Compras y recompras apalancadas ¿otra de final cantado?

Henry Kravis –gurú de las compras apalancadas y la megaespeculación accionaria- ha revelado que hoy, al revés de los años 70/80, sobran los fondos disponibles para jugar en un volátil segmento: compras y recormpras apalancadas.

15 noviembre, 2005

“Inversores individuales e institucionales están poniendo miles de millones en ese campo. Yo mismo –confiesa Kravis- he tenido de rechazar ofertas. En esta coyuntura, el dinero es apenas un insumo más”. Resulta por lo menos curioso (reflexiona el megafinsncista George Sörös) que, en un mundo donde no hay fondos para asistencia social a gente que vive con menos de un dólar diario, las ciudadelas financieras o bursátiles rezuman de liquiez y no sepan qué destino útil darle”.

Los administradores de carteras accionarias privadas, parece, son propietarios de casi todo, Hasta fines de octubre, las firmas expertas en compras apalancadas han colocado más de US$ 130.000 millones fagocitándose activo tras activo en Estados Unidos. Ahora, con más de 100.000 millones todavía por gastar, la caja se infla vía recompras accionarias (papeles que reingresan a sus propios emisores).

Este desmañanado auge no se limita a EE.UU. También alcanza a Gran Bretaña, donde las firmas dedicadas a compras apalancadas equivalen a 18% de la fuerza laboral empleada en toda esa economía. Así lo admite la British Ventura Capital Associations (su nombre lo dice todo de sí y de las características predatorias históricas en la City),

Ahora bien, como señala Warren Buffett, otro megafinancista, “la pregunta del billón no es si estos drogadictos se estrellarán contra el muro, sino más bien cómo o cuándo”. En el momento cuando los mercados den la menor señal de saturación, esta burbuja puede hacerse pedazos, reconocen los propios analistas y operadores del segmento.

Si eso ocurre, el auge y el colapso de las compras apalancadas que protagonizó Michael Milken en los 80 serán apernas uin ensayo con trajes del fiuturo descalabro, Como recordada Charles Kindleberger en “Manías y craca” (1987), cada manía futura y su derrumbre son peorres que sus precdentes. Eso es natural al capitalismo desde su nacimiento (fines del siglo XVII) hasta su eventual fin”.

Como puntualiza Kravis, “por desgracia, el exceso de fondos sueltos y transacciones tiene una contracara peligrosa, pues implica que hay demasiada gente sin experiencia en negocios por demás líquidos”. Algunos números le dan la razón. En los últimos tres años, las carteras accionarias privadas han tenido retornos sin precedentes vía una serie de veloces pases de manos.

Como resultado, grandes inversores institucionales –por ejemplo, fodnos jubilatorios masivos- han colocado más de US$ 490.000 millonesen ese negocios (estima Thomson Venture Economics). Teniendo en cuenta que esa firmas pueden tomar prestados tres a cinco veces ese monto –una proyección cauta-, el sefgmento tiene un poder de compra superior a dos billones de dólares.

Pero hay un problema: en los próximos tres años, para realizarr los retornos de inversiones tan grandes, aquellas carteras deberán vender activos por medio billón. OK y ¿a quiénes vendérselos?. Aun en años tan positivos como los recientes, la capacidad de compra de Wall Street no pasa de US$ 153.200 millones anuales. Al mismo tiempo, las firmas y bancas inversoras deberán continuar colocándose. Pero la cosecha ya habrá pasado.

“Sin duda, esto acabará mal para bastante gente”, teme Colin Blaydon (Center for Private Equity). “Se trata de un ciclo casi clásico de auge y colapso. En la etapa ascendente, todos ven las ganancias, corren y terminan ponmiendo más de cuanto tolera el sistema. De pronto, alguien se da cuenta, pega el grito, crea un efecto manada y se inicia la estampida”.

Síntomas ya se perciben. Thomas H.Lee Partners, una firma de Boston famosa por haber comprado Snapple por US$ 135 millones (1992) y revenderla de Quaker por 1.700 millones en 1994, fue muy castigads por haber tomado Refco, tiempo antes de su bancarrota. No se derrumbó, pero otras tal vez lo hagan.

