¿Es ya hora de volver a mercados emergentes y periféricos?

Cuando el “chiquitaje” se entusiasma con algo, es señal de que ya pasó su auge. La renovada demanda minorista de papeles emergentes y los flujos inversores a China sugieren exactamente eso.

25 noviembre, 2003

Así sospecha un trabajo publicado en el “Financial Times”, aunque originado en Singapur. “Tres años de estancamiento en los mercados centrales han inducido a muchos ahorristas e inversores a comprar activos de mayor riesgo”, señala el análisis. En efecto, el indicador londinense MSCI –acciones emergentes y periféricas- avanzó 37% en enero-octubre, contra 20% del Standard & Poor’s 500.

Por su parte, JP Morgan/Fleming Asset Management (JPM/FAM; compila su propio índice de mercados menores) coincide: “La deuda titulizada de los países en desarrollo se ha vuelto tan popular que sus rindes, en términos de bonos de la Tesorería estadounidense, se acercan a récords”.

Pero esos picos precedieron de cerca al colapso sistémico global iniciado en el sudeste asiático, julio de 1997. A mediados de este mes, la brecha entre tasas referenciales y renta de estos papeles llegaba a sólo 460 puntos, la mitad del promedio dos años antes. Esto significa que el rinde promedio de bonos emergentes y periféricos marca 25% anual, contra 2% en la serie T-5 (EE.UU.).

En este punto, tercia el optimismo de los intermediarios bursátiles y financieros. Las economías menores –dicen- serán las primeras en sacar ventaja de un repunte en la economía mundial, pues exportan productos e insumos primarios y semiprimarios al mundo industrial.

Pero expertos menos interesados en vender papeles advierten que el entusiasmo del “chiquitaje” no repara en la volatilidad de esos mercados. Por ejemplo, el arresto de Míjail Jodorkovskiy (entonces principal accionista y CEO de Yukos) y el embargo de sus activos pusieron en evidencia la inestabilidad jurídica de una economía típicamente emergente.

En poco tiempo, la bolsa moscovita cayó 15% y, pese a cierto repunte, terminará noviembre casi 23% bajo el pico de este año. No obstante, muchos gestores de carteras sostienen que los mercados periféricos tienden a evolucionar en la dirección correcta.

Hay un buen síntoma: los inversores se fijan más en factores locales y esto reduce el peligro de contraer crisis ajenas. El mismo caso Yukos casi no afectó otros mercados del ex bloque soviético ni, mucho menos, Tailandia, India, Indonesia, etc,

Este fenómeno no es muy nuevo. A fin de 2001, Argentina entró en un cese unilateral de pagos por US$ 95.000 millones –el mayor de deuda soberana en la historia- y no hubo cimbronazo internacional. Justamente, la gestión económica de ese país en 2002/3 revela que los mercados menores tienden hoy a manejarse mejor. Sobre todo, no se aferran a cambios fijos, que sólo sirven para quemar reservas en moneda fuerte.

Faltando poco para terminar el año, en general los papeles emergentes y periféricos continúan relativamente baratos. Su relación precio/ganancias promedia diez años (lapso para recobrar la inversión), en tanto los principales mercados oscilan en torno de dieciocho.

En esas condiciones, se detectaban masivos flujos de fondos, parcialmente originados en los exiguos intereses que se pagan en economías centrales (sobre todo, EE.UU. y Japón). Al respecto, la firma Emergent Asset Management (EAM) advierte que “la búsqueda de mayores retornos motiva en los inversores una frenética caza de activos más y más riesgosos”.

Similar diagnóstico formula Templeton Emerging Bond Fund. “La debilidad del dólar estadounidense acentúa el pase a deuda en monedas locales. De hecho, varias se ven hoy –fin de octubre- abruptamente repreciadas”. En tal marco, “esa tendencia es imprudente (teme EAM) y puede conducir a una vuelta de campana”.

Tampoco ha desaparecido el riesgo de nuevos ceses de pagos. “El recurso es tentador para gobiernos latinoamericanos”, cree JPM/FAM. “Ven el caso de Buenos Aires y suponen que pueden emularlo sin muchos problemas. En verdad, tras el cese de pagos y la devaluación, Argentina se recobra a un ritmo desconocido desde 1986”.

Ahora bien ¿de dónde saldría la próxima crisis?. Las fuentes son unánimes: de China. “Varios nos preguntamos ya si su producto bruto interno puede seguir expandiéndose a más de 7% anual sin recalentarse y estallar”, afirma un estudio de Dresdner Kleinwort Wasserstein (Hongkong).

Por cierto, el actual auge de inversión externa directa (IED) traza un cuadro parecido a los de México en 1982 y 1994 o Surcorea en 1997. En China, las importaciones suben exponencialmente y se financian mediante un cóctel peligroso: IED + declive en la productividad del capital.

Como subraya Mark Möbius (Templeton), “un desplome chino tendría severas repercusiones. Por ejemplo, hoy Surcorea exporta a China tanto como a EE.UU. A su vez, México protesta porque su mal desempeño en términos de PBI se debe a que China están sacándole el negocio de la tercerización. Al sur, Brasil depende cada día más de sus ventas primarias a Beijing”.

