Bernanke, candidato oficial para presidir la Reserva Federal

Volviendo al primer nombre lanzado por los analistas, George W.Bush designó a Bernanke como candidato del gobierno para suceder a Alan Greenpan. Los estrechos nexos entre ambos pesaron mucho en la decisión presidencial.

24 octubre, 2005

Como antes con Paul Volcker y luego con Greenspan, el cargo tiene total autonomía y su influencia es clave en materia monetaria, financiera y –si se quiere- política. Como presidente de junta, encabeza un conjunto de trece directores, que representan otras tantas reservas federales, según la ley de 1913.

“Bernanke es el hombre justo para continuar la tarea de Greenspan”, señaló Bush al formular el anuncio, en el salón oval. A su lado estaban ambos, pero el vicepresidente Richard Cheney no se encontraba en el lugar, lo cual quizá refleje una “capitis diminutio” a raíz del escándalo CIA-Wilson-Plame

Greenspan deja el cargo a fin de enero, ya octogenario y tras más de dieciocho años al timón. El contraste es notable con Bernanke, que recién ha pasado los cincuenta y se cuenta entre los jefes más jóvenes en la historia del SRF. Una vez confirmado por los senadores, tendrá estabilidad y podrá gobernar durante las próximas seis o siete presidencias.

Como es natural, habiendo sido su eminencia gris, el candidato elogió la larga gestión de Greesnpan y subrayó que él también había servido en el banco central de la segunda economía del mundo. De todos modos, Bernanke advirtió que “la futura política monetaria evolucionará según los acontecimientos y la situación, tanto local como global”.

Wall Street y el dólar recobraron terreno al trascender la noticia. Pero los mercados especulativos parecen no conocer bien los antecedentes del futuro sucesor: a diferencia de Greenspan, este experto monetario viene abogando desde hace mucho por establecer metas de inflación cuantitativas y formales, como base de políticas. Greenspan jamás estuvo de acuerdo y, ahora, el arribo de Bernanke desatará una polémica interna en el SRF y hasta podría causar algunas renuncias.

La designación crea otro problema. Bernanke era, desde hacía poco, jefe de asesores presidenciales. Como tal, era el único miembro sólido y prestigioso en un equipo económico sin brillo ni influencia, ya desde la asunción de Bush en 2001. En cuanto a la confirmación, parece tácita: hace cuatro meses, el Senado lo somietió a rigurosos interrogatorios, al ser nombrado principal asesor económico en la Casa Blanca.

Como antes con Paul Volcker y luego con Greenspan, el cargo tiene total autonomía y su influencia es clave en materia monetaria, financiera y –si se quiere- política. Como presidente de junta, encabeza un conjunto de trece directores, que representan otras tantas reservas federales, según la ley de 1913.

“Bernanke es el hombre justo para continuar la tarea de Greenspan”, señaló Bush al formular el anuncio, en el salón oval. A su lado estaban ambos, pero el vicepresidente Richard Cheney no se encontraba en el lugar, lo cual quizá refleje una “capitis diminutio” a raíz del escándalo CIA-Wilson-Plame

Greenspan deja el cargo a fin de enero, ya octogenario y tras más de dieciocho años al timón. El contraste es notable con Bernanke, que recién ha pasado los cincuenta y se cuenta entre los jefes más jóvenes en la historia del SRF. Una vez confirmado por los senadores, tendrá estabilidad y podrá gobernar durante las próximas seis o siete presidencias.

Como es natural, habiendo sido su eminencia gris, el candidato elogió la larga gestión de Greesnpan y subrayó que él también había servido en el banco central de la segunda economía del mundo. De todos modos, Bernanke advirtió que “la futura política monetaria evolucionará según los acontecimientos y la situación, tanto local como global”.

Wall Street y el dólar recobraron terreno al trascender la noticia. Pero los mercados especulativos parecen no conocer bien los antecedentes del futuro sucesor: a diferencia de Greenspan, este experto monetario viene abogando desde hace mucho por establecer metas de inflación cuantitativas y formales, como base de políticas. Greenspan jamás estuvo de acuerdo y, ahora, el arribo de Bernanke desatará una polémica interna en el SRF y hasta podría causar algunas renuncias.

La designación crea otro problema. Bernanke era, desde hacía poco, jefe de asesores presidenciales. Como tal, era el único miembro sólido y prestigioso en un equipo económico sin brillo ni influencia, ya desde la asunción de Bush en 2001. En cuanto a la confirmación, parece tácita: hace cuatro meses, el Senado lo somietió a rigurosos interrogatorios, al ser nombrado principal asesor económico en la Casa Blanca.

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