Estímulos psicológicos para el dólar y Wall Street

El Banco Central Europeo salió a frenar la “traumática” alza de su propia moneda. Aun así, el euro bajó apenas de US$ 1,2842 a 1,2755. En Wall Street, versiones sobre buenos balances del IV trimestre dieron vuelta el descenso amagado del dólar.

12 enero, 2004

Jean-Claude Trichet, inesperadamente, adoptó una postura casi opuesta a la del viernes. Sin perderse en disquisiciones, admitió que “un euro tan cerca de US$ 1,30 puede ser un incontrolable”. A esa hora, el precio en Londres pasaba de US$ 1,291. No obstante, cualquier nivel por encima de 1,22 –según un análisis de Nomura Securities, Tokio- favorece las exportaciones norteamericanas. Salvo a China, al menos que Beijing acepte revaluar el yüan.

Pero nadie, mucho menos Washington (sumido en una prematura campaña relectoral), ignora el trasfondo de debilidad laboral. O sea, social. En los papeles, la tasa oficial de desempleo cedió de 5,9 a 5,7% en diciembre, pero sólo porque 300.000 personas dejaron de buscar trabajo debido a las fiestas.

En verdad, la tasa de ocupación industrial declinó por XLI mes seguido. En cierta medida, porque los minoristas despidieron gente, pese a la mejor temporada de ventas en cuatro años.

Presionadas por los límites que el propio mercado impone al aumento de precios, las empresas no toman o eliminan mano de obra. De hecho, el propio Sistema de Reserva Federal cita la debilidad del mercado laboral entre las razones que le permiten mantener las tasas referenciales en el mínimo de 45 años.

Todo eso significa que “público consume por efectos de las rebajas impositivas, los descuentos comerciales -dos estímulos transitorios- y el endeudamiento barato vía tarjetas o crédito hipotecario. Pero nadie sabe cuánto pueden durar esta fase y su consiguiente efecto en el crecimiento económico”. Así señala un informe de Goldman Sachs.

Jean-Claude Trichet, inesperadamente, adoptó una postura casi opuesta a la del viernes. Sin perderse en disquisiciones, admitió que “un euro tan cerca de US$ 1,30 puede ser un incontrolable”. A esa hora, el precio en Londres pasaba de US$ 1,291. No obstante, cualquier nivel por encima de 1,22 –según un análisis de Nomura Securities, Tokio- favorece las exportaciones norteamericanas. Salvo a China, al menos que Beijing acepte revaluar el yüan.

Pero nadie, mucho menos Washington (sumido en una prematura campaña relectoral), ignora el trasfondo de debilidad laboral. O sea, social. En los papeles, la tasa oficial de desempleo cedió de 5,9 a 5,7% en diciembre, pero sólo porque 300.000 personas dejaron de buscar trabajo debido a las fiestas.

En verdad, la tasa de ocupación industrial declinó por XLI mes seguido. En cierta medida, porque los minoristas despidieron gente, pese a la mejor temporada de ventas en cuatro años.

Presionadas por los límites que el propio mercado impone al aumento de precios, las empresas no toman o eliminan mano de obra. De hecho, el propio Sistema de Reserva Federal cita la debilidad del mercado laboral entre las razones que le permiten mantener las tasas referenciales en el mínimo de 45 años.

Todo eso significa que “público consume por efectos de las rebajas impositivas, los descuentos comerciales -dos estímulos transitorios- y el endeudamiento barato vía tarjetas o crédito hipotecario. Pero nadie sabe cuánto pueden durar esta fase y su consiguiente efecto en el crecimiento económico”. Así señala un informe de Goldman Sachs.

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