Electricidad: harán falta 10 billones en 30 años

Según la Agencia Internacional de Energía, se precisarán US$ 10 billones en tres decenios para evitar colapsos eléctricos como los recientes en EE.UU., Canadá y la Unión Europea. Eso da una media de US$ 333.333 millones por año.

23 octubre, 2003

Fuentes públicas, privadas y mixtas –locales o multilaterales- deberán invertir más de US$ 333.000 millones anuales, en 2004-33, para frenar y luego revertir el deterioro de generación y suministro de electricidad. Así señala un anticipo del trabajo que la AIE difundirá completo en dos semanas.

Los técnicos de la entidad sostienen que ese monto, equivalente a 30% del PBI norteamericano a valores corrientes (o a 90% del déficit fiscal 2003), es indispensable para prevenir cortes tan amplios como los sufridos durante el III trimestre en economías centrales. Por supuesto, el cuadro en países emergentes y periféricos es bastante más grave.

Especialmente, en regiones con alto crecimiento en términos de PBI. Por ejemplo, en China –el mayor consumidor mundial de energía, aunque no por habitante- harán falta dos billones de dólares. Esto es, 20% de los requerimientos globales.

El trabajo de la AIE, que integran los 26 principales estados usuarios, llevó dos años. Pero, como aseguran los expertos, este informe “acabará con el mito de los hidrocarburos como claves mundiales. Ahora se verá que, por lo menos hasta 2033, las mayores inversiones deberán destinarse a la electricidad”. El problema es que esta energía cuenta entre sus fuentes a centrales térmicas que usan petróleo.

Ya a fines de 2003, la electricidad estará absorbiendo 50% de la erogación total en energía. La seguirán los hidrocarburos (crudos, gas) y, lejos, el carbón mineral. Pero el problema futuro será un déficit de financiamiento que afectará a la electricidad, no al resto. Hay una razón básica: su rentabilidad es relativamente baja y demanda más tiempo, a causa de los riesgos asumidos. Además, influye una ola privatizadora a veces desmedida.

Las investigaciones de la AIE demuestran que, en el decenio 1993-2002, la energía eléctrica figuraba entre las peores actividades en materia de rendimiento. Además, el flujo inversor ha tendido y tenderá a preferir economías centrales y, en el resto, las que sean sus proveedoras energéticas.

En otro plano, el creciente déficit de suministro obligará a revisar las políticas desreguladoras de servicios. Fruto de ideologías o intereses creados, privilegian el negocio concreto e inmediato, pero no invierten con mentalidad regional, global ni de largo plazo. Esto ha quedado en evidencia tanto en economías avanzadas (EE.UU.-Canadá, Unión Europea) como periféricas.

A criterio de la AIE, “los gobiernos tendrán que dar más crédito a medida que manejen menos usinas y redes”. En otras palabras, la privatización como receta universal conducirá a mayores subsidios públicos, inclusive créditos blandos. Como ocurre con ferrocarriles y otros medios de transporte.

Fuentes públicas, privadas y mixtas –locales o multilaterales- deberán invertir más de US$ 333.000 millones anuales, en 2004-33, para frenar y luego revertir el deterioro de generación y suministro de electricidad. Así señala un anticipo del trabajo que la AIE difundirá completo en dos semanas.

Los técnicos de la entidad sostienen que ese monto, equivalente a 30% del PBI norteamericano a valores corrientes (o a 90% del déficit fiscal 2003), es indispensable para prevenir cortes tan amplios como los sufridos durante el III trimestre en economías centrales. Por supuesto, el cuadro en países emergentes y periféricos es bastante más grave.

Especialmente, en regiones con alto crecimiento en términos de PBI. Por ejemplo, en China –el mayor consumidor mundial de energía, aunque no por habitante- harán falta dos billones de dólares. Esto es, 20% de los requerimientos globales.

El trabajo de la AIE, que integran los 26 principales estados usuarios, llevó dos años. Pero, como aseguran los expertos, este informe “acabará con el mito de los hidrocarburos como claves mundiales. Ahora se verá que, por lo menos hasta 2033, las mayores inversiones deberán destinarse a la electricidad”. El problema es que esta energía cuenta entre sus fuentes a centrales térmicas que usan petróleo.

Ya a fines de 2003, la electricidad estará absorbiendo 50% de la erogación total en energía. La seguirán los hidrocarburos (crudos, gas) y, lejos, el carbón mineral. Pero el problema futuro será un déficit de financiamiento que afectará a la electricidad, no al resto. Hay una razón básica: su rentabilidad es relativamente baja y demanda más tiempo, a causa de los riesgos asumidos. Además, influye una ola privatizadora a veces desmedida.

Las investigaciones de la AIE demuestran que, en el decenio 1993-2002, la energía eléctrica figuraba entre las peores actividades en materia de rendimiento. Además, el flujo inversor ha tendido y tenderá a preferir economías centrales y, en el resto, las que sean sus proveedoras energéticas.

En otro plano, el creciente déficit de suministro obligará a revisar las políticas desreguladoras de servicios. Fruto de ideologías o intereses creados, privilegian el negocio concreto e inmediato, pero no invierten con mentalidad regional, global ni de largo plazo. Esto ha quedado en evidencia tanto en economías avanzadas (EE.UU.-Canadá, Unión Europea) como periféricas.

A criterio de la AIE, “los gobiernos tendrán que dar más crédito a medida que manejen menos usinas y redes”. En otras palabras, la privatización como receta universal conducirá a mayores subsidios públicos, inclusive créditos blandos. Como ocurre con ferrocarriles y otros medios de transporte.

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