Chicago, una fusión que puede inspirar o trabar otras en el mundo

Dos veces, la bolsa de Nueva York (NYSE) contempló hacer ofertas por la bolsa comercial de Chicago (CBOT). Ahora, que la Bolsa mercantil de la misma ciudad (CME) la tomó, el NYSE y otras entidades piensan en otras megafusiones.

19 octubre, 2006

No será cosa fácil, porque existe un problema: en tanto la dupla CME-CBOT llegó a acuerdo amistoso tras decenios de dura competencia, otras bolsas de Estados Unidos y Europa occidental afrontan varios obstáculos. En cierto modo, el matrimonio chicagüense es uno de ellos.

En junio, NYSE Group convino en fusionarse con Euronext -acciones y derivados-, en una operación algo menos ambiciosa que la de Chicago: US$ 20.000 millones, contra 25.000 millones. Pero los accionistas se han tomado hasta diciembre para debatir y eventualmente aprobar el acuerdo, arreglado entre ejecutivos.

Sucede que muchos operadores, analistas y hasta dirigentes de allende el Atlántico preferirían una megafusión que abarcase toda Europa occidental. Este tipo de presiones empieza a aumentar tras lo de Chicago y hay un incentivo tan obvio como silenciado: colocarse por encima de los bancos centrales y aun del Banco de acuerdos internacionales (BAI, Basilea), para escapar a sus presumibles intentos de monitoreo o supervisión.

En realidad, la Reserva Federal viene planteando el tema desde que Banjamin Bernanke asumió la conducción. Hasta ahora, lo frena el secretario de Hacienda, Henry Paulson, que –como ex jefe de Goldman Sachs- cabildea a favor de los mercados especulativos.

Por su parte, Nasdaq stock market adquirió 25% de London stock exchange (LSE). No obstante, la mayor bolsa de la Unión Europea resiste las propuestas de fusión lisa y llana. Ahí pesa la obsesión británica por el ”espléndido aislamiento”, cuya clave es el Banco de Inglaterra, aferrado a la libra contra el euro. Sus voceros son el “Financial times” y el Economist”.

En rigor, en un año repleto de ofertas –algunas, hostiles- y contraofertas, había ya claras señales de consolidación entre paneles. Pero el caso CME-CBOT es excepcional: saca de mercado dos bolsas que pudieron haber suscitado otras combinaciones y arroja dudas sobre los planes sectoriales al respecto. Dicho de otro modo, surge un modelo de aislamiento, que opta por ser sapo grande en pozo chico y encaja en las tradiciones políticas estadounidenses, irónicamente desechadas por el intervencionismo militar de George W.Bush.

Por supuesto, los paneles de Chicago recién comienzan a definir los detalles del acuerdo. Por de pronto, el convenio exige tres aprobaciones: la de los accionistas, la de la autoridad antimonopólica y la de la Securities & exchange commission (SEC). Aun así, la noticia cayó como un balde de agua fría en el NYSE Group. Como se sabe, su presidente ejecutivo (John Thain) aspira añadir a las acciones los contratos derivados. O sea, quiere crear una bomba de tiempo especulativa similar a la de Chicago o a Euronext.

Esa modalidad abarca transacciones financieras sobre activos de sostén muy inferiores a las posiciones creadas. Cuando, por un motivo u otro, los contratos colapsan, sobrevienen desastres, como el sufrido hace poco por Amaranth Advisors y US$ 6.500 millones en derivados sobre gas natural. A mediados de año, según cifras del BAI, la burbuja derivativa acumulaba más de US$ 480 billones, pero sus activos básico no llegaban a un trigésimo del monto.

Al promediar 2005, NYSE Group y otros, inclusive la CME, se interesaban por la CBOT. Todavía, ésta no cotizaba sus propias acciones en bolsa. Pero su presidente del directorio, Bernard Dan, rechazó una propuesta de Thain. Más tarde, el NYSE contrató a Citigroup para asistirlo en un análisis de grandes F&A. Además de la CBOT, el estudio abarcaba la LSE y Euronext (que está registrada en Holanda). Por fin, en enero, Thain desistiò a la CBOT.