“Inversores individuales e institucionales están poniendo miles de millones en ese campo. Yo mismo –confiesa Kravis- he tenido de rechazar ofertas. En esta coyuntura, el dinero es apenas un insumo más”. Resulta por lo menos curioso (reflexiona el megafinsncista George Sörös) que, en un mundo donde no hay fondos para asistencia social a gente que vive con menos de un dólar diario, las ciudadelas financieras o bursátiles rezuman de liquiez y no sepan qué destino útil darle”.

Los administradores de carteras accionarias privadas, parece, son propietarios de casi todo, Hasta fines de octubre, las firmas expertas en compras apalancadas han colocado más de US$ 130.000 millones fagocitándose activo tras activo en Estados Unidos. Ahora, con más de 100.000 millones todavía por gastar, la caja se infla vía recompras accionarias (papeles que reingresan a sus propios emisores).

Este desmañanado auge no se limita a EE.UU. También alcanza a Gran Bretaña, donde las firmas dedicadas a compras apalancadas equivalen a 18% de la fuerza laboral empleada en toda esa economía. Así lo admite la British Ventura Capital Associations (su nombre lo dice todo de sí y de las características predatorias históricas en la City),

Ahora bien, como señala Warren Buffett, otro megafinancista, “la pregunta del billón no es si estos drogadictos se estrellarán contra el muro, sino más bien cómo o cuándo”. En el momento cuando los mercados den la menor señal de saturación, esta burbuja puede hacerse pedazos, reconocen los propios analistas y operadores del segmento.

Si eso ocurre, el auge y el colapso de las compras apalancadas que protagonizó Michael Milken en los 80 serán apernas uin ensayo con trajes del fiuturo descalabro, Como recordada Charles Kindleberger en “Manías y craca” (1987), cada manía futura y su derrumbre son peorres que sus precdentes. Eso es natural al capitalismo desde su nacimiento (fines del siglo XVII) hasta su eventual fin”.

Como puntualiza Kravis, “por desgracia, el exceso de fondos sueltos y transacciones tiene una contracara peligrosa, pues implica que hay demasiada gente sin experiencia en negocios por demás líquidos”. Algunos números le dan la razón. En los últimos tres años, las carteras accionarias privadas han tenido retornos sin precedentes vía una serie de veloces pases de manos.

Como resultado, grandes inversores institucionales –por ejemplo, fodnos jubilatorios masivos- han colocado más de US$ 490.000 millonesen ese negocios (estima Thomson Venture Economics). Teniendo en cuenta que esa firmas pueden tomar prestados tres a cinco veces ese monto –una proyección cauta-, el sefgmento tiene un poder de compra superior a dos billones de dólares.

Pero hay un problema: en los próximos tres años, para realizarr los retornos de inversiones tan grandes, aquellas carteras deberán vender activos por medio billón. OK y ¿a quiénes vendérselos?. Aun en años tan positivos como los recientes, la capacidad de compra de Wall Street no pasa de US$ 153.200 millones anuales. Al mismo tiempo, las firmas y bancas inversoras deberán continuar colocándose. Pero la cosecha ya habrá pasado.

“Sin duda, esto acabará mal para bastante gente”, teme Colin Blaydon (Center for Private Equity). “Se trata de un ciclo casi clásico de auge y colapso. En la etapa ascendente, todos ven las ganancias, corren y terminan ponmiendo más de cuanto tolera el sistema. De pronto, alguien se da cuenta, pega el grito, crea un efecto manada y se inicia la estampida”.

Síntomas ya se perciben. Thomas H.Lee Partners, una firma de Boston famosa por haber comprado Snapple por US$ 135 millones (1992) y revenderla de Quaker por 1.700 millones en 1994, fue muy castigads por haber tomado Refco, tiempo antes de su bancarrota. No se derrumbó, pero otras tal vez lo hagan.

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