El fenómeno de las finanzas inteligentes

Hay un factor común en las dos mayores quiebras del momento: el factor informático. Sin redes inalámbricas –conectadas a computadoras dentro y fuera de las empresas involucradas – las operaciones fraudulentas no habrían sido posibles.

23 febrero, 2002

Las crisis de Enron y Global Crossing comparten un “factor informático” que, hasta un breve análisis que se acaba de difundir por la Red, casi nadie había advertido: el uso de redes inalámbricas –conectadas a computadoras dentro y fuera de las empresas involucradas. Algunos analistas llaman a eso el fenómeno de las “finanzas inteligentes”.

En esencia, se trata de procedimientos típicos de e-banking que aprovechan el universo inalámbrico y la bancha ancha de alta velocidad. El riesgo que corre el sistema financiero se deriva de combinar banda ancha, banca electrónica privada e instrumentos derivados –los que Andrew Fastow empleaba en Enron para fabricar sociedades fantasmas. El resultado a la vista: una masa de contratos, operaciones y “bicicletas” imposible de detectar hasta que ya es demasiado tarde.

Ahora ocurre con la web lo mismo que ya existía con la red informática que movía y sigue moviendo transacciones financieras supranacionales, es muy difícil (y todavía no se ha logrado) llegar a niveles adecuados de seguridad y control.

Teléfonos celulares, computadoras portátiles y dispositivos cada día más chicos o complejos son demasiado eficaces y tentadores, desde la óptica de las “finanzas inteligentes”. En particular, porque el ritmo de avance tecnológico desborda a auditores, contadores y reguladores. Este problema tenderá a agudizarse en el mercado global a futuro y en economías periféricas.

Las crisis de Enron y Global Crossing comparten un “factor informático” que, hasta un breve análisis que se acaba de difundir por la Red, casi nadie había advertido: el uso de redes inalámbricas –conectadas a computadoras dentro y fuera de las empresas involucradas. Algunos analistas llaman a eso el fenómeno de las “finanzas inteligentes”.

En esencia, se trata de procedimientos típicos de e-banking que aprovechan el universo inalámbrico y la bancha ancha de alta velocidad. El riesgo que corre el sistema financiero se deriva de combinar banda ancha, banca electrónica privada e instrumentos derivados –los que Andrew Fastow empleaba en Enron para fabricar sociedades fantasmas. El resultado a la vista: una masa de contratos, operaciones y “bicicletas” imposible de detectar hasta que ya es demasiado tarde.

Ahora ocurre con la web lo mismo que ya existía con la red informática que movía y sigue moviendo transacciones financieras supranacionales, es muy difícil (y todavía no se ha logrado) llegar a niveles adecuados de seguridad y control.

Teléfonos celulares, computadoras portátiles y dispositivos cada día más chicos o complejos son demasiado eficaces y tentadores, desde la óptica de las “finanzas inteligentes”. En particular, porque el ritmo de avance tecnológico desborda a auditores, contadores y reguladores. Este problema tenderá a agudizarse en el mercado global a futuro y en economías periféricas.

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