Algunos gurúes creen que la cosa no marcha tan mal, pero…

Salvo, claro, en sectores afectados por la crisis hipotecarias, la iliquidez global y las compras apalancadas en apuros. Fuera de eso, la economía norteamericana sigue saludable, si bien hay cierto achatamiento en el producto bruto interno.

23 octubre, 2007

Por ejemplo, la mayoria de hipotecas no ha caído en insolvencia y un altísimo porcentaje de familias son propietarias de sus viviendas. Pese al “pequeño viernes negro” (19 de octubre) y las tensiones en Levante, el 22 no hubo un lunes negro como el de veinte años atrás. Ni mucho menos.

En un nivel más técnico, “la brecha entre tasas sobre letras de tesorería –casi carentes de riesgos- y el índice Merrill Lynch para bonos chatarra continúa por debajo de 2001/2. Por entonces, hacía crisis la burbuja puntocom de 1996/2000”. Eso sostiene la consultora FridsonVision, de moda en lo relativo a ese segmento.

Para estos gurúes, la culpa la tienen “periódicos que venden fomentando el miedo a menudo sin fundamentos. Pero la oferta de crédito inmobiliario sigue firme, hoteles, aviones y casinos siguen repletos de gente. En Beverly hills hacen cola para comprar Bentleys”, afirma Martin Fridson, dueño de la firma.

Pero el analista no se deja seducir por peces de colores y admite que “han sucedido cosas en extremo inquietantes y habrá peores”. Como todo saben, hay un desinfle de bienes raíces en gran escala y un auge de insolvencias en materia de malas hipotecas. Los montos son pequeños en comparación con el volumen de PBI, pero sus efectos son deplorables.

Al respecto, persiste una impresionante ola de temores en Wall Street y otros centros especulativos ante compromisos para financiar fusiones, adquisiciones y compras apalancadas hoy cuestionables (Chrysler, Alcatel-Lucent, etc.) Conglomerados financieros y bancas de inversión deben prestar miles de millones para negocios que parecían brillantes en el pico del auge, pero ahora pierden sus encantos. “Algunos expertos –señala Fridson- creen que la fiebre se ha agotado. Otros, que se reanudará en breve, pues las comisiones en juego son demasiado jugosas”.

En recientes semanas, el miedo se desplazó hacia los vehículos o canales de inversión estructurada (CIE). Básicamente, “son instrumentos demasiado peligrosos y hasta espurios, por los cuales se toma dinero a corto plazo para prestarlo a largo. Cualquier estudiante de finanzas sabe que debe evitar esos tratos porque, cuando las papas queman, queman muy en serio”. No obstante, hay en EE.UU. y la Europa occidental grandes jugadores que se han metido en ese campo minado.

En síntesis, existen temores de que prestamistas comprometidos en malos créditos vía deudores hipotecarios poco solventes o en CIE fallidos deban afrontar fuertes pérdidas. Por de pronto, grande bancos y firmas de valores han castigado trimestrales de julio-septiembre para cubrirse de quebrantos financieros.

Ahora viene lo peor. “Obviamente –subraya Fridson-, varios grandes de Wall Street han cometido gruesos errores o han avalado operaciones muy riesgosas, en maniobras que no podría sobrevivir un escrutinio serio. A punto tal, que fueron ocultadas en los libros de entidades extraterritoriales”.

Titanes como Merrill Lynch, Citigroup o Bear Stearns pueden echar subalternos acusándolos por las pérdidas. Pero a los presidentes ejecutivos de les pagan millones para saber qué pasa en las firmas que conducen. Sin duda, los enormes quebrantos en una amplia gama de instrumentos demuestran que la prudencia no ha primado en varios años.

Pues bien, “¿por qué esa gente sigue en sus puestos? Ni un CEO relevante –señala Fridson- ha sido despedido porque el amiguismo y otras formas de complicidad prevalen en los directorios”. Lo ha dicho Kirk Kerkorian hablando de General Motors, Richard Wagoner y su mala gestión. En otro plano, Henry Paulson, operador de Wall Street elevado a la secretaría de hacienda, demuestra las “bondades” del sistema creando un fondo rotatorio tipo CIE (US$ 100.000 millones) para que bancos en apariencia sanos les compren deudas a entidades en apuros.

A criterio del experto, eso pone dos temas en juego. Uno es que era demasiado predictible que Paulson restara importancia a la crisis hipotecaria hasta que algunos pesados Wall Street cayesen en la volteada. Otro es que resulta difícil ver que traerán de bueno esta maniobras, sobre todo si implican malos préstamos. El plan de hacienda no los contempla. Por ende, o es una idiotez o corre por el filo de la navaja. ¿Cuál es el objetivo real, pues? Fácil: un eventual fondo federal para tomar las partes más expuestas de una cartera. Parece inevitable, pues la verdadera meta es evitarles pérdidas a los grandes bancos y firmas de valores allegadas a Paulson. “A costa, claro subraya Fridson- de lo contribuyentes norteamericanos. Así ocurrió en 1980, tras el colapso del sistema de ahorro y préstamos, cuyos directivos solían tener excelentes relaciones con Michaal Milken (campeón de los bonos chatarra) y Drexel Burnham Lambert. Como siempre, cuando la cosa se pudre, la gente paga el pato, mientras los banqueros eligen sus Bentley. Pero queda poco tiempo: Paulson durará hasta enero de 2009.

