FMI: ¿se avecina una crisis mundial en bienes raíces?

Últimamente, el Fondo Monetario Internacional se dedica a problemas de economías líderes. Para el caso, la de su socio hegemónico, Estados Unidos, donde vislumbra –como en Gran Bretaña- una crisis inmobiliaria tipo japonés, pero contagiosa.

7 abril, 2003

“Es otra maniobra de los alemanes, enfrentados con Washington por Irak. La gente de Horst Köhler, director gerente del FMI, profetiza contra la economía más grande del mundo”. Así calificaba la cadena Fox –virtual vocero del Pentágono- un “estudio ocasional” de la entidad multilateral, bastante pesimista sobre el tema. Pero el autor, Kenneth Rogoff, no es hombre de Köhler sino de Anne Krueger (hoy sumida en un llamativo bajo perfil, quizá porque John Snow, secretario de Hacienda, no le tiene apego). Al margen de eso, el análisis llama la atención porque sostiene: “El auge inmobiliario que viven EE.UU. y otros países centrales corre más riesgos de desplomarse -causando severos perjuicios a la economía real- que su correlato bursátil. A diferencia de éste, el sector viviendas muestra recién ahora algunos síntomas de desinfle”.

“Las advertencias del FMI pueden ser exageradas, pero igual son dignas de atención”, decía por TV el economista Paul Krugman. “El síndrome triunfalista generado por la guerra hace desdeñar señales cada día más amplias y preocupantes respecto de nuestra economía. Ésta es una de ellas”. De hecho, la entidad teme que el negocio inmobiliario marche a una implosión como japonesa de hace doce años pero, a la inversa de ese fenómeno, capaz de contagiarse a través del mundo.

Probablemente, “este año pierdan sustento ciertos auges inmobiliarios o se descapitalicen los respectivos sectores”, teme el FMI. Según datos incluidos en el “occasional paper”, los aumentos de precios durante 2002 han sido “francamente desorbitados en Gran Bretaña (25,3%) y España (17,7%)”. También generan inquietudes las burbujas en Irlanda (11,1%), Francia (8,4%) y Estados Unidos (6,9%). Por el contrario, en dos países cuyos auges fueron anteriores, 2002 prolongó desinfles (3,3% en Alemania, 4,7% en Japón) que continúan en 2003.

Históricamente, durante más de treinta años (1970-2000) los valores bursátiles –es decir mobiliarios- y los inmobiliarios evolucionaron en paralelo. Los segundos acompañaban los altibajos de los primeros. Pero, desde el inicio del desinfle puntocom –abril de 2000- e igual fenómeno en tecnología y telecomunicaciones (fines de ese mismo año en adelante), los bienes raíces se mantuvieron al margen del amplio repliegue bursátil.

Por lo menos, hasta el último trimestre de 2002. En ese punto, señalan los técnicos del FMI, “el efecto riqueza que vivían los consumidores, sobre todo en EE.UU. y Gran Bretaña, comenzó a desvanecerse con llamativa velocidad”. Precios minoristas y tarifas desmedidamente altos (Gran Bretaña) o desaliento por el desempleo y la demora del repunte en la economía real (EE.UU.) hicieron que el público, de pronto, sospechase que –de algún modo- los valores inmobiliarios se sumarían al amplio repliegue de las acciones.

“Precios y tasaciones tal vez hayan alcanzado niveles insostenibles en EE.UU. y parte de la Unión Europea”, opina el econometrista jefe del Fondo. “Las estadísticas desde 1970 a fines de 2002 hacen presumir –añade- que el sector tiene 40% de posibilidades de desinflarse abruptamente”. La clave reside en precios y cotizaciones de bienes raíces a valores constantes, es decir excluyendo inflación y depreciación monetaria. Así, el último ciclo de auge dejó los valores 70% más arriba en Gran Bretaña, 102% en Irlanda, 78% en Holanda y 27% en EE.UU. El menor margen norteamericano se explica porque la divisa de cálculo es el dólar. La Organización de Cooperación pro Desarrollo Económico (OCDE, 24 países líderes) y el World Economic Forum (Davos), que emplean el franco suizo, estiman en más de 65% la sobrepreciación inmobiliaria estadounidense.

