EE.UU.: dólar débil por falta de inversión externa directa

Dentro y fuera de Estados, se teme que el déficit en cuenta corriente sea estructural e infinanciable. Esto impulsa al euro elevando la dependencia respecto de bancos centrales extranjeros y sus compras de bonos.

17 diciembre, 2003

Al margen de la ola de estadísticas estadounidenses positivas, el euro
parece imparable. Esto ocurre porque los grandes inversores institucionales no
ven cómo Tesorería pueda cubrir -en un plazo previsible- los rojos
en cuenta corriente y ejecución presupuestaria. Por ende, cede en todo
el mundo la demanda de activos en dólares.

Durante el III trimestre calendario, el déficit fiscal avanzó
US$ 135.000 millones, menos de lo previsto por los mercados. El monto equivale
a 4,9% del producto bruto interno, contra el récord de 5,2% en enero-marzo
y 5,1% en abril-junio. Aun con ese leve retroceso, la economía norteamericana
y las finanzas federales dependen demasiado de los restantes emisores líderes.

Éstos financian la deuda del país tomando bonos, mientras la
demanda privada es muy floja. En verdad, sin esas compras -especialmente desde
Tokio, Hongkong y Singapur-, en octubre la colocación de deuda habría
caído a poco más de US$ 7.000 millones.

Ahora bien ¿para qué Japón y otros acumulan dólares
que valen cada día menos? Para frenar la repreciación de sus divisas
-como el BCE no es proactivo, no puede hacer lo mismo con el euro- y defender
sus exportaciones. Es la misma estrategia que ejerce Argentina desde el II trimestre
de 2002, pese a las críticas nada gratuitas de analistas, gurúes
y medios afines al mercado o al negocio financiero.

En esas condiciones, la trayectoria del dólar en el corto plazo queda
sujeta a las corrientes de IED. En octubre, efectivamente, el resto del mundo
tomó activos federales por US$ 27.500 millones, tras un mínimo
de 4.200 millones en septiembre. Igual, aquel monto sigue lejos de los US$ 58.000
millones promediados en enero-agosto. También de los 48.000 millones
mensuales (1.600 millones diarios) requeridos -según cálculos
conservadores- para cubrir el déficit sistémico en cuenta corriente.

Ese contexto tiene un efecto perverso: el dólar cede con malas noticias,
pero no se recobra con las buenas. Así se ve este mes. Para peor, el
Sistema de Reserva Federal cree que el repunte económico se afirma -algo
que varios economistas serios no ven claro- sin estímulos inflacionarios.
Por tanto, Alan Greenspan puede apoyar a George W. Bush manteniendo las tasas
referenciales en el piso de 45 años (1% anual). De ese modo, el crédito
interno seguirá barato hasta los comicios de noviembre. Aunque el doble
paquete de rebajas tributarias a grandes empresas, dividendos bursátiles
y sectores de altos ingresos (US$ 2,5 billones en 2001-12) deteriore las cuentas
fiscales.

Al margen de la ola de estadísticas estadounidenses positivas, el euro
parece imparable. Esto ocurre porque los grandes inversores institucionales no
ven cómo Tesorería pueda cubrir -en un plazo previsible- los rojos
en cuenta corriente y ejecución presupuestaria. Por ende, cede en todo
el mundo la demanda de activos en dólares.

Durante el III trimestre calendario, el déficit fiscal avanzó
US$ 135.000 millones, menos de lo previsto por los mercados. El monto equivale
a 4,9% del producto bruto interno, contra el récord de 5,2% en enero-marzo
y 5,1% en abril-junio. Aun con ese leve retroceso, la economía norteamericana
y las finanzas federales dependen demasiado de los restantes emisores líderes.

Éstos financian la deuda del país tomando bonos, mientras la
demanda privada es muy floja. En verdad, sin esas compras -especialmente desde
Tokio, Hongkong y Singapur-, en octubre la colocación de deuda habría
caído a poco más de US$ 7.000 millones.

Ahora bien ¿para qué Japón y otros acumulan dólares
que valen cada día menos? Para frenar la repreciación de sus divisas
-como el BCE no es proactivo, no puede hacer lo mismo con el euro- y defender
sus exportaciones. Es la misma estrategia que ejerce Argentina desde el II trimestre
de 2002, pese a las críticas nada gratuitas de analistas, gurúes
y medios afines al mercado o al negocio financiero.

En esas condiciones, la trayectoria del dólar en el corto plazo queda
sujeta a las corrientes de IED. En octubre, efectivamente, el resto del mundo
tomó activos federales por US$ 27.500 millones, tras un mínimo
de 4.200 millones en septiembre. Igual, aquel monto sigue lejos de los US$ 58.000
millones promediados en enero-agosto. También de los 48.000 millones
mensuales (1.600 millones diarios) requeridos -según cálculos
conservadores- para cubrir el déficit sistémico en cuenta corriente.

Ese contexto tiene un efecto perverso: el dólar cede con malas noticias,
pero no se recobra con las buenas. Así se ve este mes. Para peor, el
Sistema de Reserva Federal cree que el repunte económico se afirma -algo
que varios economistas serios no ven claro- sin estímulos inflacionarios.
Por tanto, Alan Greenspan puede apoyar a George W. Bush manteniendo las tasas
referenciales en el piso de 45 años (1% anual). De ese modo, el crédito
interno seguirá barato hasta los comicios de noviembre. Aunque el doble
paquete de rebajas tributarias a grandes empresas, dividendos bursátiles
y sectores de altos ingresos (US$ 2,5 billones en 2001-12) deteriore las cuentas
fiscales.

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