El crudo pasa de US$ 52 y peligra el crecimiento mundial (6-X

Según preveían los últimos análisis, la firme demanda y las dudas sobre reservas futuras siguen presionando. El alza del miércoles (1,9%, de 51,04 a 52,02) denota una tendencia firme. Además, hubo picos de 51,90 y se teme por el PB mundial.

6 octubre, 2004

Al contexto, donde ya influían Nigeria, Irak, las importaciones chinas, los efectos de tres huracanes y la escasez de existencias norteamericanas, se suma el próximo invierno boreal. Debe recordarse que los actuales futuros son para entrega ya en noviembre.

Mientras los crudos tejanos alcanzaban US$ 52,02 -otro récord- en Nueva York, el Brent nórdico también marcaba un pico nominal absoluto: US$ 47,85. En otras palabras, el petróleo acumula casi 60% de aumento en lo que va del año, en lo que muchos expertos definen ya como “un cambio en la estructura y las perspectivas del mercado”.

Ocurre que, en esta fase, el avance involucra también a los futuros largos, cuyo promedio roza US$ 42 para 2005. Eso significa que las presiones puramente especulativas de corto plazo –que explicaban las alzas hasta agosto- van dejando lugar a distorsiones en oferta y demanda, que rompen el equilibrio internacional a mediano y largo plazos.

Quebrando la norma habitual desde la crisis petrolera de 1979/81, la actual está modificando al propio mercado y se torna cada vez más proclive a precios estructuralmente altos. Por lo común, un alza petrolera genera inflación y desempleo. Pero, si el proceso es de origen especulativo, sin contrapartida en las bases de mercado, la situación se revierte naturalmente: los valores elevados limitan la demanda y, al aumentar la oferta, los precios ceden.

El contexto actual es casi opuesto. Los mercados largos, que proyectan contratos por hasta siete años –en sí, un dislate-, acompañan a los cortos. Por eso, el nivel promedio para 2005 ha subido de US$ 31 a 42 en algo más de seis meses. Eso presupone que la presente tendencia alcista no será temporaria. Según los alcances del aumento, el ritmo de crecimiento mundial puede bajar de medio a un punto por año.

Tanto es así que un “lobby” del negocio banquero como el Institute for International Finance acaba de disminuir de 4 a 3% sus proyecciones para el producto bruto mundial en 2005. Tan lejos queda la cifra de la pronosticada, días atrás, por el Fondo Monetario, que éste admite ahora posibilidades de recalcular objetivos.

Ahora bien, si se combina el factor petrolero –aleatorio, si se quiere- con el endeudamiento de Estados Unidos (previsible durante años), las cosas se ponen feas para el dólar. En otras palabras, la moneda puede depreciarse mientras afloja la demanda interna norteamericana. No obstante, el petróleo en EE.UU. y el dólar barato en el resto del mundo generarán inflación y, a su vez, forzarán alza de tasas.

Por supuesto, el deterioro del dólar afecta a los ingresos de los países exportadores de hidrocarburos, que están tarifados en la divisa referencial. Para tener idea de lo que puede ocurrir, basta recordar que el récord de 1981 (US$ 37) sería hoy, a dólares constantes, 113. O sea que los exportadores reciben casi 564% de los que les correspondería.

Al contexto, donde ya influían Nigeria, Irak, las importaciones chinas, los efectos de tres huracanes y la escasez de existencias norteamericanas, se suma el próximo invierno boreal. Debe recordarse que los actuales futuros son para entrega ya en noviembre.

Mientras los crudos tejanos alcanzaban US$ 52,02 -otro récord- en Nueva York, el Brent nórdico también marcaba un pico nominal absoluto: US$ 47,85. En otras palabras, el petróleo acumula casi 60% de aumento en lo que va del año, en lo que muchos expertos definen ya como “un cambio en la estructura y las perspectivas del mercado”.

Ocurre que, en esta fase, el avance involucra también a los futuros largos, cuyo promedio roza US$ 42 para 2005. Eso significa que las presiones puramente especulativas de corto plazo –que explicaban las alzas hasta agosto- van dejando lugar a distorsiones en oferta y demanda, que rompen el equilibrio internacional a mediano y largo plazos.

Quebrando la norma habitual desde la crisis petrolera de 1979/81, la actual está modificando al propio mercado y se torna cada vez más proclive a precios estructuralmente altos. Por lo común, un alza petrolera genera inflación y desempleo. Pero, si el proceso es de origen especulativo, sin contrapartida en las bases de mercado, la situación se revierte naturalmente: los valores elevados limitan la demanda y, al aumentar la oferta, los precios ceden.

El contexto actual es casi opuesto. Los mercados largos, que proyectan contratos por hasta siete años –en sí, un dislate-, acompañan a los cortos. Por eso, el nivel promedio para 2005 ha subido de US$ 31 a 42 en algo más de seis meses. Eso presupone que la presente tendencia alcista no será temporaria. Según los alcances del aumento, el ritmo de crecimiento mundial puede bajar de medio a un punto por año.

Tanto es así que un “lobby” del negocio banquero como el Institute for International Finance acaba de disminuir de 4 a 3% sus proyecciones para el producto bruto mundial en 2005. Tan lejos queda la cifra de la pronosticada, días atrás, por el Fondo Monetario, que éste admite ahora posibilidades de recalcular objetivos.

Ahora bien, si se combina el factor petrolero –aleatorio, si se quiere- con el endeudamiento de Estados Unidos (previsible durante años), las cosas se ponen feas para el dólar. En otras palabras, la moneda puede depreciarse mientras afloja la demanda interna norteamericana. No obstante, el petróleo en EE.UU. y el dólar barato en el resto del mundo generarán inflación y, a su vez, forzarán alza de tasas.

Por supuesto, el deterioro del dólar afecta a los ingresos de los países exportadores de hidrocarburos, que están tarifados en la divisa referencial. Para tener idea de lo que puede ocurrir, basta recordar que el récord de 1981 (US$ 37) sería hoy, a dólares constantes, 113. O sea que los exportadores reciben casi 564% de los que les correspondería.

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