Greenspan y el alza de la deuda máxima hundieron el dólar (19-XI)

"El déficit no puede financiarse indefinidamente", dijo Alan Greenspan ante los 20, en Fráncfort. Pero George W.Bush anunció que firmará un tope de US$ 8.184 billones para el endeudamiento público. Ergo, el dólar se desplomó hasta ¥ 102,90.

19 noviembre, 2004

El presidente de la Reserva Federal señaló que los déficit norteasmericanos –presupuesto cuenta corriente, comercio exterior- hacen caer la inversión externa directa y podrían frenar la compra de bonos en el resto del mundo. “Inversores y bancos centrales extranjeros no cubrirán perpetuamente nuestros rojos”, agregó. Sus palabras son casi eco de las formuladas, días atrás, por su antecesor Paul Volcker.

“Los desequilibrios en cuenta corriente, por sí solos, no serían problema. Pero los déficit acumulados, que tienen como consecuencia la caída de la IED neta de un país -como es nuestro caso-, suponen riesgos muy complejas”. Por cierto, el rojo en pagos externos supera el 5,3% del producto bruto interno (PBI) y el III trimestre (segundo del ejercicio fiscal) deparará un récord de US$ 166.000 millones en déficit nuevo.

Pero, mientras el banquero central de Estados Unidos formulaba tan severas advertencias a su propio gobierno, Bush se disponía a firmar la ley que permite añadir US$ 800.000 millones al endeudamiento total, con lo cual el nuevo límite es US$ 8.154 billones. Dicho de otro modos, los rojos acumulados en escala federal habían pasado, a mediados de año, los US$ 7.350 billones.

Obviamente, Greenspan se endureció luego de que el Congreso, dominado por el oificialismo, aprobara –entre martes y jueves- el proyecto de ley que Bush iba a sancionar. No sin cierto humor perverso, el evangélico Scott McClellan, vocero de la Casa Blanca, dijo que la medida “es importante para proteger la confianza y el crédito nacionales”.

Esta combinación de circuntancias golpeó fuerte al dólar, que cerraba su semana más caótica en varios años. La castigada divisa cedió hasta ¥ 102,90. Mientras, el euro superaba US$ 1,308. En Londres, HBSC pronosticaba –a un semestre- valores de US$ 1,34 para el euro y ¥ 98 para el dólar. Finalmente Nueva York amortiguó el euro a US$ 1,304 (igual es récord) y Tokio abría esta madrugada con el dólar en ¥ 103,05. Pero los crudos saltaron 4,1% y los prinmcipales indicadores en Wall Street perdían más de 1%.

¿Qué mira el mercado?

En medio del derrumbe cambiario de esta semana, John Snow –secretario norteamericano de Hacienda- entretuvo a los operadores londinenses con su acto “Apoyamos un dólar fuerte”. Pero el euro tocó un pico de US$ 1,3085 en esa misma plaza.

La “clase magistral” del todavía titular de Tesorería fue respondida, jueves y viernes, por el mercado con nuevos ataques contra la divisa estadounidense. En el caso del jueves 18, eso exigió, horas después del cierre londinense, una intervención de bancos privados y el central japónes (gestionada por la propia Reserva Federal) para achatar el euro a US$ 1,296 y el elevar el dólar de ¥ 102,85 a 104,25. Pero al día siguiente, volvieron los picos del euro y los pisos del dólar. Al día siguiente, ya no fue posible.

Al revés de lo que Snow reitera a cada rato, todo el mundo cree que Estados Unidos en realidad quiere un dólar barato, muy barato, para exportan más e importar menos o para que sus deudas sean en moneda barata. Sea como fuere, aun cuando la RF parezca desear lo contrario –según demuestran cuatro aumentos de las tasas referenciales, que han pasado de 1 a 2% anual en el semestre- la divisa norteamericana continúa licuándose.

Por supuesto, sobran las señales opuestas al “dólar fuerte” de Snow. Este viernes, Merrill Lynch consultó cien gerentes de fondos inversores y 65 de ellos esperan que la divisa siga depreciándose –con altibajos- hasta fines de 2005. Sólo 28 creen que esta tendencia se agotará en corto plazo. Pero esto ocurrió antes de conocerse el nuevo techo del endeudamiento federal (abarca presupuesto, pagos externos y gasto social).

