Fondos mutuales: un sector amenazado por escándalos

El violento despido de Lawrence Lasser como CEO de Putnam Investments e, inclusive, la crisis de esta administradora son hechos adjetivos. Pero hay un trasfondo sumamente grave y PI no el único caso.

4 noviembre, 2003

Según recuerda Vicent Boland, un experto londinense, "durante muchos
años, los fondos mutuales se vendían al público como vehículos
ideales para ahorristas y pequeños inversores. Especialmente los que querían
asegurarse rentas dignas en la vejez".

Sus atractivos eran y son claros: son sencillos de entender, no requieren seguimiento
especializado, sus operaciones son fácilmente verificables, los costos
son transparentes aparte de bajos- y, por lo común, los respaldan o administran
respetables compañías financieras.

La gente compró ese mensaje en forma masiva. Ello explica que las proyecciones
para fin de este año estimen en alrededor de US$ 7 billones la masa colocada
en ese segmento. "Pero semejante monto no bastaba para que los reguladores
de mercado se ocupasen del tema", apunta Boland.

Hasta que el temible Eliot Spitzer, fiscal general de Nueva York, puso ese negocio
en la mira. El 3 de septiembre, inició una investigación sobre ciertos
tipos de transacciones, protagonizadas no por los fondos mutuales en sí,
sino por los administradores. A menudo, grandes grupos financieros no bancarios,
combinados con el extremo más volátiles y menos escrupuloso de la
especulación: los fondos de riesgo o cobertura.

Al respecto, Spitzer "sospechaba que, en la compraventa de cuotas partes,
esos fondos obtenían privilegios en perjuicio de ahorristas e inversores
comunes. Varios administradores grandes parecían responsables de los abusos".

Desde entonces, "procesaron a varios peces chicos y algunos gerentes fueron
a la calle. A raíz de eso y tras terciar la fiscalía estadual de
Connecticut, la Securities & Exchange Commission (SEC o Comisión
Federal de Valores) se sumó a las indagaciones".

En ese punto, algunas organizaciones sectoriales y administradores de fondos se
comprometieron a "limpiar" sus prácticas e indemnizar a eventuales
perjudicados. Ahí saltó el escándalo Putnam Investments,
financiera casi ignota fuera de Estados Unidos, pero de enorme peso allá.

¿Hasta qué punto esta clase de problemas afecta a un negocio que
depende de la imagen para captar ahorros e inversiones entre el público
en general? A criterio del consultor Sheldon Jacobs, "este escándalo
no tiene precedentes desde que, en 1940, se reglamentó la actividad. Por
entonces y durante largo tiempo, nadie le llamaba ´industria´ ni les decía
´productos´ a las cuotas partes o los fondos mismos".

Cuantificar el perjuicio a los inversores no es fácil. De acuerdo con un
estudio de Eric Zitzewitz (escuela de Negocios, Stanford), los cuotapartistas
tal vez haya estado perdiendo unos US$ 400 millones anuales, vía transacciones
fuera de hora.

"Al principio, se suponía -observa Jacobs- que semejantes violaciones
a la confianza del público, por parte de administrados fiduciarios, se
limitabas a casos aislados. Luego, quedó claro que varios administradores
otorgaban privilegios a fondos de riesgo, a cambio de otros tipos de negocios".

Comparadas con el derrumbe de la burbuja puntocom o los escándalos tipo
Enron o WorldCom, pérdidas por apenas US$ 400 millones anuales no parecen
tan tremendas. Pero "es factible que los abusos reales recién estén
empezando a surgir. Ni hablar de lo que podría suceder -apunta Boland-
si se entablasen demandas colectivas o solidarias contra las financieras".

Hasta ahora, "las evidencias a mano podrían resultar en cargos penales
y hasta prisión. Pero (señala Jacobs), no parece que el público
vaya a abandonar este canal de ahorro e inversión, más allá
de los escándalos. Entre otras cosas, porque no hay opciones de mejor calidad.
Al mismo tiempo, empero, ya no posible tolerar los arreglos entre administradores
y fondos de riesgo".

El problema es que, amén de Putnam -quinta compañía de su
tipo en EE.UU.-, están involucradas la primera (Janus) y la segunda (Fidelity).
Putnam perdió colocaciones por más de US$ 4.300 millones desde que
estalló el escándalo. Las otras representan, juntas, un monto similar.

Pero las cosas no paran ahí. "La SEC, la Bolsa de Nueva York y el
propio Congreso -afirma Boland- deben aunarse para impedir que los abusos continúen
o surjan otras formas, más sutiles, de burlar la confianza del público.
El sistema regulatorio norteamericano debe ser afinado, como lo demuestra la serie
de escándalos iniciada con Enron, hace casi dos años".

En lo tocante a fondo mutuales, el "Financial Times" ha advertido que
existen elevadas comisiones encubiertas, que cobran los administradores ("providers").
Además, el sector debiera "limitar la práctica de fijar precios
sólo una vez por sesión, un anacronismo en esta época de
comunicación al instante y en tiempo real".

