Eurobono, euro y lo que depara el futuro
Por un lado, este fin de semana hay nuevas divergencias en la Unión Europea: Alemania y Francia contra Italia, Gran Bretaña y varios más. Por otro, los teóricos Douglas Webber y Antonio Fatas (escuela de negocios Wharton) escrutan el futuro.
18 diciembre, 2010
<p>Mientras la deuda irlandesa y el euro son nuevamente víctimas de Moody’s Investors Service, en Bruselas los jefes de estado o gobierno se replantean la emisión de un eurobono. Ya lanzada la idea por algunos países antes de reunirse la dupla Eurogrupo (ministros de hacienda, Eurozona) y Ecofín (los veintisiete Unión Europea), ahora Jean-Claude Juncker (Luxemburo) y Giulio Tremonti (Italia) tratan de imponerlo.<br />
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Entretanto, Angela Merkel (Alemania), Nicolas Sarkozy (Francia) y otros se oponen. Para complicar las cosas, Irlanda, España –castigada una, amenazada la otra por una agencia calificadora vinculada a la banca anglosajona-, Portugal, Bélgica, Grecia y el Europarlamento adhieren al eventual bono colectivo de rescate.<br />
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Ahora bien, ¿qué vislumbran en el porvenir expertos neutrales como Webber, Fatas y otros analistas más o menos independientes? ¿Realmente el euro está en graves problemas? A criterio del segundo, “son tiempos duros con escasos precedentes o ninguno. No obstante, creo que acabará emergiendo un euro más sólido, con quizá menores alcances territoriales”.<br />
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Pero, sin duda (advierte Webber) “nos aguardan desafíos y situaciones casi terminales. Hoy la moneda común es dos cosas, una institución financiera y una de rasgos geopolíticos. Es en este segundo aspecto donde surgen dudas”. Para los componentes sólidos del sistema, “tiene sentido –admiten en Wharton- preservar sus fortalezas, pero éstas pierden consistencia en casos tan insostenibles como Grecia –en un estado continuo de violencia social-, Irlanda, Portugal, España y varios más”. <br />
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<p>Si se remite a los orígenes del euro, en realidad, se evidencia su tenor geopolítico antes que sus factores económicos o sociales. Existe, no obstante, un conjunto de razones del segundo tipo que justifican la gestación paulatina de una moneda común. Al respecto, los dos analistas recuerdan que el proceso comenzó en Francia –hace unos 54 años- como forma de controlar la economía germana. “A apenas once años de la Segunda guerra mundial (apunta Fatas), los dos tercios occidentales de Alemania ya eran más prósperos que Francia o Gran Bretaña”.<br />
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Una hábil política exterior y, después, la licuación del bloque soviético (1989/90) facilitaron al correr del tiempo la reintegración del país. Pero, ya durante los años 70 y 80, los diversos gobiernos que se sucedieron en Bonn llevaron a cabo un proyecto geopolítico inquietante para Estados Unidos y su idea de un “Atlántico anglosajón”, pergeñada por Hermann Kahn y Henry Kissinger. A estos dos personajes no les hacía gracia una vigorosa Ostpolitik orientada al bloque soviético.<br />
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“La extrema politización del euro –observa Webber- condujo a una división de facto: la Eurozona (dieciséis miembros donde la moneda es de curso obligatorio) y los once donde el euro, si bien divisa de reserva, coexiste con las locales. Salvo la rica Suecia –que mantiene su próspera corona-, el resto son economías emergentes o subdesarrolladas”. En verdad, la apresurada incorporación (2005) de países en relativo atraso “ha contribuido (señala Fatas) a la crisis de endeudamiento que azota la Unión Europea. Cabe acotar que por lo menos tres economías de la Eurozona –Irlanda, Portugal, España- están con problemas similares a los de Grecia, Letonia, Bulgaria, Hungría o Rumania”.</p>
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