Por ejemplo, la mayoria de hipotecas no ha caído en insolvencia y un altísimo porcentaje de familias son propietarias de sus viviendas. Pese al “pequeño viernes negro” (19 de octubre) y las tensiones en Levante, el 22 no hubo un lunes negro como el de veinte años atrás. Ni mucho menos.

En un nivel más técnico, “la brecha entre tasas sobre letras de tesorería –casi carentes de riesgos- y el índice Merrill Lynch para bonos chatarra continúa por debajo de 2001/2. Por entonces, hacía crisis la burbuja puntocom de 1996/2000”. Eso sostiene la consultora FridsonVision, de moda en lo relativo a ese segmento.

Para estos gurúes, la culpa la tienen “periódicos que venden fomentando el miedo a menudo sin fundamentos. Pero la oferta de crédito inmobiliario sigue firme, hoteles, aviones y casinos siguen repletos de gente. En Beverly hills hacen cola para comprar Bentleys”, afirma Martin Fridson, dueño de la firma.

Pero el analista no se deja seducir por peces de colores y admite que “han sucedido cosas en extremo inquietantes y habrá peores”. Como todo saben, hay un desinfle de bienes raíces en gran escala y un auge de insolvencias en materia de malas hipotecas. Los montos son pequeños en comparación con el volumen de PBI, pero sus efectos son deplorables.

Al respecto, persiste una impresionante ola de temores en Wall Street y otros centros especulativos ante compromisos para financiar fusiones, adquisiciones y compras apalancadas hoy cuestionables (Chrysler, Alcatel-Lucent, etc.) Conglomerados financieros y bancas de inversión deben prestar miles de millones para negocios que parecían brillantes en el pico del auge, pero ahora pierden sus encantos. “Algunos expertos –señala Fridson- creen que la fiebre se ha agotado. Otros, que se reanudará en breve, pues las comisiones en juego son demasiado jugosas”.

En recientes semanas, el miedo se desplazó hacia los vehículos o canales de inversión estructurada (CIE). Básicamente, “son instrumentos demasiado peligrosos y hasta espurios, por los cuales se toma dinero a corto plazo para prestarlo a largo. Cualquier estudiante de finanzas sabe que debe evitar esos tratos porque, cuando las papas queman, queman muy en serio”. No obstante, hay en EE.UU. y la Europa occidental grandes jugadores que se han metido en ese campo minado.

En síntesis, existen temores de que prestamistas comprometidos en malos créditos vía deudores hipotecarios poco solventes o en CIE fallidos deban afrontar fuertes pérdidas. Por de pronto, grande bancos y firmas de valores han castigado trimestrales de julio-septiembre para cubrirse de quebrantos financieros.

Ahora viene lo peor. “Obviamente –subraya Fridson-, varios grandes de Wall Street han cometido gruesos errores o han avalado operaciones muy riesgosas, en maniobras que no podría sobrevivir un escrutinio serio. A punto tal, que fueron ocultadas en los libros de entidades extraterritoriales”.

Titanes como Merrill Lynch, Citigroup o Bear Stearns pueden echar subalternos acusándolos por las pérdidas. Pero a los presidentes ejecutivos de les pagan millones para saber qué pasa en las firmas que conducen. Sin duda, los enormes quebrantos en una amplia gama de instrumentos demuestran que la prudencia no ha primado en varios años.

Pues bien, “¿por qué esa gente sigue en sus puestos? Ni un CEO relevante –señala Fridson- ha sido despedido porque el amiguismo y otras formas de complicidad prevalen en los directorios”. Lo ha dicho Kirk Kerkorian hablando de General Motors, Richard Wagoner y su mala gestión. En otro plano, Henry Paulson, operador de Wall Street elevado a la secretaría de hacienda, demuestra las “bondades” del sistema creando un fondo rotatorio tipo CIE (US$ 100.000 millones) para que bancos en apariencia sanos les compren deudas a entidades en apuros.

A criterio del experto, eso pone dos temas en juego. Uno es que era demasiado predictible que Paulson restara importancia a la crisis hipotecaria hasta que algunos pesados Wall Street cayesen en la volteada. Otro es que resulta difícil ver que traerán de bueno esta maniobras, sobre todo si implican malos préstamos. El plan de hacienda no los contempla. Por ende, o es una idiotez o corre por el filo de la navaja. ¿Cuál es el objetivo real, pues? Fácil: un eventual fondo federal para tomar las partes más expuestas de una cartera. Parece inevitable, pues la verdadera meta es evitarles pérdidas a los grandes bancos y firmas de valores allegadas a Paulson. “A costa, claro subraya Fridson- de lo contribuyentes norteamericanos. Así ocurrió en 1980, tras el colapso del sistema de ahorro y préstamos, cuyos directivos solían tener excelentes relaciones con Michaal Milken (campeón de los bonos chatarra) y Drexel Burnham Lambert. Como siempre, cuando la cosa se pudre, la gente paga el pato, mientras los banqueros eligen sus Bentley. Pero queda poco tiempo: Paulson durará hasta enero de 2009.

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