La meta de Al Qaeda es controlar los hidrocarburos del levante

La cadena de atentados de mayo y las amenazas de Al Qa’eda contra países occidentales posiblemente enmascaren el objetivo real de bin Laden o sus herederos. Se trata de Saudiarabia y el petróleo del mundo islámico.

23 mayo, 2003

“Osama puede estar vivo muerto, ya no importa, porque lo básico para
Al Qa´eda no es el terrorismo profesional, sino un proyecto geopolítico
apoyado en el petróleo musulmán”. Así dicen, en privado,
funcionarios de la Organización de Países Exportadores de Petróleo
(OPEP), entidad manejada por Saudiarabia. “Washington todavía no sabe
qué ha sido de Osama, Saddam y sus hijos. Pero no hay casi nada en común
entre el primero y los Husséin, algo que la Casa Blanca debiera entender
para no seguir cometiendo errores”, coinciden analistas en puntos tan disímiles
como Milán y Teherán.

También Israel y Egipto creen que el reino saudí es la meta de
la ofensiva lanzada por Al Qa´eda, por varios motivos. El más antiguo
data de los años 80 y es el odio fundamentalista a los extranjeros que
controlan los hidrocarburos o sus precios, en suelo islámico. El aspecto
más ostensible, tras la irrupción de Ruhollá Jomeiní,
era la teocracia shiita en Irán. Pero, en pocos años, se desarrolló
un “modus vivendi” entre Teherán y el gran negocio petrolero
internacional. En verdad, el fundamentalismo que nunca dejó de existir
y hoy vuelve a primer plano es sunnita: la doctrina wahabí.

Mucho más cerril y primitiva, nació en la Arabia central durante
el siglo XVIII y, desde mediados del siglo siguiente, controló buena
parte de la península desde Riyadh. Desde 1884, capital de los saudíes,
jefes de la secta wahabí. Su acción recién desbordó
territorio árabe cuando Osama bin Laden -cuya familia tiene vínculos
con los saudíes y cuenta con el apoyo de varios emires jóvenes-
se puso al frente de los talibán, una secta afgana inspirada en el fanatismo
wahabí.

No obstante, Al Qa´eda continuó nutriéndose de reclutas árabes,
porque su Jihad (guerra santa) tiene un objeto bastante alejado del Corán:
copar el reino teocrático y usar su petróleo para recrear el mismo
sueño panislámico que los ingleses fomentaron, hasta 1920, para
desmembrar el Imperio Otomano -apenas un fantasma- y controlar los hidrocarburos
en Levante. “El petróleo será la riqueza clave de la futura
superpotencia musulmana. Pero su economía ya no responderá a los
intereses occidentales”, decía Osama hace ocho años.

En verdad, 260.000 millones de barriles cubicados hacen de Saudiarabia la primera
reserva del mundo. Sólo rivaliza con ella la Comunidad de Estados Independientes
(CEI, ex Unión Soviética) donde, sin embargo, buena parte de las
existencias comprobadas están en miembros islámicos o con alta
proporción de musulmanes. Eso explica que, para Al Qa´eda, Rusia sea
casi tan detestable como Estados Unidos. También explica que, vía
instructores talibán, el fanatismo wahabí influya tanto en Chechenia
(sombra negra de Moscú). Respecto del aspecto económico, esencial
en la cosmografía de Al Qa´eda, debe recordarse que Osama bin Laden es
graduado universitario en Gran Bretaña y domina el tema. También
lo domina ese 25% de emires de la casa saudí que apoyan a Al Qa´eda.

“Osama puede estar vivo muerto, ya no importa, porque lo básico para
Al Qa´eda no es el terrorismo profesional, sino un proyecto geopolítico
apoyado en el petróleo musulmán”. Así dicen, en privado,
funcionarios de la Organización de Países Exportadores de Petróleo
(OPEP), entidad manejada por Saudiarabia. “Washington todavía no sabe
qué ha sido de Osama, Saddam y sus hijos. Pero no hay casi nada en común
entre el primero y los Husséin, algo que la Casa Blanca debiera entender
para no seguir cometiendo errores”, coinciden analistas en puntos tan disímiles
como Milán y Teherán.

También Israel y Egipto creen que el reino saudí es la meta de
la ofensiva lanzada por Al Qa´eda, por varios motivos. El más antiguo
data de los años 80 y es el odio fundamentalista a los extranjeros que
controlan los hidrocarburos o sus precios, en suelo islámico. El aspecto
más ostensible, tras la irrupción de Ruhollá Jomeiní,
era la teocracia shiita en Irán. Pero, en pocos años, se desarrolló
un “modus vivendi” entre Teherán y el gran negocio petrolero
internacional. En verdad, el fundamentalismo que nunca dejó de existir
y hoy vuelve a primer plano es sunnita: la doctrina wahabí.

Mucho más cerril y primitiva, nació en la Arabia central durante
el siglo XVIII y, desde mediados del siglo siguiente, controló buena
parte de la península desde Riyadh. Desde 1884, capital de los saudíes,
jefes de la secta wahabí. Su acción recién desbordó
territorio árabe cuando Osama bin Laden -cuya familia tiene vínculos
con los saudíes y cuenta con el apoyo de varios emires jóvenes-
se puso al frente de los talibán, una secta afgana inspirada en el fanatismo
wahabí.

No obstante, Al Qa´eda continuó nutriéndose de reclutas árabes,
porque su Jihad (guerra santa) tiene un objeto bastante alejado del Corán:
copar el reino teocrático y usar su petróleo para recrear el mismo
sueño panislámico que los ingleses fomentaron, hasta 1920, para
desmembrar el Imperio Otomano -apenas un fantasma- y controlar los hidrocarburos
en Levante. “El petróleo será la riqueza clave de la futura
superpotencia musulmana. Pero su economía ya no responderá a los
intereses occidentales”, decía Osama hace ocho años.

En verdad, 260.000 millones de barriles cubicados hacen de Saudiarabia la primera
reserva del mundo. Sólo rivaliza con ella la Comunidad de Estados Independientes
(CEI, ex Unión Soviética) donde, sin embargo, buena parte de las
existencias comprobadas están en miembros islámicos o con alta
proporción de musulmanes. Eso explica que, para Al Qa´eda, Rusia sea
casi tan detestable como Estados Unidos. También explica que, vía
instructores talibán, el fanatismo wahabí influya tanto en Chechenia
(sombra negra de Moscú). Respecto del aspecto económico, esencial
en la cosmografía de Al Qa´eda, debe recordarse que Osama bin Laden es
graduado universitario en Gran Bretaña y domina el tema. También
lo domina ese 25% de emires de la casa saudí que apoyan a Al Qa´eda.

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