California, al borde de la quiebra y el cese de pagos
Hospitales y escuelas empezaron a reducir actividades por falta de fondos. Al gobierno le quedaban horas para un acuerdo con la oposición republicana. Y el Partido Demócrata afrontaba un calvario que podría costarle muy caro en 2004.
California es el mayor estado de la Unión en términos geopolíticos
y económicos. Su producto bruto interno sería el octavo del planeta,
si fuese un país independiente. Pero hoy afronta la bancarrota, con US$
38.000 millones de pasivo mientras oficialismo y oposición buscan un acuerdo
parlamentario. De lo contrario, el fisco caerá en insolvencia. “Si
fuese soberano, sería el mejor laboratorio para testear nuestras propuestas
sobre aplicación de la ley federal de concursos -títulos IX y XI-
a una economía nacional”, comentaba anoche George Calomiris, que había
sugerido ese mecanismo para Argentina y Turquía.
El compromiso debía incluir un drástico aumento de impuestos,
suspensión, retiro y despido de personal en todo el sector público
y reducción o supresión de ciertos servicios públicos.
“La crisis es de terror, porque California es líder en tecnología,
industrias estratégicas y ciencias. Además, su colapso arrastraría
por lo menos a seis estados más, casi todos en manos republicanas”,
advertía Lawrence Sabato, analista político de Berkeley. “Silicon
Valley está alarmado y se suceden las reuniones entre ejecutivos de sus
compañías principales”, reveló Scott McNealy, CEO
de Sun Microsystems.
Con 8,5% desempleo primario, California parece adelantar el futuro de la economía
federal, si ésta comienza a resquebrajarse por la combinación
de déficit fiscal, comercial y de pagos, amén de una deuda insostenible.
En cierto sentido, la pésima gestión financiera del demócrata
Gray Davis refleja la de George W. Bush: hace tres años, el gobernador
hoy a punto de renunciar heredaba un superávit de US$ 12.000 millones.
En la arena política, entretanto, crece la figura del principal aspirante
al “trono de Sacramento”, nadie menos que el austríaco Arnold
Schwarzenegger. Aunque, si lo sucede a Davis, su labor será justamente
lo opuesto a la de “Terminator” y sus secuelas.
California es el mayor estado de la Unión en términos geopolíticos
y económicos. Su producto bruto interno sería el octavo del planeta,
si fuese un país independiente. Pero hoy afronta la bancarrota, con US$
38.000 millones de pasivo mientras oficialismo y oposición buscan un acuerdo
parlamentario. De lo contrario, el fisco caerá en insolvencia. “Si
fuese soberano, sería el mejor laboratorio para testear nuestras propuestas
sobre aplicación de la ley federal de concursos -títulos IX y XI-
a una economía nacional”, comentaba anoche George Calomiris, que había
sugerido ese mecanismo para Argentina y Turquía.
El compromiso debía incluir un drástico aumento de impuestos,
suspensión, retiro y despido de personal en todo el sector público
y reducción o supresión de ciertos servicios públicos.
“La crisis es de terror, porque California es líder en tecnología,
industrias estratégicas y ciencias. Además, su colapso arrastraría
por lo menos a seis estados más, casi todos en manos republicanas”,
advertía Lawrence Sabato, analista político de Berkeley. “Silicon
Valley está alarmado y se suceden las reuniones entre ejecutivos de sus
compañías principales”, reveló Scott McNealy, CEO
de Sun Microsystems.
Con 8,5% desempleo primario, California parece adelantar el futuro de la economía
federal, si ésta comienza a resquebrajarse por la combinación
de déficit fiscal, comercial y de pagos, amén de una deuda insostenible.
En cierto sentido, la pésima gestión financiera del demócrata
Gray Davis refleja la de George W. Bush: hace tres años, el gobernador
hoy a punto de renunciar heredaba un superávit de US$ 12.000 millones.
En la arena política, entretanto, crece la figura del principal aspirante
al “trono de Sacramento”, nadie menos que el austríaco Arnold
Schwarzenegger. Aunque, si lo sucede a Davis, su labor será justamente
lo opuesto a la de “Terminator” y sus secuelas.
