China: oportunidad y problema

Empresarios, políticos y economistas de todo el mundo coinciden en que si China -- ahora en permanente crecimiento económico – se topa con una pared y comienza un revés, las consecuencias serán graves, dentro y fuera del gigante asiático.

6 diciembre, 2004

Las últimas proyecciones de la Corporación Bancaria de Hong Kong y Shanghai calculan que para el año 2034 los depósitos bancarios de China serán superiores a los de Estados Unidos. Pero no es sólo eso. En acero, petróleo, autos, tarjetas de crédito, etc, China está a punto de convertirse en el mayor productor y mercado de muchos productos y servicios.

Esta perspectiva aterra a algunos empresarios y atrae a otros, según vean al gigante asiático como competidor, fuente de recursos baratos, mercado o las tres cosas a la vez.

Empresas de todos los sectores deben optar entre igualar los precios que ofrece China o perder clientes. Eso puede significar rebajas de 25 a 50% y provocar pérdida de empleo, reducciones y hasta cierres. Pero simultáneamente empresas norteamericanas y europeas aprovechan las ventajas de la inmensa fuerza laboral china trasladando allí algunas de sus operaciones y ofreciendo sus productos a un país cuyo papel como mercado no deja de crecer.

China ya es el más grande consumidor de acero y cemento y está a punto de superar a Estados Unidos en consumo de casi todo, desde cobre hasta porotos de soja. Todo se necesita en una economía que crece sin parar, que necesita más autopistas, fábricas y edificios y que tiene 1.300 millones de bocas para alimentar. China se ha convertido en el mercado más grande del mundo para teléfonos celulares y su demanda de autos se está acercando a las de Alemania y Japón.

Hay muchas empresas que se benefician. General Electric, por ejemplo, le vende turbinas para aviones y otros productos por valor de US$ 3.500 millones al año (principalmente desde Estados Unidos) y exporta desde China por valor de US$ 2.000 millones, (principalmente a Estados Unidos).

Pero General Electric es la excepción más que la regla. Las importaciones norteamericanas desde China superan las exportaciones en más de cinco a uno. Cada vez más ejecutivos estadounidenses se preguntan cuánto más podrán mantener una situación de enorme déficit de cuenta corriente y exportación de empleos sin que surjan protestas entre la población por lo que llaman el robo de empleos por extranjeros.

Más complicada podría resultar la relación de China con la Unión Europea, otro gran mercado para exportaciones. Los poderosos sindicatos europeos podrían imponer límites a las exportaciones chinas de la misma forma en que forzaron las restricciones a las exportaciones de autos japoneses en los ’80 y ’90.

Como el Japón entre los años ’50 y ’80, China ha demostrado que un país puede sostener altas tasas de crecimiento por muchos años combinando intenso trabajo con un sistema financiero cerrado que canaliza mucho ahorro familiar en innumerables proyectos industriales y otros emprendimientos seleccionados en parte por burócratas del gobierno.

El estancamiento que sufre Japón desde principios de los ’90 sugiere que tales políticas podrían tener limitaciones. Predecir cuándo China podría chocarse con esa pared se ha convertido en deporte preferido de muchos.

Está la cuestión, por ejemplo, de cuán competitivo globalmente puede ser el país si se desacelera su economía interna. Algunos advierten que el reciente florecimiento de la economía china podría estar cediendo desde hace unos meses, cuando los barcos hacían cola para descargar en los abarrotados puertos de la China y economistas occidentales predecían que Beijing tendría que imponer medidas draconianas para impedir una espiral inflacionaria.

Otros expertos señalan que el principal desequilibrio en esa economía – el hecho que gran parte de su crecimiento depende del gasto en la construcción (muchas veces especulativo) – podría resultar insostenible.

Las últimas proyecciones de la Corporación Bancaria de Hong Kong y Shanghai calculan que para el año 2034 los depósitos bancarios de China serán superiores a los de Estados Unidos. Pero no es sólo eso. En acero, petróleo, autos, tarjetas de crédito, etc, China está a punto de convertirse en el mayor productor y mercado de muchos productos y servicios.

Esta perspectiva aterra a algunos empresarios y atrae a otros, según vean al gigante asiático como competidor, fuente de recursos baratos, mercado o las tres cosas a la vez.

Empresas de todos los sectores deben optar entre igualar los precios que ofrece China o perder clientes. Eso puede significar rebajas de 25 a 50% y provocar pérdida de empleo, reducciones y hasta cierres. Pero simultáneamente empresas norteamericanas y europeas aprovechan las ventajas de la inmensa fuerza laboral china trasladando allí algunas de sus operaciones y ofreciendo sus productos a un país cuyo papel como mercado no deja de crecer.

China ya es el más grande consumidor de acero y cemento y está a punto de superar a Estados Unidos en consumo de casi todo, desde cobre hasta porotos de soja. Todo se necesita en una economía que crece sin parar, que necesita más autopistas, fábricas y edificios y que tiene 1.300 millones de bocas para alimentar. China se ha convertido en el mercado más grande del mundo para teléfonos celulares y su demanda de autos se está acercando a las de Alemania y Japón.

Hay muchas empresas que se benefician. General Electric, por ejemplo, le vende turbinas para aviones y otros productos por valor de US$ 3.500 millones al año (principalmente desde Estados Unidos) y exporta desde China por valor de US$ 2.000 millones, (principalmente a Estados Unidos).

Pero General Electric es la excepción más que la regla. Las importaciones norteamericanas desde China superan las exportaciones en más de cinco a uno. Cada vez más ejecutivos estadounidenses se preguntan cuánto más podrán mantener una situación de enorme déficit de cuenta corriente y exportación de empleos sin que surjan protestas entre la población por lo que llaman el robo de empleos por extranjeros.

Más complicada podría resultar la relación de China con la Unión Europea, otro gran mercado para exportaciones. Los poderosos sindicatos europeos podrían imponer límites a las exportaciones chinas de la misma forma en que forzaron las restricciones a las exportaciones de autos japoneses en los ’80 y ’90.

Como el Japón entre los años ’50 y ’80, China ha demostrado que un país puede sostener altas tasas de crecimiento por muchos años combinando intenso trabajo con un sistema financiero cerrado que canaliza mucho ahorro familiar en innumerables proyectos industriales y otros emprendimientos seleccionados en parte por burócratas del gobierno.

El estancamiento que sufre Japón desde principios de los ’90 sugiere que tales políticas podrían tener limitaciones. Predecir cuándo China podría chocarse con esa pared se ha convertido en deporte preferido de muchos.

Está la cuestión, por ejemplo, de cuán competitivo globalmente puede ser el país si se desacelera su economía interna. Algunos advierten que el reciente florecimiento de la economía china podría estar cediendo desde hace unos meses, cuando los barcos hacían cola para descargar en los abarrotados puertos de la China y economistas occidentales predecían que Beijing tendría que imponer medidas draconianas para impedir una espiral inflacionaria.

Otros expertos señalan que el principal desequilibrio en esa economía – el hecho que gran parte de su crecimiento depende del gasto en la construcción (muchas veces especulativo) – podría resultar insostenible.

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