“Es otra maniobra de los alemanes, enfrentados con Washington por Irak. La gente de Horst Köhler, director gerente del FMI, profetiza contra la economía más grande del mundo”. Así calificaba la cadena Fox –virtual vocero del Pentágono- un “estudio ocasional” de la entidad multilateral, bastante pesimista sobre el tema. Pero el autor, Kenneth Rogoff, no es hombre de Köhler sino de Anne Krueger (hoy sumida en un llamativo bajo perfil, quizá porque John Snow, secretario de Hacienda, no le tiene apego). Al margen de eso, el análisis llama la atención porque sostiene: “El auge inmobiliario que viven EE.UU. y otros países centrales corre más riesgos de desplomarse -causando severos perjuicios a la economía real- que su correlato bursátil. A diferencia de éste, el sector viviendas muestra recién ahora algunos síntomas de desinfle”.

“Las advertencias del FMI pueden ser exageradas, pero igual son dignas de atención”, decía por TV el economista Paul Krugman. “El síndrome triunfalista generado por la guerra hace desdeñar señales cada día más amplias y preocupantes respecto de nuestra economía. Ésta es una de ellas”. De hecho, la entidad teme que el negocio inmobiliario marche a una implosión como japonesa de hace doce años pero, a la inversa de ese fenómeno, capaz de contagiarse a través del mundo.

Probablemente, “este año pierdan sustento ciertos auges inmobiliarios o se descapitalicen los respectivos sectores”, teme el FMI. Según datos incluidos en el “occasional paper”, los aumentos de precios durante 2002 han sido “francamente desorbitados en Gran Bretaña (25,3%) y España (17,7%)”. También generan inquietudes las burbujas en Irlanda (11,1%), Francia (8,4%) y Estados Unidos (6,9%). Por el contrario, en dos países cuyos auges fueron anteriores, 2002 prolongó desinfles (3,3% en Alemania, 4,7% en Japón) que continúan en 2003.

Históricamente, durante más de treinta años (1970-2000) los valores bursátiles –es decir mobiliarios- y los inmobiliarios evolucionaron en paralelo. Los segundos acompañaban los altibajos de los primeros. Pero, desde el inicio del desinfle puntocom –abril de 2000- e igual fenómeno en tecnología y telecomunicaciones (fines de ese mismo año en adelante), los bienes raíces se mantuvieron al margen del amplio repliegue bursátil.

Por lo menos, hasta el último trimestre de 2002. En ese punto, señalan los técnicos del FMI, “el efecto riqueza que vivían los consumidores, sobre todo en EE.UU. y Gran Bretaña, comenzó a desvanecerse con llamativa velocidad”. Precios minoristas y tarifas desmedidamente altos (Gran Bretaña) o desaliento por el desempleo y la demora del repunte en la economía real (EE.UU.) hicieron que el público, de pronto, sospechase que –de algún modo- los valores inmobiliarios se sumarían al amplio repliegue de las acciones.

“Precios y tasaciones tal vez hayan alcanzado niveles insostenibles en EE.UU. y parte de la Unión Europea”, opina el econometrista jefe del Fondo. “Las estadísticas desde 1970 a fines de 2002 hacen presumir –añade- que el sector tiene 40% de posibilidades de desinflarse abruptamente”. La clave reside en precios y cotizaciones de bienes raíces a valores constantes, es decir excluyendo inflación y depreciación monetaria. Así, el último ciclo de auge dejó los valores 70% más arriba en Gran Bretaña, 102% en Irlanda, 78% en Holanda y 27% en EE.UU. El menor margen norteamericano se explica porque la divisa de cálculo es el dólar. La Organización de Cooperación pro Desarrollo Económico (OCDE, 24 países líderes) y el World Economic Forum (Davos), que emplean el franco suizo, estiman en más de 65% la sobrepreciación inmobiliaria estadounidense.

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