China, una fuente de preocupaciones contradictorias

Últimamente, la baja de importaciones chinas preocupa a los mismos que presionaban por un yüan más caro. No trepidan en acusar a Beijing de “mercantilismo”. En cambio, otros creen que el fenómeno es de corto aliento.

31 octubre, 2005

Quienes imaginan que China, cuyo producto bruto por habitante todavía es exiguo, puede ser motor de la economía global –una entelequia-, se sienten frustrados. Es curioso, pues este tipo de pensamiento “à la page” (común en escuelas de negocios y gurúes financieros) solía asignar ese papel, hace veinte años, a una economía totalmente distinta: Japón.

Por cierto, en 2004 Beijing importó –en relación con su PBI- más que Estados Unidos, Japón y la Unión Europea juntos. Pero eso no equivale a ser una locomotora, en el sentido de EE.UU. o Alemania. Ya este año y hasta fin de septiembre, se nota un achatamiento. No un “colapso”, como cree el “Wall Street Journal”, pues seguían subiendo las compras de acero, cobre y aluminio. Una sola estadística bastó para asustar a algunos analistas: entre agosto y septiembre, el total de importaciones bajó de US$ 9.900 a 7.600 millones.

Entretanto, las exportaciones continúan en auge. Sólo que, con la demanda interna despromovida desde el gobierno (vía un dólar aún relativamente caro), la industria local está sacándose de encima excesos de existencias. Desde cemento a autopartes y vehículos terminados, todo va al exterior, como es normal en cualquier economía.

Los “extremistas de mercado”, como el Institute for International Economy (una entidad mercantilista que funciona en Washington), salen a sostener que “el efecto chino en la economìa mundial está tornándose negativo”. Ese grupo y otros temen que “la tendencia provoque roces comerciales en los meses venideros”.

En fondo, esta postura refleja intereses de determinados sectores industriales. Especialmente el automotor, que vive una crisis de viabilidad en Estados Unidos y Gran Bretaña, aunque no en India, Surcorea, Japón ni Latinoamérica. Por supuesto, la propia evolución de la economía china (e india) hace elevar la capacidad productiva para cubrir su propio mercado y, cuando hay excedentes, los exporta. Esto ha ocurrido en el capitalismo occidental desde el siglo XVIII.

Irónicamente, lo que siempre se veía como factor natural y dinámico, ahora es un peligro, sólo porque no se origina en economías centrales. Donde imperan, al contrario, trabas comerciales tan anacrónicas como los subsidios agrícolas (UE, EE.UU., Japón) e industriales (EE.UU.).

Quienes imaginan que China, cuyo producto bruto por habitante todavía es exiguo, puede ser motor de la economía global –una entelequia-, se sienten frustrados. Es curioso, pues este tipo de pensamiento “à la page” (común en escuelas de negocios y gurúes financieros) solía asignar ese papel, hace veinte años, a una economía totalmente distinta: Japón.

Por cierto, en 2004 Beijing importó –en relación con su PBI- más que Estados Unidos, Japón y la Unión Europea juntos. Pero eso no equivale a ser una locomotora, en el sentido de EE.UU. o Alemania. Ya este año y hasta fin de septiembre, se nota un achatamiento. No un “colapso”, como cree el “Wall Street Journal”, pues seguían subiendo las compras de acero, cobre y aluminio. Una sola estadística bastó para asustar a algunos analistas: entre agosto y septiembre, el total de importaciones bajó de US$ 9.900 a 7.600 millones.

Entretanto, las exportaciones continúan en auge. Sólo que, con la demanda interna despromovida desde el gobierno (vía un dólar aún relativamente caro), la industria local está sacándose de encima excesos de existencias. Desde cemento a autopartes y vehículos terminados, todo va al exterior, como es normal en cualquier economía.

Los “extremistas de mercado”, como el Institute for International Economy (una entidad mercantilista que funciona en Washington), salen a sostener que “el efecto chino en la economìa mundial está tornándose negativo”. Ese grupo y otros temen que “la tendencia provoque roces comerciales en los meses venideros”.

En fondo, esta postura refleja intereses de determinados sectores industriales. Especialmente el automotor, que vive una crisis de viabilidad en Estados Unidos y Gran Bretaña, aunque no en India, Surcorea, Japón ni Latinoamérica. Por supuesto, la propia evolución de la economía china (e india) hace elevar la capacidad productiva para cubrir su propio mercado y, cuando hay excedentes, los exporta. Esto ha ocurrido en el capitalismo occidental desde el siglo XVIII.

Irónicamente, lo que siempre se veía como factor natural y dinámico, ahora es un peligro, sólo porque no se origina en economías centrales. Donde imperan, al contrario, trabas comerciales tan anacrónicas como los subsidios agrícolas (UE, EE.UU., Japón) e industriales (EE.UU.).

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