No será cosa fácil, porque existe un problema: en tanto la dupla CME-CBOT llegó a acuerdo amistoso tras decenios de dura competencia, otras bolsas de Estados Unidos y Europa occidental afrontan varios obstáculos. En cierto modo, el matrimonio chicagüense es uno de ellos.

En junio, NYSE Group convino en fusionarse con Euronext -acciones y derivados-, en una operación algo menos ambiciosa que la de Chicago: US$ 20.000 millones, contra 25.000 millones. Pero los accionistas se han tomado hasta diciembre para debatir y eventualmente aprobar el acuerdo, arreglado entre ejecutivos.

Sucede que muchos operadores, analistas y hasta dirigentes de allende el Atlántico preferirían una megafusión que abarcase toda Europa occidental. Este tipo de presiones empieza a aumentar tras lo de Chicago y hay un incentivo tan obvio como silenciado: colocarse por encima de los bancos centrales y aun del Banco de acuerdos internacionales (BAI, Basilea), para escapar a sus presumibles intentos de monitoreo o supervisión.

En realidad, la Reserva Federal viene planteando el tema desde que Banjamin Bernanke asumió la conducción. Hasta ahora, lo frena el secretario de Hacienda, Henry Paulson, que –como ex jefe de Goldman Sachs- cabildea a favor de los mercados especulativos.

Por su parte, Nasdaq stock market adquirió 25% de London stock exchange (LSE). No obstante, la mayor bolsa de la Unión Europea resiste las propuestas de fusión lisa y llana. Ahí pesa la obsesión británica por el ”espléndido aislamiento”, cuya clave es el Banco de Inglaterra, aferrado a la libra contra el euro. Sus voceros son el “Financial times” y el Economist”.

En rigor, en un año repleto de ofertas –algunas, hostiles- y contraofertas, había ya claras señales de consolidación entre paneles. Pero el caso CME-CBOT es excepcional: saca de mercado dos bolsas que pudieron haber suscitado otras combinaciones y arroja dudas sobre los planes sectoriales al respecto. Dicho de otro modo, surge un modelo de aislamiento, que opta por ser sapo grande en pozo chico y encaja en las tradiciones políticas estadounidenses, irónicamente desechadas por el intervencionismo militar de George W.Bush.

Por supuesto, los paneles de Chicago recién comienzan a definir los detalles del acuerdo. Por de pronto, el convenio exige tres aprobaciones: la de los accionistas, la de la autoridad antimonopólica y la de la Securities & exchange commission (SEC). Aun así, la noticia cayó como un balde de agua fría en el NYSE Group. Como se sabe, su presidente ejecutivo (John Thain) aspira añadir a las acciones los contratos derivados. O sea, quiere crear una bomba de tiempo especulativa similar a la de Chicago o a Euronext.

Esa modalidad abarca transacciones financieras sobre activos de sostén muy inferiores a las posiciones creadas. Cuando, por un motivo u otro, los contratos colapsan, sobrevienen desastres, como el sufrido hace poco por Amaranth Advisors y US$ 6.500 millones en derivados sobre gas natural. A mediados de año, según cifras del BAI, la burbuja derivativa acumulaba más de US$ 480 billones, pero sus activos básico no llegaban a un trigésimo del monto.

Al promediar 2005, NYSE Group y otros, inclusive la CME, se interesaban por la CBOT. Todavía, ésta no cotizaba sus propias acciones en bolsa. Pero su presidente del directorio, Bernard Dan, rechazó una propuesta de Thain. Más tarde, el NYSE contrató a Citigroup para asistirlo en un análisis de grandes F&A. Además de la CBOT, el estudio abarcaba la LSE y Euronext (que está registrada en Holanda). Por fin, en enero, Thain desistiò a la CBOT.

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