Técnicamente, es factible postular un rebote alcista del dólar. En particular, porque los rindes especulativos en la Eurozona ya no son superiores a los del dólar y, juzgando por el aumento de precios minoristas en EE.UU. (octubre, conocido esta semana), esos rindes subirán uno punto para diciembre. Esto sería válido si los mercados de riesgo estuviesen prestando atención a las perspectivas de repunte económico en EE.UU.

Así ocurría a fines de los 90 y, con menor impulso, durante 2002/3, cuando parecía que ese país abonadonaba la recesión de 2000/1. Pero, desde mediados de 2003, la reactivación viene siendo lenta y con hiatos. Aparte, no existe un rasgo del lapso 1998/2000: el perceptible retraso de rinde financieros norteamericanos respecto de los europeos.

En vez de ello, los mercados se fijan en el gigantesco déficit de pagos externos (5,5% del producto bruto interno) y en la necesidad de que el dólar siga cayendo para reducirlo. Ese rojo continúa generando restricciones financieras en escala global, lo cual explica que –sólo en septiembre- la diferencia entre compras y ventas de deuda norteamericana haya sido de US$ 63.000 millones en favor de las primeras.

La novedad no fue ésa, sino otra. Según un análisis de Morgan Stanley London, los mayores adquirentes eran inversores privados europeos, no ya bancos centrales de Asia oriental y sudoriental. Al mismo tiempo los flujos preferían bonos privados, no ya letras federales. “Lo primero parece una expresión de deseos de MSL” objetaban expertos alemanes y japoneses. “Pero, sí, hay una incipiente tendencia a salir de bonos públicos estadounidenses”.

Eso es peligroso para un gobierno que desde 2001 es adicto al endeudamiento externo y hoy sus compromisos en Irak le impiden “curarse”. En algún momento, si el dólar siguiese debilitándose, los inversores privados podrían cansarse de retener activos en esa moneda y ese amague de salida se convertiría en una liquidación masiva.

En diferente plano, va apareciendo otro problema: los precios de hidrocarburos. Una cosa es un barril a US$ 50 si la moneda referencial cuesta –por ejemplo- € 0,83 o ¥ 115. Otra, muy distinta, si cada dólar que perciben productores, exportadores e intermediarios vale menos de € 0,75 o ¥ 100 y, por ende, su petróleo puede “comprar” menos insumos, bienes y servicios.

El presidente de la Reserva Federal señaló que los déficit norteasmericanos –presupuesto cuenta corriente, comercio exterior- hacen caer la inversión externa directa y podrían frenar la compra de bonos en el resto del mundo. “Inversores y bancos centrales extranjeros no cubrirán perpetuamente nuestros rojos”, agregó. Sus palabras son casi eco de las formuladas, días atrás, por su antecesor Paul Volcker.

“Los desequilibrios en cuenta corriente, por sí solos, no serían problema. Pero los déficit acumulados, que tienen como consecuencia la caída de la IED neta de un país -como es nuestro caso-, suponen riesgos muy complejas”. Por cierto, el rojo en pagos externos supera el 5,3% del producto bruto interno (PBI) y el III trimestre (segundo del ejercicio fiscal) deparará un récord de US$ 166.000 millones en déficit nuevo.

Pero, mientras el banquero central de Estados Unidos formulaba tan severas advertencias a su propio gobierno, Bush se disponía a firmar la ley que permite añadir US$ 800.000 millones al endeudamiento total, con lo cual el nuevo límite es US$ 8.154 billones. Dicho de otro modos, los rojos acumulados en escala federal habían pasado, a mediados de año, los US$ 7.350 billones.

Obviamente, Greenspan se endureció luego de que el Congreso, dominado por el oificialismo, aprobara –entre martes y jueves- el proyecto de ley que Bush iba a sancionar. No sin cierto humor perverso, el evangélico Scott McClellan, vocero de la Casa Blanca, dijo que la medida “es importante para proteger la confianza y el crédito nacionales”.

Esta combinación de circuntancias golpeó fuerte al dólar, que cerraba su semana más caótica en varios años. La castigada divisa cedió hasta ¥ 102,90. Mientras, el euro superaba US$ 1,308. En Londres, HBSC pronosticaba –a un semestre- valores de US$ 1,34 para el euro y ¥ 98 para el dólar. Finalmente Nueva York amortiguó el euro a US$ 1,304 (igual es récord) y Tokio abría esta madrugada con el dólar en ¥ 103,05. Pero los crudos saltaron 4,1% y los prinmcipales indicadores en Wall Street perdían más de 1%.