Así sospecha un trabajo publicado en el “Financial Times”, aunque originado en Singapur. “Tres años de estancamiento en los mercados centrales han inducido a muchos ahorristas e inversores a comprar activos de mayor riesgo”, señala el análisis. En efecto, el indicador londinense MSCI –acciones emergentes y periféricas- avanzó 37% en enero-octubre, contra 20% del Standard & Poor’s 500.

Por su parte, JP Morgan/Fleming Asset Management (JPM/FAM; compila su propio índice de mercados menores) coincide: “La deuda titulizada de los países en desarrollo se ha vuelto tan popular que sus rindes, en términos de bonos de la Tesorería estadounidense, se acercan a récords”.

Pero esos picos precedieron de cerca al colapso sistémico global iniciado en el sudeste asiático, julio de 1997. A mediados de este mes, la brecha entre tasas referenciales y renta de estos papeles llegaba a sólo 460 puntos, la mitad del promedio dos años antes. Esto significa que el rinde promedio de bonos emergentes y periféricos marca 25% anual, contra 2% en la serie T-5 (EE.UU.).

En este punto, tercia el optimismo de los intermediarios bursátiles y financieros. Las economías menores –dicen- serán las primeras en sacar ventaja de un repunte en la economía mundial, pues exportan productos e insumos primarios y semiprimarios al mundo industrial.

Pero expertos menos interesados en vender papeles advierten que el entusiasmo del “chiquitaje” no repara en la volatilidad de esos mercados. Por ejemplo, el arresto de Míjail Jodorkovskiy (entonces principal accionista y CEO de Yukos) y el embargo de sus activos pusieron en evidencia la inestabilidad jurídica de una economía típicamente emergente.

En poco tiempo, la bolsa moscovita cayó 15% y, pese a cierto repunte, terminará noviembre casi 23% bajo el pico de este año. No obstante, muchos gestores de carteras sostienen que los mercados periféricos tienden a evolucionar en la dirección correcta.

Hay un buen síntoma: los inversores se fijan más en factores locales y esto reduce el peligro de contraer crisis ajenas. El mismo caso Yukos casi no afectó otros mercados del ex bloque soviético ni, mucho menos, Tailandia, India, Indonesia, etc,

Este fenómeno no es muy nuevo. A fin de 2001, Argentina entró en un cese unilateral de pagos por US$ 95.000 millones –el mayor de deuda soberana en la historia- y no hubo cimbronazo internacional. Justamente, la gestión económica de ese país en 2002/3 revela que los mercados menores tienden hoy a manejarse mejor. Sobre todo, no se aferran a cambios fijos, que sólo sirven para quemar reservas en moneda fuerte.

Faltando poco para terminar el año, en general los papeles emergentes y periféricos continúan relativamente baratos. Su relación precio/ganancias promedia diez años (lapso para recobrar la inversión), en tanto los principales mercados oscilan en torno de dieciocho.

En esas condiciones, se detectaban masivos flujos de fondos, parcialmente originados en los exiguos intereses que se pagan en economías centrales (sobre todo, EE.UU. y Japón). Al respecto, la firma Emergent Asset Management (EAM) advierte que “la búsqueda de mayores retornos motiva en los inversores una frenética caza de activos más y más riesgosos”.

Similar diagnóstico formula Templeton Emerging Bond Fund. “La debilidad del dólar estadounidense acentúa el pase a deuda en monedas locales. De hecho, varias se ven hoy –fin de octubre- abruptamente repreciadas”. En tal marco, “esa tendencia es imprudente (teme EAM) y puede conducir a una vuelta de campana”.

Tampoco ha desaparecido el riesgo de nuevos ceses de pagos. “El recurso es tentador para gobiernos latinoamericanos”, cree JPM/FAM. “Ven el caso de Buenos Aires y suponen que pueden emularlo sin muchos problemas. En verdad, tras el cese de pagos y la devaluación, Argentina se recobra a un ritmo desconocido desde 1986”.

Ahora bien ¿de dónde saldría la próxima crisis?. Las fuentes son unánimes: de China. “Varios nos preguntamos ya si su producto bruto interno puede seguir expandiéndose a más de 7% anual sin recalentarse y estallar”, afirma un estudio de Dresdner Kleinwort Wasserstein (Hongkong).

Por cierto, el actual auge de inversión externa directa (IED) traza un cuadro parecido a los de México en 1982 y 1994 o Surcorea en 1997. En China, las importaciones suben exponencialmente y se financian mediante un cóctel peligroso: IED + declive en la productividad del capital.

Como subraya Mark Möbius (Templeton), “un desplome chino tendría severas repercusiones. Por ejemplo, hoy Surcorea exporta a China tanto como a EE.UU. A su vez, México protesta porque su mal desempeño en términos de PBI se debe a que China están sacándole el negocio de la tercerización. Al sur, Brasil depende cada día más de sus ventas primarias a Beijing”.

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