Citigroup entró en crisis demasiado cerca del caso Merrill Lynch

Pese a maniobras cotidianas para frenar caída de indicadores, operadores e inversores en Wall Street temen que el doble descalabro -Citigroup, Merrill Lynch- agrave las turbulencias cifradas en la crisis hipotecaria y la de liquidez financiera.

7 noviembre, 2007

Los ejecutivos de ambas firmas no movían un dedo para calmar los mercados.
Por ejemplo, Citi no podía decir si el monto mandado este trimestre a pérdidas será US$ 8.000 u 11.000 millones (se sumarán a los 5.900 millones del trimestre anterior). Eso sí: le regalaron US$ 105 millones a Charles Prince por su despido prematuro. En otro plano, Moody’s y Standard & Poor estudian degradar las calificaciones del mayor conglomerado financiero del mundo. Fitch Ratings ya lo ha hecho.

Este fin de semana fue el más traumático vivido por el gigante neoyorquino. Bastó que una analista financiera de nombre masculino, Meredith Whitney revelara que Citi precisa US$ 30.000 millones este trimestre para salir de apuros. Ello aparte de aquellos US$ 8.000 a 11.000 millones adicionales y los 43.000 millones en papales comerciales o vehículos de inversión estructurada todavía sin rescatar. Eso y la posibilidad de que deba vender o liquidar Smith Barney, la división banca inversora, continúan presionado contra los títulos Citi. La caída licúa unos US$ 365.000 millones en capitalización.

En la última reunión de emergencia, el directorio aceptó la renuncia de Prince y otros ejecutivos. Se encomendó a Robert Rubin (secretario de hacienda bajo William Clinton) armar la sucesión del equipo saliente. Sin duda, Rubin representa lo contrario de Henry Paulson, otro ex hombre de Goldman Sachs, hoy bajo fuego.

También se designó a Winfried Bischoff –hasta el momento jefe de operaciones en Europa occidental- como presidente ejecutivo interino. Todo esto acaba traumáticamente con cuatro años de gestión de Prince, un abogado que nunca estuvo a la altura de su misión ni concitó el respeto de Wall Street.

En realidad, los problemas de Citigroup datan a la fusión entre Citibank y Travelers’ Group (1998), corolario en una serie de adquisiciones durante la última década del siglo XX. Hasta hace unos tres años, gurúes, analistas y medios del negocio –en particular “Barron’s, Business week, Wall Street journal” y “Fortune”- aplaudían casi cualquier cosa que hiciera el gigante financiero.

Ahra, el WSJ subraya “el fracaso del modelo de banca universal” ensayado por Prince y su equipo. El concepto era demasiado simple: mantenerse en muchos segmentos, para compensar problemas en uno con éxitos en otros. Eso no sucedió pero, desde 2006, los mercados empezaron a manifestar turbulencias derivadas de la crisis inmobiliaria (una mezcla de desinfle con malas hipotecas) y la ola global de iliquidez. En este caso, vinculada al fracaso de otra receta mágica, las compras apalancadas, vehículos especulativos en manos de fondos extrabursátiles.

Los ejecutivos de ambas firmas no movían un dedo para calmar los mercados.
Por ejemplo, Citi no podía decir si el monto mandado este trimestre a pérdidas será US$ 8.000 u 11.000 millones (se sumarán a los 5.900 millones del trimestre anterior). Eso sí: le regalaron US$ 105 millones a Charles Prince por su despido prematuro. En otro plano, Moody’s y Standard & Poor estudian degradar las calificaciones del mayor conglomerado financiero del mundo. Fitch Ratings ya lo ha hecho.

Este fin de semana fue el más traumático vivido por el gigante neoyorquino. Bastó que una analista financiera de nombre masculino, Meredith Whitney revelara que Citi precisa US$ 30.000 millones este trimestre para salir de apuros. Ello aparte de aquellos US$ 8.000 a 11.000 millones adicionales y los 43.000 millones en papales comerciales o vehículos de inversión estructurada todavía sin rescatar. Eso y la posibilidad de que deba vender o liquidar Smith Barney, la división banca inversora, continúan presionado contra los títulos Citi. La caída licúa unos US$ 365.000 millones en capitalización.

En la última reunión de emergencia, el directorio aceptó la renuncia de Prince y otros ejecutivos. Se encomendó a Robert Rubin (secretario de hacienda bajo William Clinton) armar la sucesión del equipo saliente. Sin duda, Rubin representa lo contrario de Henry Paulson, otro ex hombre de Goldman Sachs, hoy bajo fuego.

También se designó a Winfried Bischoff –hasta el momento jefe de operaciones en Europa occidental- como presidente ejecutivo interino. Todo esto acaba traumáticamente con cuatro años de gestión de Prince, un abogado que nunca estuvo a la altura de su misión ni concitó el respeto de Wall Street.

En realidad, los problemas de Citigroup datan a la fusión entre Citibank y Travelers’ Group (1998), corolario en una serie de adquisiciones durante la última década del siglo XX. Hasta hace unos tres años, gurúes, analistas y medios del negocio –en particular “Barron’s, Business week, Wall Street journal” y “Fortune”- aplaudían casi cualquier cosa que hiciera el gigante financiero.

Ahra, el WSJ subraya “el fracaso del modelo de banca universal” ensayado por Prince y su equipo. El concepto era demasiado simple: mantenerse en muchos segmentos, para compensar problemas en uno con éxitos en otros. Eso no sucedió pero, desde 2006, los mercados empezaron a manifestar turbulencias derivadas de la crisis inmobiliaria (una mezcla de desinfle con malas hipotecas) y la ola global de iliquidez. En este caso, vinculada al fracaso de otra receta mágica, las compras apalancadas, vehículos especulativos en manos de fondos extrabursátiles.

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