Según recuerda Vicent Boland, un experto londinense, "durante muchos
años, los fondos mutuales se vendían al público como vehículos
ideales para ahorristas y pequeños inversores. Especialmente los que querían
asegurarse rentas dignas en la vejez".

Sus atractivos eran y son claros: son sencillos de entender, no requieren seguimiento
especializado, sus operaciones son fácilmente verificables, los costos
son transparentes aparte de bajos- y, por lo común, los respaldan o administran
respetables compañías financieras.

La gente compró ese mensaje en forma masiva. Ello explica que las proyecciones
para fin de este año estimen en alrededor de US$ 7 billones la masa colocada
en ese segmento. "Pero semejante monto no bastaba para que los reguladores
de mercado se ocupasen del tema", apunta Boland.

Hasta que el temible Eliot Spitzer, fiscal general de Nueva York, puso ese negocio
en la mira. El 3 de septiembre, inició una investigación sobre ciertos
tipos de transacciones, protagonizadas no por los fondos mutuales en sí,
sino por los administradores. A menudo, grandes grupos financieros no bancarios,
combinados con el extremo más volátiles y menos escrupuloso de la
especulación: los fondos de riesgo o cobertura.

Al respecto, Spitzer "sospechaba que, en la compraventa de cuotas partes,
esos fondos obtenían privilegios en perjuicio de ahorristas e inversores
comunes. Varios administradores grandes parecían responsables de los abusos".

Desde entonces, "procesaron a varios peces chicos y algunos gerentes fueron
a la calle. A raíz de eso y tras terciar la fiscalía estadual de
Connecticut, la Securities & Exchange Commission (SEC o Comisión
Federal de Valores) se sumó a las indagaciones".

En ese punto, algunas organizaciones sectoriales y administradores de fondos se
comprometieron a "limpiar" sus prácticas e indemnizar a eventuales
perjudicados. Ahí saltó el escándalo Putnam Investments,
financiera casi ignota fuera de Estados Unidos, pero de enorme peso allá.

¿Hasta qué punto esta clase de problemas afecta a un negocio que
depende de la imagen para captar ahorros e inversiones entre el público
en general? A criterio del consultor Sheldon Jacobs, "este escándalo
no tiene precedentes desde que, en 1940, se reglamentó la actividad. Por
entonces y durante largo tiempo, nadie le llamaba ´industria´ ni les decía
´productos´ a las cuotas partes o los fondos mismos".

Cuantificar el perjuicio a los inversores no es fácil. De acuerdo con un
estudio de Eric Zitzewitz (escuela de Negocios, Stanford), los cuotapartistas
tal vez haya estado perdiendo unos US$ 400 millones anuales, vía transacciones
fuera de hora.

"Al principio, se suponía -observa Jacobs- que semejantes violaciones
a la confianza del público, por parte de administrados fiduciarios, se
limitabas a casos aislados. Luego, quedó claro que varios administradores
otorgaban privilegios a fondos de riesgo, a cambio de otros tipos de negocios".

Comparadas con el derrumbe de la burbuja puntocom o los escándalos tipo
Enron o WorldCom, pérdidas por apenas US$ 400 millones anuales no parecen
tan tremendas. Pero "es factible que los abusos reales recién estén
empezando a surgir. Ni hablar de lo que podría suceder -apunta Boland-
si se entablasen demandas colectivas o solidarias contra las financieras".

Hasta ahora, "las evidencias a mano podrían resultar en cargos penales
y hasta prisión. Pero (señala Jacobs), no parece que el público
vaya a abandonar este canal de ahorro e inversión, más allá
de los escándalos. Entre otras cosas, porque no hay opciones de mejor calidad.
Al mismo tiempo, empero, ya no posible tolerar los arreglos entre administradores
y fondos de riesgo".

El problema es que, amén de Putnam -quinta compañía de su
tipo en EE.UU.-, están involucradas la primera (Janus) y la segunda (Fidelity).
Putnam perdió colocaciones por más de US$ 4.300 millones desde que
estalló el escándalo. Las otras representan, juntas, un monto similar.

Pero las cosas no paran ahí. "La SEC, la Bolsa de Nueva York y el
propio Congreso -afirma Boland- deben aunarse para impedir que los abusos continúen
o surjan otras formas, más sutiles, de burlar la confianza del público.
El sistema regulatorio norteamericano debe ser afinado, como lo demuestra la serie
de escándalos iniciada con Enron, hace casi dos años".

En lo tocante a fondo mutuales, el "Financial Times" ha advertido que
existen elevadas comisiones encubiertas, que cobran los administradores ("providers").
Además, el sector debiera "limitar la práctica de fijar precios
sólo una vez por sesión, un anacronismo en esta época de
comunicación al instante y en tiempo real".

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