Bancos chinos en rojo, ¿génesis de la próxima tormenta?

En mayo, aparecieron varios informes sobre bancos chinos y sus carteras crediticias desactivadas (CCD). Analistas serios y reconocidos los subscriben pero, en general, siguen inexplicablemente optimistas sobre las perspectivas económicas.

9 junio, 2006

Lo relevante, empero, no es que Beijing tenga in grave problema con morosos e incobrables, sino el asunto sea objeto de investigaciones en Occidente. La amplia brecha entre sus percepciones sobre esa economía y la realidad comienza a cerrarse. Al menos así lo cree el columnista George Friedman, bien vinculado en el Pentágono –donde el tema empieza a llamar la atención-, aunque no tanto en el mundillo financiero.

El primer trabajo provino de Ernst & Young y describía un “problema substancial con CCD”. Pero ¡oh! el estudio contable lo retiró de circulación pocos días después de difundirlo. El gobierno lo había calificado de ridículo y distorsionado. La firma tiene importantes clientes chinos y tal vez no quiso comprometer sus negocios.

No importa, pues de inmediato aparecieron análisis de McKinsey Global Institute, PricewaterhourCoopers y Fitch Ratings. A diferencia de éste y McKinsey, el de PWC proviene de un grupo interno especializado en especular con CCD. Por su parte, McKinsy se centraba en severas deficiencias que el sistema bancario chino debiera encarar disminuyendo CCD a fin de que el producto bruto interno se sanee.

De lejos, el trabajo de Fitch es el más duro, si bien parece suponer que los chinos tienen herramientas capaces de manejar la situación. Es una advertencia, no todavía un toque de alarma. Pero contiene cifras inquietantes: el total de CCD llega a US$ 206.000 millones verificados (fin de 2005), más 270.000 millones estimados y 197.000 millones en manos de compañías chinas expertas en gestión de riesgos. En suma, US$ 673.000 millones.

A criterio de la agencia calificadora de riesgos, “más allá de esos guarismos, estimar el ritmo de nuevos préstamos incobrables no es fácil. La banca china carece de registros históricos fiables. Sus prácticas contables y de divulgación son deficientes. Pocas entidades informan sobre CCD. En síntesis, tememos que nuestros números subestimen el nivel real de pérdidas vía malos créditos”.

Por ende, el monto íntegro de CCD orilla US$ 673.000 millones, pero Fitch lo considera bajo (se ignora qué piensan Standard & Poor’s o Moody’s). Eso es importante porque, de ser ésa la cifra final, las medidas en marcha podrían ir reduciendo quebrantos as niveles más manejables. “Si, por el contrario, la realidad es substancialmente peor –así lo creemos-, el sistema tendrpia suerte si escapase con sólo ese monto en liquidación de carteras”.

Existen varias formas de medir el problema, pero hay una muy simple. China ha acumulado casi US$ 820.000 millones en reservas internacionales (mayormente, bonos de Tesorería norteamericana). La estimación más conservadora de Fitch no está lejos de esa magnitud, pero si la cifra verdadera es superior, acabará fagocitándose esas reservas. En resumen, el sistema financiero está en graves aprietos y la economía china también.

Lo relevante, empero, no es que Beijing tenga in grave problema con morosos e incobrables, sino el asunto sea objeto de investigaciones en Occidente. La amplia brecha entre sus percepciones sobre esa economía y la realidad comienza a cerrarse. Al menos así lo cree el columnista George Friedman, bien vinculado en el Pentágono –donde el tema empieza a llamar la atención-, aunque no tanto en el mundillo financiero.

El primer trabajo provino de Ernst & Young y describía un “problema substancial con CCD”. Pero ¡oh! el estudio contable lo retiró de circulación pocos días después de difundirlo. El gobierno lo había calificado de ridículo y distorsionado. La firma tiene importantes clientes chinos y tal vez no quiso comprometer sus negocios.

No importa, pues de inmediato aparecieron análisis de McKinsey Global Institute, PricewaterhourCoopers y Fitch Ratings. A diferencia de éste y McKinsey, el de PWC proviene de un grupo interno especializado en especular con CCD. Por su parte, McKinsy se centraba en severas deficiencias que el sistema bancario chino debiera encarar disminuyendo CCD a fin de que el producto bruto interno se sanee.

De lejos, el trabajo de Fitch es el más duro, si bien parece suponer que los chinos tienen herramientas capaces de manejar la situación. Es una advertencia, no todavía un toque de alarma. Pero contiene cifras inquietantes: el total de CCD llega a US$ 206.000 millones verificados (fin de 2005), más 270.000 millones estimados y 197.000 millones en manos de compañías chinas expertas en gestión de riesgos. En suma, US$ 673.000 millones.

A criterio de la agencia calificadora de riesgos, “más allá de esos guarismos, estimar el ritmo de nuevos préstamos incobrables no es fácil. La banca china carece de registros históricos fiables. Sus prácticas contables y de divulgación son deficientes. Pocas entidades informan sobre CCD. En síntesis, tememos que nuestros números subestimen el nivel real de pérdidas vía malos créditos”.

Por ende, el monto íntegro de CCD orilla US$ 673.000 millones, pero Fitch lo considera bajo (se ignora qué piensan Standard & Poor’s o Moody’s). Eso es importante porque, de ser ésa la cifra final, las medidas en marcha podrían ir reduciendo quebrantos as niveles más manejables. “Si, por el contrario, la realidad es substancialmente peor –así lo creemos-, el sistema tendrpia suerte si escapase con sólo ese monto en liquidación de carteras”.

Existen varias formas de medir el problema, pero hay una muy simple. China ha acumulado casi US$ 820.000 millones en reservas internacionales (mayormente, bonos de Tesorería norteamericana). La estimación más conservadora de Fitch no está lejos de esa magnitud, pero si la cifra verdadera es superior, acabará fagocitándose esas reservas. En resumen, el sistema financiero está en graves aprietos y la economía china también.

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