¿Hace falta controlar mejor los fondos de cubertura?

Andrew Metrick enseña en la escuela de negocios Wharton. Acaba de publicar “Venture capital and the finance of innovation”. No obstante, también se dedica a fondos de cubertura (derivativos) y fondos expertos en compras apalancadas.

29 marzo, 2007

Durante una entrevista, Knowldege@Wharton se detuvo en el primer tema y aludió a las crecientes demandas para regularlos mejor. De hecho, recuerda en analista, Henry Paulson –secretario de hacienda- ha señalado varias veces que los fondos de cubertura lo asustan. Tiene buenas razones: esa gama controla bastante más de un billón alrededor del mundo una masa poco transparente, amplificada vía apalancamientos. Nadie sabe a ciencia cierta en qué están, hasta que es tarde”.

Cuando, hace nueve años, colapsó Long-Term Capital Managament (LTCM, dirigido por dos matemáticos que obtuvieron el Nobel por desarrollar instrumentos derivativos), “muchos temieron que eso afectaría al sistema financiero. Un rescate muy costoso evitó la crisis, pero todavía ignoramoa si habrá otras, cuándo o como”.

En ese punto, K@W reitera que muchos exigen más restricciones y otro no las creen buenas. Un tercer grupo aboga por autorregulaciones. Merrick teme que, si los fondos no pueden operar como quieren, “simplemente abandonarán EE.UU. rumbo a Caimán o lugares parecidos. Por eso, vendrían bien normativas flexibles que permitan a la autoridad no perder de vista a los fondos especulativos. Para ello, los operadores debieran abrir libros en casos de cierre o quebrantos”.

Ahora bien ¿qué sucede con la opacidad de este segmento? El 8 de febrero, Fortress Investment Group ingresó a bolsa y fue el primes fondo de cubertura en hacerlo ¿Lo seguirán otros y ello conferirá transparencia al negocio? Merrick no espera que sean muchos. “Primero, porque la transparencia no les conviene: quieren hace mucho dinero rápido y sin mostrar las cartas. Segundo, porque quienes lo manejan son muy ricos y desean serlo más; pero irse a la bolsa reduce incentivos en esa dirección”.

Al margen de tanta cautela, lo de LTCM en realidad se repitió con Amaranth Advisors. Nicholas Maounis, fundador del basado en derivados sobre gas natural, tomó en abril de 2005 una decisión que lo llevó al desastre. Todo para que no se le fuera Brian Hunter, promisorio especulador con futuros y opciones sobre hidrocarburos.

En aquel momento, otra firma ludópata, Steven Cohen Capital Advisors (SCCA), le ofreció a Hunter un millón si se le unía. Pero Maounis no deseaba perder la clave de un negocio que le significada ya US$ 5.000 millones en activos. Por entonces, las acciones y los bonos convertibles bajaban, en tanto subían los hidrocarburos. Hunter era imprescindible. Por tanto, Maounis lo hizo copresidente y le entregó el manejo de todas las operaciones relativas a futuros y opciones sobre gas natural.

En diecisiete meses, Hunter llegó a ser responsable por US$ 6.600 millones en pérdidas. De paso, detonó el mayor colapso de un fondo de cubertura registrado en la historia, salvo LTCM. Obviamente, los inversores perjudicados –en general, millonarios codiciosos- se lanzaron a cuestionar la ciega fe de Maounis en una estrella de apenas 32 años. A su criterio, se le dio excesiva libertad y se lo dejó comprometer más de la mitad de los activos de Amaranth.

Los días finales fueron una seguidilla de cifras difíciles de imaginar para una persona normal. En apenas una semana (septiembre pasado), Hunter perdió apuestas por casi US$ 4.600 millones. Empezando octubre, el colapso involucraba 6.600 millones, o sea 70% de los activos de Amaranth. Todavía en diciembre, ni Hunter ni Maounis, ocultos en Canadá, daban la cara ante los medios especializados.

Por lo menos un inversor, que percibió signos de que los riesgos eran letales, retiró su dinero antes del desastre. Algunos ex empleados y operadores (que insisten en permanecer anónimos, pues le temen a Maounis) revelaron en noviembre haber advertido en agosto a sus jefes sobre lo que les venía encima. Pero, se sabe, los ludópatas –como cualquier adicto- nunca escuchan.

Cuando otra vuelta de campana en los mercados dejó al fondo afrontando quebrantos enormes, ya era tarde para desarmar posiciones. Mientras los precios se veían firmes, Amaranth manejaba el mercado pero, al derrumbarse aquéllos, el mercado hizo pedazos a Amaranth. Eso es moneda corriente en la plaza de futuros de Chicago, tanto como en las mesas de Las Vegas.

No obstante, las condiciones de plaza distaban de ser ideales ya en 2005, mientras Maounis negociaba la permanencia de Hunter. En medio de las tratativas, los bonos convertibles (otrora sostèn de Amaranth) se desplomaron a razón de 6,5% mensual, entre enero y mayo. Presa de la volatidad, también los mercados accionarios sufrían notables descensos.

