Gran Bretaña, rumbo al euro

Cada vez más exportadores británicos presionan para que Londres adhiera, de un modo u otro, a Eurolandia. El motivo es uno solo: la libra es muy cara en euros y ello traba ventas a los doce países que tienen la moneda común.

3 mayo, 2002

Los suecos afrontan el mismo problema.
Desde su estreno (enero de 1999) como la segunda divisa del mundo y, con más énfasis, al tornarse circulante exclusivo (enero último), el euro ha bajado 23% respecto del dólar y 12% respecto de la esterlina. Esto tomando la paridad final de abril -€ = US$ 0,9040- porque, semanas antes, ese nivel no pasaba de US$ 0,8750.

Varios sectores industriales en Gran Bretaña, especialmente los de electrónica o vanguardia tecnológica, sostienen que el euro les roba clientes –o sea, importadores continentales- actuales y potenciales. Algunos expertos van más lejos, pues vinculan la pérdida de horas o puestos laborales en las islas con el mismo fenómeno al este o el sudeste de la Unión Europea. En todos los casos, a causa de un euro que no sube de US$ 0,88/90 cuando, al introducirse, valía US$ 1,13.

Por supuesto, la disparidad cambiaria deriva también de la dinámica económica. Así, el PBI británico se expandió 2,2% en 2001, contra apenas 1,5% en Eurolandia como bloque. Pero esta factor no interesa a los exportadores, porque el mercado continental representa 300 millones de consumidores y el británico apenas 60 millones. Además, los diferenciales de precios internos fomentan todo tipo de “compras hormiga” cruzando el paso de Calais.

Los suecos afrontan el mismo problema.
Desde su estreno (enero de 1999) como la segunda divisa del mundo y, con más énfasis, al tornarse circulante exclusivo (enero último), el euro ha bajado 23% respecto del dólar y 12% respecto de la esterlina. Esto tomando la paridad final de abril -€ = US$ 0,9040- porque, semanas antes, ese nivel no pasaba de US$ 0,8750.

Varios sectores industriales en Gran Bretaña, especialmente los de electrónica o vanguardia tecnológica, sostienen que el euro les roba clientes –o sea, importadores continentales- actuales y potenciales. Algunos expertos van más lejos, pues vinculan la pérdida de horas o puestos laborales en las islas con el mismo fenómeno al este o el sudeste de la Unión Europea. En todos los casos, a causa de un euro que no sube de US$ 0,88/90 cuando, al introducirse, valía US$ 1,13.

Por supuesto, la disparidad cambiaria deriva también de la dinámica económica. Así, el PBI británico se expandió 2,2% en 2001, contra apenas 1,5% en Eurolandia como bloque. Pero esta factor no interesa a los exportadores, porque el mercado continental representa 300 millones de consumidores y el británico apenas 60 millones. Además, los diferenciales de precios internos fomentan todo tipo de “compras hormiga” cruzando el paso de Calais.

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