¿Qué mira el mercado?

En medio del derrumbe cambiario de esta semana, John Snow –secretario norteamericano de Hacienda- entretuvo a los operadores londinenses con su acto “Apoyamos un dólar fuerte”. Pero el euro tocó un pico de US$ 1,3085 en esa misma plaza.

La “clase magistral” del todavía titular de Tesorería fue respondida, jueves y viernes, por el mercado con nuevos ataques contra la divisa estadounidense. En el caso del jueves 18, eso exigió, horas después del cierre londinense, una intervención de bancos privados y el central japónes (gestionada por la propia Reserva Federal) para achatar el euro a US$ 1,296 y el elevar el dólar de ¥ 102,85 a 104,25. Pero al día siguiente, volvieron los picos del euro y los pisos del dólar. Al día siguiente, ya no fue posible.

Al revés de lo que Snow reitera a cada rato, todo el mundo cree que Estados Unidos en realidad quiere un dólar barato, muy barato, para exportan más e importar menos o para que sus deudas sean en moneda barata. Sea como fuere, aun cuando la RF parezca desear lo contrario –según demuestran cuatro aumentos de las tasas referenciales, que han pasado de 1 a 2% anual en el semestre- la divisa norteamericana continúa licuándose.

Por supuesto, sobran las señales opuestas al “dólar fuerte” de Snow. Este viernes, Merrill Lynch consultó cien gerentes de fondos inversores y 65 de ellos esperan que la divisa siga depreciándose –con altibajos- hasta fines de 2005. Sólo 28 creen que esta tendencia se agotará en corto plazo. Pero esto ocurrió antes de conocerse el nuevo techo del endeudamiento federal (abarca presupuesto, pagos externos y gasto social).

Técnicamente, es factible postular un rebote alcista del dólar. En particular, porque los rindes especulativos en la Eurozona ya no son superiores a los del dólar y, juzgando por el aumento de precios minoristas en EE.UU. (octubre, conocido esta semana), esos rindes subirán uno punto para diciembre. Esto sería válido si los mercados de riesgo estuviesen prestando atención a las perspectivas de repunte económico en EE.UU.

Así ocurría a fines de los 90 y, con menor impulso, durante 2002/3, cuando parecía que ese país abonadonaba la recesión de 2000/1. Pero, desde mediados de 2003, la reactivación viene siendo lenta y con hiatos. Aparte, no existe un rasgo del lapso 1998/2000: el perceptible retraso de rinde financieros norteamericanos respecto de los europeos.

En vez de ello, los mercados se fijan en el gigantesco déficit de pagos externos (5,5% del producto bruto interno) y en la necesidad de que el dólar siga cayendo para reducirlo. Ese rojo continúa generando restricciones financieras en escala global, lo cual explica que –sólo en septiembre- la diferencia entre compras y ventas de deuda norteamericana haya sido de US$ 63.000 millones en favor de las primeras.

La novedad no fue ésa, sino otra. Según un análisis de Morgan Stanley London, los mayores adquirentes eran inversores privados europeos, no ya bancos centrales de Asia oriental y sudoriental. Al mismo tiempo los flujos preferían bonos privados, no ya letras federales. “Lo primero parece una expresión de deseos de MSL” objetaban expertos alemanes y japoneses. “Pero, sí, hay una incipiente tendencia a salir de bonos públicos estadounidenses”.

Eso es peligroso para un gobierno que desde 2001 es adicto al endeudamiento externo y hoy sus compromisos en Irak le impiden “curarse”. En algún momento, si el dólar siguiese debilitándose, los inversores privados podrían cansarse de retener activos en esa moneda y ese amague de salida se convertiría en una liquidación masiva.

En diferente plano, va apareciendo otro problema: los precios de hidrocarburos. Una cosa es un barril a US$ 50 si la moneda referencial cuesta –por ejemplo- € 0,83 o ¥ 115. Otra, muy distinta, si cada dólar que perciben productores, exportadores e intermediarios vale menos de € 0,75 o ¥ 100 y, por ende, su petróleo puede “comprar” menos insumos, bienes y servicios.

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