Dohá: los países pobres y una espera sin final a la vista

En otro intento de salvar la cara, Peter Mandelson y Susan Schwab se reunieron solos en Ginebra, a principios de julio. Tema: los pobres del mundo y la crisis de la ronda Dohá.

6 julio, 2006

Mandelson es comisario de comercio en la Unión Europea. Schwab acaba de ser nombrada representante viajera de George W.Bush. Experta en su materia, empero nadie sabe cuánto puede durar. “Supongamos que les diéramos todo cuando reclaman ustedes –preguntó el inglés- ¿modificaría Estados Unidos su postura actual?”. Su interlocutora contestó que no.

Obviamente, los países pobres fueron traídos a colación, pero sólo en forma declamativa. En 2001, cuando abrieron la ronda hoy en licuación, la UE y EE.UU. aseguraron que la meta era, en verdad, destrabar flujos de intercambio por US$ 300.000 millones y favorecer a las víctimas de los escandalosos subsidios agrícolas aplicados por las tres máximas economías centrales.

Pero, el último fin de semana, colapsó otro intento de salvar la ronda y la propia Organización Mundial de Comercio. No fue posible siquiera tratar los US$ 19.000 millones anuales regalados a los productores estadounidenses. Por supuesto, tampoco podía esperarse que India, Brasil o Argentina abriesen sus mercados a todavía más autos, electrónicos o servicios bancarios importados.

“Hemos vuelto a fracasar y estamos en plena crisis”. Así admitió Pascal Lamy, viejo campeón del proteccionismo agrícola francés y, como muchos de sus compatriotas, indiferente a la suerte de los países pobres.

En verdad, Washington había propuesto eliminar hasta 54% las tarifas y cuotas a la importación. Pero, en materia agrícola, sólo ofrecía reducir levemente subsidios al maíz, los lácteos y una veintena de rubros primarios importantes. A su vez, Bruselas bajaría 38% una serie de subvenciones que distorsionan el comercio. No obstante, por fuerte presión de Francia, se negó a rebajar tarifas agrícola en los márgenes exigidos por EE.UU. o por el Grupo de las 20 economías en desarrollo.

En general, la UE gasta notablemente más que EE.UU. en proteger a su ineficiente sector rural. Origen de aquella estimación de US$ 19.000 millones, Kimberly Elliott –centro para desarrollo global, Washington- sostiene que a los europeos “su sistema les insume más de US$ 60.000 millones por año”.

Personalmente, Schwab era escéptica en lo atinente a ofrecer concesiones adicionales a los europeos. La experta y su equipo están convencidos –con buenas razones- que intransigente como Francia o Polonia jamás le permitirá el “moderado” Mandelson proponer mayores rebajas de tarifas a la importación.

Otros diplomáticos emergieron de la frustránea reunión en Ginebra con impresiones diferentes. Varios sospechan que la propia Schwab carece de influencia suficiente, en el entorno presidencial, para negociar concesiones más ambiciosas. En camino, las economías más desesperadas del globo continúan esperando.

Mandelson es comisario de comercio en la Unión Europea. Schwab acaba de ser nombrada representante viajera de George W.Bush. Experta en su materia, empero nadie sabe cuánto puede durar. “Supongamos que les diéramos todo cuando reclaman ustedes –preguntó el inglés- ¿modificaría Estados Unidos su postura actual?”. Su interlocutora contestó que no.

Obviamente, los países pobres fueron traídos a colación, pero sólo en forma declamativa. En 2001, cuando abrieron la ronda hoy en licuación, la UE y EE.UU. aseguraron que la meta era, en verdad, destrabar flujos de intercambio por US$ 300.000 millones y favorecer a las víctimas de los escandalosos subsidios agrícolas aplicados por las tres máximas economías centrales.

Pero, el último fin de semana, colapsó otro intento de salvar la ronda y la propia Organización Mundial de Comercio. No fue posible siquiera tratar los US$ 19.000 millones anuales regalados a los productores estadounidenses. Por supuesto, tampoco podía esperarse que India, Brasil o Argentina abriesen sus mercados a todavía más autos, electrónicos o servicios bancarios importados.

“Hemos vuelto a fracasar y estamos en plena crisis”. Así admitió Pascal Lamy, viejo campeón del proteccionismo agrícola francés y, como muchos de sus compatriotas, indiferente a la suerte de los países pobres.

En verdad, Washington había propuesto eliminar hasta 54% las tarifas y cuotas a la importación. Pero, en materia agrícola, sólo ofrecía reducir levemente subsidios al maíz, los lácteos y una veintena de rubros primarios importantes. A su vez, Bruselas bajaría 38% una serie de subvenciones que distorsionan el comercio. No obstante, por fuerte presión de Francia, se negó a rebajar tarifas agrícola en los márgenes exigidos por EE.UU. o por el Grupo de las 20 economías en desarrollo.

En general, la UE gasta notablemente más que EE.UU. en proteger a su ineficiente sector rural. Origen de aquella estimación de US$ 19.000 millones, Kimberly Elliott –centro para desarrollo global, Washington- sostiene que a los europeos “su sistema les insume más de US$ 60.000 millones por año”.

Personalmente, Schwab era escéptica en lo atinente a ofrecer concesiones adicionales a los europeos. La experta y su equipo están convencidos –con buenas razones- que intransigente como Francia o Polonia jamás le permitirá el “moderado” Mandelson proponer mayores rebajas de tarifas a la importación.

Otros diplomáticos emergieron de la frustránea reunión en Ginebra con impresiones diferentes. Varios sospechan que la propia Schwab carece de influencia suficiente, en el entorno presidencial, para negociar concesiones más ambiciosas. En camino, las economías más desesperadas del globo continúan esperando.

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