BPL-Fiorani: delitos y vaciamientos superiores a Tangentopoli

Así sostienen los fiscales milaneses que procesan a Giampier Fiorani y sus cómplices en el caso Banca Popolare di Lodi (BPL), hoy rebautizada Banca Popolare Italiana (BPI). Se habla de € 200 millones o más.

14 noviembre, 2005

Tras un vano intento, con apoyo de Antonio Fazio (todavía jefe del banco central), cambiando de nombre –y encargando una rumbosa y horrible sede nueva-, Fiorani renunció a la presidencia ejecutiva de BPI. Pero no a la fortuna personal acumulada en un fondo de familia o exportada a Suiza y Mónaco. Estas maniobras fueron organizadas por Gianfranco Boni, director financiero de la entidad.

A partir de la dimisión de ambos y otros implicados (16 de septiembre), fue una estapida de dinero malhabido. “La ofensiva sobre Banca Antoniana Popolare Veneta y contra ABN Amro fue sólo un último acto, un vaciamiento de la entidad programado con la inexplicable tolerancia de Banca d’Italia (central)”. Así describen fuentes de la justicia.

El reciente descubrimiento de palacetes y villas en Cerdeña, próximas a la mansión de Silvio Berlusconi (amigo personal de Fiorani), ha puesto en evidencia una trama comparable con la del caso Tangentopoli (“Coimápolis”). Para empezar, las propiedades están registradas en Lugano, a nombre de familiares y testaferros. Para seguir, Egidio Menclosi –vicepresidente de BPI suiza- abrió la caja de Pandora acusando de enriquecimiento ilícito a la conducción de su propia matriz.

Similares características manifiestan activos mobiliarios e inmobiliarios en Mónaco o Lugano. Si bien Roma y Berna han bloqueado ya unos € 25 millones, se estima en ocho veces más el total de dinero y activos en poder de la banda Fiorani. Así lo dio a entender Silvano Spinelli, “tesorero oculto” del grupo, ante los fiscales Eugenio Fusco, Giulia Perotti y Clementina Forleo.

Spinelli y Boni “operaban una banca privada dentro del banco, ofreciendo utilidades extraordinarias a un número de clientes privilegiados”, indica el informe de Forleo. Entre amigos, se conocía eso como “sistema Fiorani”. Su mecánica imitaba la de Roberto Calvi, Licio Gelli y Michele Sindona para vaciar Banca Ambrosiana y el Istituto per Opere Religiose (IOR, Vaticano). Pero Fiorani fue más allá: su grupo se quedaba con 40% de esas ganancias como comisión.

Tras un vano intento, con apoyo de Antonio Fazio (todavía jefe del banco central), cambiando de nombre –y encargando una rumbosa y horrible sede nueva-, Fiorani renunció a la presidencia ejecutiva de BPI. Pero no a la fortuna personal acumulada en un fondo de familia o exportada a Suiza y Mónaco. Estas maniobras fueron organizadas por Gianfranco Boni, director financiero de la entidad.

A partir de la dimisión de ambos y otros implicados (16 de septiembre), fue una estapida de dinero malhabido. “La ofensiva sobre Banca Antoniana Popolare Veneta y contra ABN Amro fue sólo un último acto, un vaciamiento de la entidad programado con la inexplicable tolerancia de Banca d’Italia (central)”. Así describen fuentes de la justicia.

El reciente descubrimiento de palacetes y villas en Cerdeña, próximas a la mansión de Silvio Berlusconi (amigo personal de Fiorani), ha puesto en evidencia una trama comparable con la del caso Tangentopoli (“Coimápolis”). Para empezar, las propiedades están registradas en Lugano, a nombre de familiares y testaferros. Para seguir, Egidio Menclosi –vicepresidente de BPI suiza- abrió la caja de Pandora acusando de enriquecimiento ilícito a la conducción de su propia matriz.

Similares características manifiestan activos mobiliarios e inmobiliarios en Mónaco o Lugano. Si bien Roma y Berna han bloqueado ya unos € 25 millones, se estima en ocho veces más el total de dinero y activos en poder de la banda Fiorani. Así lo dio a entender Silvano Spinelli, “tesorero oculto” del grupo, ante los fiscales Eugenio Fusco, Giulia Perotti y Clementina Forleo.

Spinelli y Boni “operaban una banca privada dentro del banco, ofreciendo utilidades extraordinarias a un número de clientes privilegiados”, indica el informe de Forleo. Entre amigos, se conocía eso como “sistema Fiorani”. Su mecánica imitaba la de Roberto Calvi, Licio Gelli y Michele Sindona para vaciar Banca Ambrosiana y el Istituto per Opere Religiose (IOR, Vaticano). Pero Fiorani fue más allá: su grupo se quedaba con 40% de esas ganancias como comisión.

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