entretanto, la banca privada redobla las ganancias habituales en otras áreas del negocio financiero. No es para cualquiera, pues el cliente debe colocar no menos de US$ 500.000 o un millón. A cambio, se le asigna un banquero o agente personal, como nexo para complejas operaciones que acaban borrando la identidad del dinero. Ahí funciona una técnica creada hace unos 30 años en Aruba, el “sándwich holandés”; en realidad, un milhojas que blanquea. A más capas, mayor costo adicional: algunos sándwiches le deparan al banco veinte veces la comisión normal.

Villanueva aprovechó los mismos canales que emplearían Andrew Fastow (Enron) o los Rigas (Adelphia) y que, poco antes (1995), había usado Raúl Salinas Gortari, hermano del entonces presidente mejicano. Esa crisis dejó mal parado a Citibank. Por fin, Villanueva fue arrestado en mayo de 2001, aunque por un cargo no financiero: tratar de introducir 200 toneladas de cocaína en EE.UU. Sin embargo, Lehman no denunció a Márquez. Su complicidad fue puesta en evidencia por la fiscalía federal mejicana y la DEA.

Ya en 1999, la comisión investigadora permanente del Senado se interesaba en la banca privada y sus funciones lavadoras. El panel descubrió que casi la mitad del billón de dólares en fondos negros blanqueados por la red financiera global cada año (estimación del Fondo Monetario Internacional) se filtra por firmas y bancos norteamericanos.

Aprovechando la aceitada red de la firma, la experta creó un complejo mecanismo de cuentas y sociedades fantasmas en Méjico, Estados Unidos, Suiza, Liechtenstein, Bahamas y otra plazas extraterritoriales (offshore). Todo al servicio de funcionarios aztecas notorios por su corrupción. Pero el esquema de Márquez (nacida en EE.UU. hace 42 años) comenzó a mostrar grietas en 1999, cuando la operadora de banca privada –el sector tradicionalmente más apto para estas maniobras- desencadenó un huracán de cheques y transferencias electrónicas cuyo objeto era liquidar millones en fondos negros. Tuvo que hacerlo porque su cliente clave, un ex gobernador llamado Mario Villanueva Madrid, había pasado a la clandestinidad, tras ser acusado por narcotráfico, latrocinio y fraude organizado. Lehman recién despidió a Márquez a mediados de 2000 y la justicia la procesa desde julio último.

En ese momento, funcionarios judiciales y agentes federales no se ponían de acuerdo sobre si demandar también a Lehman Brothers, o no. Al final, se le permitió explicar su papel y el fiscal determinó que la firma era culpable de negligencia, no de complicidad. En verdad, desde fines del siglo XIX, el lavado de dinero y otros activos emplea la banca privada como bisagra entre lo lícito y lo ilícito.

Zona gris

Esa zona gris y secreta del negocio financiero internacional viene desvelando a legisladores y fiscales. No sólo porque canaliza ganancias originadas en el tráfico de drogas y fármacos, sino también fondos asociados al tráfico ilegal de armas y tecnología. Por esa ruta, beneficia al terrorismo organizado. El problema reside en que los bancos occidentales –por accidente o negligencia voluntaria- son vehículos para todo tipo de delitos. Esto incluye corrupción de gobiernos enteros (normal en Nigeria, Angola, Congo, etc.).
En 2001, el Congreso estadounidense aprobó una legislación más estricta, como parte de la campaña posterior a los ataques terroristas de septiembre. Ahora, por ejemplo, se exige a las entidades financieras filtrar mejor los clientes, para evitar casos como el de Lehman o, años antes, el de Citicorp. Pero el FBI y otras agencias dudan de que los grupos financieros se resignen a limitar un negocio tan lucrativo como la banca privada.
A criterio de Edward M. Guillén, a cargo de investigaciones financieras en la Drug Enforcement Agency (DEA), “la única manera de obtener resultados es perseguir y procesar no sólo a bandas o individuos, sino a las estructuras que ponen a disposición del delito sus servicios y redes”. Márquez, por ejemplo, era una agente de inversiones con antecedentes brillantes. Antes de llegar a Lehman Brothers, había operado en bancas de EE.UU., Gran Bretaña y, finalmente, Méjico.

Precisamente, sus vínculos con Villanueva se inician en 1995, vía Serfín Securities (dato que Lehman no parece haber advertido, así como tampoco la notoriedad del cliente).

Sobornos para el gobernador

El “Chueco”Villanueva no era un desconocido. De 1993 a 1999, fue gobernador de Quintana Roo (Yucatán), donde está Cancún. Durante su tenida, se relacionó con el Cartel del Golfo, que llegó a pagarle US$ 30 millones anuales por cooperar e impedir que la policía molestase.

Las aventuras del Chueco tuvieron amplio eco en la prensa de Méjico DF, Tejas, Florida y Nueva York. No obstante, según puntualizan en la DEA y el FBI, “ni el cedazo más fino alcanza para pescar a tiempo a un blanqueador hábil, creativo y resuelto”. Por otra parte, antes de las reformas introducidas a fines de 2001, los bancos ya no podían transferir fondos externos de origen dudoso (narcotráfico, armas, evasión tributaria), pero nada se decía en cuanto a fraudes contables, coimas, corrupción o dinero substraído a un gobierno.
Entretanto, la banca privada redobla las ganancias habituales en otras áreas del negocio financiero. No es para cualquiera, pues el cliente debe colocar no menos de US$ 500.000 o un millón. A cambio, se le asigna un banquero o agente personal, como nexo para complejas operaciones que acaban borrando la identidad del dinero. Ahí funciona una técnica creada hace unos 30 años en Aruba, el “sándwich holandés”; en realidad, un milhojas que blanquea. A más capas, mayor costo adicional: algunos sándwiches le deparan al banco veinte veces la comisión normal.

Villanueva aprovechó los mismos canales que emplearían Andrew Fastow (Enron) o los Rigas (Adelphia) y que, poco antes (1995), había usado Raúl Salinas Gortari, hermano del entonces presidente mejicano. Esa crisis dejó mal parado a Citibank. Por fin, Villanueva fue arrestado en mayo de 2001, aunque por un cargo no financiero: tratar de introducir 200 toneladas de cocaína en EE.UU. Sin embargo, Lehman no denunció a Márquez. Su complicidad fue puesta en evidencia por la fiscalía federal mejicana y la DEA.

Ya en 1999, la comisión investigadora permanente del Senado se interesaba en la banca privada y sus funciones lavadoras. El panel descubrió que casi la mitad del billón de dólares en fondos negros blanqueados por la red financiera global cada año (estimación del Fondo Monetario Internacional) se filtra por firmas y bancos norteamericanos.

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