Durante una entrevista, Knowldege@Wharton se detuvo en el primer tema y aludió a las crecientes demandas para regularlos mejor. De hecho, recuerda en analista, Henry Paulson –secretario de hacienda- ha señalado varias veces que los fondos de cubertura lo asustan. Tiene buenas razones: esa gama controla bastante más de un billón alrededor del mundo una masa poco transparente, amplificada vía apalancamientos. Nadie sabe a ciencia cierta en qué están, hasta que es tarde”.

Cuando, hace nueve años, colapsó Long-Term Capital Managament (LTCM, dirigido por dos matemáticos que obtuvieron el Nobel por desarrollar instrumentos derivativos), “muchos temieron que eso afectaría al sistema financiero. Un rescate muy costoso evitó la crisis, pero todavía ignoramoa si habrá otras, cuándo o como”.

En ese punto, K@W reitera que muchos exigen más restricciones y otro no las creen buenas. Un tercer grupo aboga por autorregulaciones. Merrick teme que, si los fondos no pueden operar como quieren, “simplemente abandonarán EE.UU. rumbo a Caimán o lugares parecidos. Por eso, vendrían bien normativas flexibles que permitan a la autoridad no perder de vista a los fondos especulativos. Para ello, los operadores debieran abrir libros en casos de cierre o quebrantos”.

Ahora bien ¿qué sucede con la opacidad de este segmento? El 8 de febrero, Fortress Investment Group ingresó a bolsa y fue el primes fondo de cubertura en hacerlo ¿Lo seguirán otros y ello conferirá transparencia al negocio? Merrick no espera que sean muchos. “Primero, porque la transparencia no les conviene: quieren hace mucho dinero rápido y sin mostrar las cartas. Segundo, porque quienes lo manejan son muy ricos y desean serlo más; pero irse a la bolsa reduce incentivos en esa dirección”.

Al margen de tanta cautela, lo de LTCM en realidad se repitió con Amaranth Advisors. Nicholas Maounis, fundador del basado en derivados sobre gas natural, tomó en abril de 2005 una decisión que lo llevó al desastre. Todo para que no se le fuera Brian Hunter, promisorio especulador con futuros y opciones sobre hidrocarburos.

En aquel momento, otra firma ludópata, Steven Cohen Capital Advisors (SCCA), le ofreció a Hunter un millón si se le unía. Pero Maounis no deseaba perder la clave de un negocio que le significada ya US$ 5.000 millones en activos. Por entonces, las acciones y los bonos convertibles bajaban, en tanto subían los hidrocarburos. Hunter era imprescindible. Por tanto, Maounis lo hizo copresidente y le entregó el manejo de todas las operaciones relativas a futuros y opciones sobre gas natural.

En diecisiete meses, Hunter llegó a ser responsable por US$ 6.600 millones en pérdidas. De paso, detonó el mayor colapso de un fondo de cubertura registrado en la historia, salvo LTCM. Obviamente, los inversores perjudicados –en general, millonarios codiciosos- se lanzaron a cuestionar la ciega fe de Maounis en una estrella de apenas 32 años. A su criterio, se le dio excesiva libertad y se lo dejó comprometer más de la mitad de los activos de Amaranth.

Los días finales fueron una seguidilla de cifras difíciles de imaginar para una persona normal. En apenas una semana (septiembre pasado), Hunter perdió apuestas por casi US$ 4.600 millones. Empezando octubre, el colapso involucraba 6.600 millones, o sea 70% de los activos de Amaranth. Todavía en diciembre, ni Hunter ni Maounis, ocultos en Canadá, daban la cara ante los medios especializados.

Por lo menos un inversor, que percibió signos de que los riesgos eran letales, retiró su dinero antes del desastre. Algunos ex empleados y operadores (que insisten en permanecer anónimos, pues le temen a Maounis) revelaron en noviembre haber advertido en agosto a sus jefes sobre lo que les venía encima. Pero, se sabe, los ludópatas –como cualquier adicto- nunca escuchan.

Cuando otra vuelta de campana en los mercados dejó al fondo afrontando quebrantos enormes, ya era tarde para desarmar posiciones. Mientras los precios se veían firmes, Amaranth manejaba el mercado pero, al derrumbarse aquéllos, el mercado hizo pedazos a Amaranth. Eso es moneda corriente en la plaza de futuros de Chicago, tanto como en las mesas de Las Vegas.

No obstante, las condiciones de plaza distaban de ser ideales ya en 2005, mientras Maounis negociaba la permanencia de Hunter. En medio de las tratativas, los bonos convertibles (otrora sostèn de Amaranth) se desplomaron a razón de 6,5% mensual, entre enero y mayo. Presa de la volatidad, también los mercados accionarios sufrían notables descensos.

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